enero 06, 2012

Brujería -III

La primera historia del año, además con esto parece que comienza el «jugo» de ésta historia llamada brujería. La villana es bastante interesante y aparentemente es toda una seductriz.
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Dalia estaba soñando, un sueño increíblemente molesto y aterrorizante. Dalía ya no estaba soñando y eran esos los únicos datos que tenía al respecto cuando se despertó sobresaltada, sudando y bastante agotada.

—¿Dantalian? —llamó a su demonio pero no obtuvo respuesta alguna. Ella no recordaba haberle dicho que se fuera y normalmente, si ella no lo pedía, era capaz de velarla toda la noche. Así de raro ese demonio.

—¡Dalia! —Dantalían seguía con su cuerpo de ella pero se estaba desvaneciendo, era algo nuevo— Están disputando tu territorio y vas perdiendo, te daré tu habilidad y entonces podrás…

—No, no quiero tener nada que ver con eso otra vez —chilló la bruja e intento ponerse de pie pero cayó al suelo. Dantalian había intentado atraparla pero ella solo lo atravesó.

—No me invoques, podrías morir, espero verte pronto —con esas palabras, desapareció Dantalian.

Poco a poco fue recuperando sus fuerzas pero su cuerpo temblaba inconscientemente y el sol aún no salía. Aún asi volvió a acostarse y cubrirse con las sabanas, se sintió increíblemente incómoda y no podía conciliar el sueño.

De pronto todo su cuerpo comenzó a calentarse a gran velocidad y volvió a empezar a sudar, habían roto algo que le daba energía a ella.

Así era la economía mágica, un brujo creaba sentimientos y de ellos se alimentaba pero otro brujo podía crear otros más potentes y quitar el alimento a uno.

Quedarse sin alimento era peligroso porque la magia era algo que al usarse consumía el alma del usuario, normalmente es escudada por cosas como amor, odio y otras emociones pero en su caso estaba desprotegido y, si no fuera porque Dantalían servía como una presa para ella, ya estaría muerta.

“Qué fácil era sobrevivir con magia” decían muchos y ella difería.

“Qué difícil es mantenerse viva” era lo que ella decía, no por ser quejumbrosa, por su condición especial: dios la había maldecido desde el inicio, una maldición disfrazada de don.

“Potencial ilimitado al precio de falta de control” esa era su condición, tenía una increíble cantidad de magia dentro de ella y siempre la estaba utilizando quisiera o no y eso haría hasta consumirse. Dantalian se convirtió en su barrera, aún sin ser invocado el la ayudaba a bloquear su poder y así sobrevivir pero no por mucho tiempo.

El sol comenzó a asomarse después de lo que pareció ser una eternidad y ella obligo a su cuerpo a ponerse en pie, sosteniéndose de la pared cuando le faltaba el equilibrio.

No preparo comida, solo tomó su mochila y salió de su solitaria casa.

El camino primaveral estaba desolado, ninguna persona pasaría por ahí a esa hora pues era temprano pero confiaba en que habria alumnos en la escuela, aquellos que vivían lejos.

Logró avanzar hasta su aula y se desplomó, carente de fuerzas, en su silla. Algo había en el ambiente que le impedía calmarse, alguna especie de campo hostil que le arrebataba sus fuerzas.

Perdió el conocimiento. No lo recupero hasta que escucho su nombre de una voz poco conocida, no había empezado la clase porque era una voz joven y el maestro se habría encargado de despertarla más bruscamente.

—¡Dalia! —era el muchacho de la otra vez.

—¿Como sabes mi nombre? —intentó sonar agresiva, defensiva, pero la voz le salió débil y quebradiza.

—No importa eso ¿Cómo pudiste venir así? —le reprochó el muchacho— Venía a agradecerte pero vi que algo no estaba mal

—Si, por romper tú hechizo o ve tu a saber como le llames —Ella intentó mirarlo fijamente y el solo se rascaba la espalda, le estaba costando agradecerlo— la verdad también era de mi interés, verás…

Dalia se culpó por no traer velas, podría hacer un ritual ahí mismo para él y solucionarlo todo.

—No, no quiero que la hipnotices, quiero hacerlo por mi mismo así me tome toda mi estancia aquí —parecía decidido— gracias por regalarme esa oportunidad y regalársela a él también.

Dalía no entendió la última parte

“¿Quién era él? ¿Su amigo?” se preguntaba.

De pronto sus fuerzas regresaron un poco, agradecimiento era un sentimiento raro pero no muy poderoso, sería común si la gente no viera a otras como títeres. Era débil porque se puede estar agradecido con un extraño, una persona desconocida que carece de contacto contigo.

—En serio, deberías tomarte el día libre, puedo avisar a los maestros por ti —comentó el muchacho.

Dentro de sus sentimientos también iba preocupación, misma historia que con el agradecimiento.

—Estoy bien —insistió con más fuerza.

—Cualquier cosa —Carlos sacó un bloq de su mochila y le dejo anotada una lista de salones y horas—, sabes donde encontrarme.

—¿Por qué me lo das? —preguntó ella pretendiendo hostilidad— Podría pedir aydua a otra persona y sería lo mismo —racionalizó.

—No— respondió él con sequedad— mira a tu alrededor.

El muchacho se veía molesto pero no podía sentir que fuera contra ella.

Al obedecer la orden se vio que el salón ya estaba poblado, la gente conversaba y hablaba como si nada hubiera pasado.

—Pude ver desde la puerta que estabas mal pero ellos ni en cuenta —miró por encima de su hombro a dos chicas que charlaban.

—¿Entonces ya no andan? Era una estafadora —condenó una.

“Carlos” recordó, al fin el nombre de su acompañante.

Carlos hizo ademán de que escupía, molesto por el juicio de los demás.

—Veo que desarmaste todo tu changarro —de pronto cambió a un tono más informal— está mejor así, mira cuantos corazones rotos hay pero ya pasará, los verdaderos lazos no requieren magia.

Carlos sonrió ampliamente, la despeino un poco y se alejó.

—Recupérate —comentó desde la puerta mientras salía con otro muchacho, aquel que fue su última victima.

“¿Será bipolar?” se preguntó la bruja.

De pronto volvió a oscurecer y todos se quedaron paralizados, una visión extraña pero que ella ya había vivido antes. Así se había presentado él y había llegado a destruirle la vida.

—Mira cuanto odio hay aquí —una mujer poco más grande que ella entró al salón, si estaba moviéndose significaba que era una bruja.

La mujer traía una falda roja, suelta, que apenas cubría lo necesario y una blusa negra con dos botones, desabrochados, en la parte superior. Ella era alta y de piel cobriza además de que su cabello tenía una tonalidad morada con la sobrenatural luz del lugar.

Dalia no sabía que hacer, lo más lógico era ponerse de pie a la visita y eso hizo preparándose para salir huyendo si fuera necesario.

—¿Aún puedes pararte? — Comentó la muchacha con una sorpresa insultante —Nada menos habría de esperar de la niña prodigio.

Ella avanzó hacía Dalía poniendo un pie delante del otro en un gesto exagerado de sensualidad.

—¿Has pensado en que sentimiento es el más fuerte? —comenzó a decir al aire y no espero a que Dalia contestara —¿El amor? No lo creo, demasiado voluble ¿Pero que tal el odio? Si,  es un sentimiento fácil de cultivar, duradero e intimo como ninguno.
Cuando termino de hablar ya estaba frente a Dalía, le sacaba más de una cabeza de altura.

—El odio es cuando dos personas están más cerca, mantén más cerca a tus enemigos ¿no dicen eso? Puedes odiar con una pasión similar al amor pero más duradera, que no se debilita con el tiempo y puede llegar a ser infinita además de que se genera con una simple mirada mal hecha o un error en las palabras ¿Qué tenemos la capacidad de amar? Tal vez, pero somos los seres creados del odio, el humano jamás está en su máximo esplendor si no está haciendo miserables a las demás personas ¿No crees? —la bruja enemiga estaba a unos centímetros de su cara, podía sentir su respiración.

—Estoy de acuerdo contigo —dijo Dalia.

—Entonces odiarás el nombre de Sofía con todas tus fuerzas, pues ese es mi nombre, nos consumiremos una a otra en ésta guerra y que quede claro que ésta solo es la practica de lo que vendrá —Sofía inclino hacia delante su cara y jalo por la espalda a Dalia atrapándola en un beso a pesar de su resistencia.

Cuando los labios de Sofía partieron de Dalia, ella se sentía en su estado más vivo desde que habían roto todos sus enlaces, había transferido magia.

“Podría haberlo hecho de otra forma pero así mataba dos pájaros de un tiro. Me humillaba y me mantenía viva para torturarme más” se explicó Dalia.

—No sería interesante que perdieras a los 10 segundos así que por el momento, duerme.

El sol volvió a salir y todos comenzaron a moverse otra vez, Dalia se sintió débil nuevamente, comenzó a perder el equilibrio y se agarró de su escritorio.

—Intenta mejorar para el próximo —comentó Sofía, que seguía ahí, mientras se tocaba los labios.

Dalia se sintió aún más débil, apoyó todo su peso sobre la mesa pero solo logro tirarla y caerse sobre ella, la vista se le nublo y a los pocos segundos perdió el conocimiento.

—¡Alguien ayúdela! —fue lo último que escuchó de la voz de Sofía además de una conmoción provocada por la alumna que había colapsado en el salón.

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