—¿A
dónde vamos? —pregunté después de diez minutos de caminata continua en
silencio. Era muy malo conversando a decir verdad y ellas no lo hacían más fácil
con todo su misterio y sus reglas.
—Mi
casa —respondió ella con naturalidad, supuse que se refería al lugar que le había otorgado aquel sujeto.
—Ya
veo —respondí. No sabía que comentar.
Bajamos
por una escalera de mantenimiento, fuimos por debajo de un puente y ahí fue cuando
comencé a conocer realmente la historia detrás de Veritas. El lugar al que
llegué llamó muchísimo mi atención, era una puerta de servicio de un edificio
en la zona superior de la ciudad, una puerta de servicio oculta entre las
misteriosas entrañas de la ciudad pero sin ningún tipo de impedimento para
evitar que alguien entrara desde afuera.
Casi
podía decir que te invitaba a pasar, las personas de adentro abrían su corazón
a ti desde antes de conocerte y eso será algo admirable, algo que yo debería
haber aprendido a hacer hace mucho tiempo o, en su defecto, he perdido por las
diferentes cosas que han sucedido en mi vida.
Pasamos
por la puerta a un pasillo dónde corrían niños sin asear y delgados pero felices. Las paredes estaban
llenas de tubos con telas colgadas para hacer de hamacas y con varios pasillos
que llevaban a puertas con letreros como “cocina” o “baños”.
—Así
que aquí —intente ordenar mis pensamientos al entender lo que me quería decir llevándome
ahí—, aquí es dónde has estado hasta antes de conocernos ¿no?
—Así
es —respondió sin voltear a verme, ella iba concentrada en llegar a cierto
lugar y yo solo la seguía.
—Lo
siento mucho —dije.
—No,
no lo sientes —me atrapó con su usual juego de palabras— y ese es tu problema.
Cruzamos
más puertas, juraría que era un complejo enorme y que me vería perdido si no tuviera
a una guía pero al final llegamos a lo que parecía ser el salón principal: Una
bodega abandonada en no sé que parte de la ciudad y con letras, pintadas sobre
cajas de cartón, se podía leer “Infinita” a la perfección.
Algo
comenzó a parecerme extraño, algo que no encajaba con lo que podía ver de
Veritas, algo que me saltaba a la vista. Veritas no vestía como nadie de ahí,
ella parecía tener algún otro benefactor para mantenerse en buen estado a pesar
de haber surgido de ahí.
Subimos
a una baranda colocada sobre el garaje y desde ahí podía ver a todos los niños
correr y juguetear mientras que otras personas, desde jóvenes de mi edad hasta
adultos mayores, cuidaban de ellos.
—Es
una vista magnifica ¿no crees? —me dijo, sonriendo al fin, mientras se
recargaba para ver mejor—. Siempre me ha maravillado como todos hacen todo por
todos los demás, eso es algo que admiro mucho en las personas y supongo es lo
que me llevo a ti.
Su
sonrisa se ensancho un poco, casi llegando a reír pero logró contenerla y
continuar hablando.
—¿Tan
mala crees que soy? —podía percibir cierta amargura en sus palabras— tienes
cara de perrito en este momento, en cuanto dije que era lo que me había llevado
hacía ti. No quiero que me malinterpretes, no eres ni la milésima parte de las
personas que están aquí pero- —decidí intervenir.
—Lo
sé —fue lo único que dije, no tenía tanto poder como ellos, no podía hacer nada
por nadie y hace unos meses me había cerrado por completo sobre mi mismo, no
era más que un esqueleto de lo que alguna vez fui.
—Este
lugar lo encontré hace mucho, cuando los días comenzaron a repetirse y ya no
recuerdo cuando fue eso —confesó, parecía llevar más tiempo que yo en esta
situación— solo existe en este momento, al siguiente dejará de estar y volveré a
estar sola como en la realidad.
¿Realidad?
¿Acaso ella veía esto como un sueño?
—Ella,
ella me dio alojo aquí y me salvó de mi miseria del día anterior. Ella fue
quien decidió acogerme y desde entonces el tiempo no ha avanzado para mí —confesó.
¿De
quién hablaba?
—¿Podría
conocerla alguna vez? —pregunté— suena ser una persona agradable.
—Lo
es, es a quien esperamos —contestó mientras se giraba—. Este momento lo
recuerdo perfectamente.
Me
gire, igual que ella, al escuchar pasos detrás de mí. Tres golpes, debía usar
bastón.
Me
encontré con una mujer, aproximadamente de la edad del hombre que buscaba
romper este ciclo, de cabello castaño, facciones finas y mirada atormentada. Debía
tener un parentesco con Veritas.
—Así
que este es el muchacho del que me hablaste —dijo la mujer mientras se acercaba,
cojeando, a dónde estábamos y se recargaba sobre el barandal—, es quien yo
pensaba.
¿Soy
quien ella pensaba? ¿Nos conocemos?
—Disculpe,
señorita, me parece que no nos conocemos
—intenté presentarme pero ella me detuvo.
—Me
parece que ya nos conocemos, si no, no estaríamos hablando. Lo que no conocemos
es nuestro nombre, Soy Verónica.
—Isaías,
Un gusto —respondí— ¿Qué es lo que pensaba de mi?
—Vas
demasiado rápido, apenas nos conocemos —fruncí el ceño y descubrí de quien
había sacado Veritas la habilidad.
—¿Entonces
que sigue? —pregunté para darle las riendas de la conversación y evitarme más
frustraciones.
—Esta
es la parte en la que te informo, también a Veritas, que tú puedes cambiar cómo
están las cosas y por lo tanto debes tener cuidado —ella cerró los ojos, como
recitando algo de memoria— El que el día se esté repitiendo significa que hay
algo malo con el momento, significa que pasaron y pasarán cosas que no deberían
de suceder a la vez que no está sucediendo lo que debería. Es por eso que vemos
cosas que no deberían estar y faltan cosas que deberíamos tener, todos los que
estamos aquí perdimos algo y es tu deber descubrir qué.
—¿El
mio? —Pregunté — Sin ánimos de ofender, pero no entiendo que podría hacer
alguien como yo en estas circunstancias.
—Lo
que solo tú puedes hacer —me respondió. Cosa que no me aclaraba nada— Apuesto a
que alguna vez has sentido pena por los que te rodean, te han entristecido sus
circunstancias y has deseado, bajo tu nombre, cambiarlas.
—En
el pasado, sí —no me agradaba que estuviera analizándome, no quería hablar de
mi.
—No
debes dejar que eso te consuma —fue lo último que dijo antes de irse.
—¡Espere!
—intente detenerla, pero fue en vano.
Congelado,
pensando y procesando toda la información que había recibido, me sobresalté por
el ligero toque de Veritas en mi brazo.
—¿Podemos
hablar en otro lugar? —preguntó.
—Claro,
aunque se hace noche —dije como un autómata.
Más
escaleras ascendentes hasta llegar a un cuarto arreglado inusualmente bien para
el lugar, podría pasar por el cuarto de cualquier chica, había un colchón
puesto sobre alfombra con sábanas y cobijas, un librero lleno de libros (Aunque
no tantos como la habitación de Ivy), juguetes viejos y otro tipo de objetos
que podrías encontrar en la habitación de una chica.
—¿Tu
habitación? —cuestioné. Intentando desviar el tema. Veritas solo asintió.
—Debo
decirte algo —Veritas avanzó contra mi súbitamente, me tomó de la camisa con
fuerza y me agitó como manera de puntualizar las palabras que pronunciaba—¿Podrías,
por favor, regresar las cosas a como estaban antes? — parecía que me lo imploraba.
—¿Que
el tiempo corra su curso? —pregunté con ingenuidad.
—¡Ni
si quiera lo pienses! —una reacción inesperada, reaccionó con la misma
agresividad que Ivy cuando cuestionaba a su héroe— Si hicieras eso, esto
desaparecería y yo…
Se
descompuso, no pudo terminar la oración.
—Verónica
y ellos...—más cosas inconclusas—no, quiero que las cosas se repitan como
antes, que dejen de cambiar, que dejen de pasar cosas malas.
—¿Cosas
malas? —pregunté. Fui ignorado debido a que sus emociones la habían superado.
—¡Quiero
que este día vuelva a ser como antes de que aparecieras por aquí! —exclamó.
Todo
tenía sentido en este momento.
—Lo
intentaré —mentí mientras intentaba consolarla. No porque no lo fuera intentar,
mentí porque lo dije con seguridad, porque me tragué mi ira y me convertí en el
mártir que ella necesitaba.
Veritas
veía todo desde un punto práctico, era importante para ella porque era el que
podía cambiar el ciclo o al menos eso le había dicho Verónica. Solo mis acciones
hablaban por mí pero yo no existía. Igual que antes.
Aparentemente,
era el responsable del ciclo pero así lo resolviera o lo dejara ser, las personas
terminarían sufriendo y yo sería el culpable. Vaya dilema.
¡Era realmente un refugio en este lugar, en el día
repetido (Previo a mi aparición), lo
único que existía para la felicidad de algunas personas? Todos estos niños no
eran de nadie pero aquí, en “Infinita”, un lugar que solo existe porque algo esta
mal con el tiempo, encuentran su lugar y
quien los cuide. El ciclo tiene efectos increíblemente útiles y parece que el
sujeto que va a cambiar esto no es más que un charlatán ¿debería resignarme al
tiempo?
Si lo dejara o lo rompiera, para mi sería indiferente,
seguiría siendo un forastero.
—Lo siento —Veritas al fin se calmó, secándose las
lagrimas— sé que debe ser difícil para ti también. Ya es tarde, hoy quédate aquí,
conmigo.
Veritas jaló las sabanas y me pidió que saliera un
momento para que pudiera cambiarse, así lo hice. Afuera iba pasando Verónica.
—Esa chica —ella sonrió, aun sabiendo cómo estaba en ese
momento— no se sabe expresar nada bien, siempre siendo agresiva e hiriente.
Puede que parezca que quiera que no existas pero en realidad solo quiere ser
tan feliz cómo era antes, tu parte en su dolor es totalmente circunstancial y
ella está consciente de ello. Ella te aprecia mucho y deberás aprender a no
defraudarla.
—¿Qué ganaría con eso? —Discutí— ¿Acaso nos estabas
espiando?
—Ella ha perdido, varias veces, todo lo que la hace
feliz; Es necia e intenta recuperar las cosas de su pasado sin pensar que en el
futuro podrían esperarle cosas más grandes. Aunque en este momento el futuro- —se
detuvo al oír ruido en la puerta.
—Puedes pasar —gritó Veritas, aún con la voz afectada por
haber estado llorando.
—No los estaba espiando —concluyó Verónica— solo son
cosas que pasan a esa edad.
—No creo que necesites romper enredos temporales a esta
edad —discutí.
—No me refiero al ciclo, eso es secundario.
—¿Cómo va a ser secundario? —mi incredulidad había
llegado a tope
—Isaías —Verónica alzó la voz, parecía molesta—, eres un
niño y nada más eso, preocúpate por cosas de niños.
Fruncí el ceño en respuesta pero ella suavizó su
expresión, guiñó un ojo y desapareció en las escaleras. Vaya mujer.
—Puede que en este momento me consideres un monstruo —sentí
la presencia de Veritas detrás de mi— pero si te quedas hoy, podrás saber a que
me refiero. Quiero que vivas un día de mi vida antes de juzgarme, eres
importante aún si no tuvieras nada que ver con el ciclo.
—¿Ah si? —dije, aun buscando pleito.
—Eres la única persona que me dio un paraguas ese día —respondió—
en todos los días, tal vez años, que he pasado aquí, nadie nunca me había
notado.
—Fui el primer tonto —cité sus palabras.
—Eso pensé en un principio, sí —confesó.
—¿Y después? —no respondió nada y me abrazó por la
espalda, sentí nuevamente sus lagrimas caer a mi espalda.
Que equivocada estaba esa chica, el monstruo era yo.
—Será mejor dormir —logré sacar al fin del nudo que había
en mi garganta. Ella asintió.
Al fin me liberé de su agarre, ella fue directo a la cama
y se recostó ahí.
—Duerme en la cama, no me molesta —respondió ella y yo,
por el cansancio que se había generado en los últimos momentos accedí sin
pensar.
Ya estaba oscuro, no podía dormir y por sus movimientos
podía decir que ella tampoco. Decidí hacer una última ronda de preguntas antes
de callar. Ahora podía pensar racionalmente.
—¿Recuerdas algo acerca de tu vida antes del ciclo? —cuestioné.
—Solo que quería estudiar algo relacionado con las artes,
solo que había huido de casa por problemas con mis papás. Solo eso —respondió.
Estábamos por comodidad y conservar algo de privacidad, dándonos
la espalda y dejando la mayor distancia del otro.
—¿Cuántas repeticiones llevas de éste ciclo?
—No lo sé, siento como si toda mi vida estuviera en este
ciclo. Como si hubiera pasado una eternidad aquí.
Ella se movió, supuse que se había girado.
—Mi turno de preguntar —me dijo, no con la misma energía que
le conocía, pero parecía que lentamente regresaba a ser la misma.
—Dilas, contestaré —aseguré. Sabía que era mentira y que
habría problemas si preguntaba de mi pasado.
—Pregunta número uno ¿podrías girarte? —me extrañó eso—
quiero verte a la cara mientras pregunto, sé que mientes mal.
Accedí y al hacerlo me di cuenta que los dos nos habíamos
desplazado hacía el centro y la distancia entre ambos se vio muy disminuida,
casi podía sentir su aliento.
—¿Me odias? —esa fue su segunda pregunta— ¿Me odias por
manipularte? ¿Por meterte en todo esto? ¿Por existir en tu mundo?
Suspiré. Era una pregunta difícil de contestar pero que,
mientras más tardara en contestar más peligrosa se volvía.
—No te odio —respondí con firmeza, me hice a la ilusión
de que sus ojos se iluminaron ligeramente, volvió la vida a ellos — Estoy
molesto porque es más importante lo que hago que lo que soy, creo que hubiera
terminado aquí independientemente de tu aparición y por tanto no me arrepiento
de que entraras a mi mundo.
—tercera pregunta —ella sonrió amargamente y trago
saliva— ¿Por qué lo haces?
Sentí cierto deja vu al encuentro que tuvimos ese día
lluvioso, el mismo día que hoy hace tiempo.
—Porque quiero —respondí.
—No es cierto, te ves como si estuvieras condenado a
hacerlo —discutió ella. Volvió a su estado serio.
—¿La verdad? La verdad no se por qué lo hago pero me
siento obligado a hacerlo.
Ella asintió y se relajó.
—Eres demasiado amable —su sonrisa se ensanchó —esa es la
razón.
— No, alguien
amable lo haría sin fines de lucro, por eso es amable, de que se le
puede amar —respondí sin pensarlo— ¿A mi? Yo solo lo hago para poder vivir
conmigo mismo, no me toleraría de otra forma.
—No estoy de acuerdo —Me seguía extrañando su pasividad—.
Última pregunta ¿Serías capaz de hacer lo que sea por una extraña?
Pude leer que extraña se refería a ella.
—No eres ninguna extraña, no conozco tus circunstancias
pero ya te conozco a ti —repliqué.
—Reacomodo la pregunta entonces —ella se quedo pensando
un momento, parecía con más vida cada momento— ¿Serías capaz de seguirme al
mismo infierno si así fuera necesario?
Mala elección de pregunta. Honraría el que contestaría
pero sentí remordimiento desde antes de hacerlo.
—No lo sé.
—Lo sabía —no pareció afectarle mucho—, mañana tal vez
entiendas un poco mejor mis deseos y podrás decidir si estás conmigo por hechos
y no por heroísmo o sacrificio. No seas un mártir, eres demasiado bueno para
serlo.
—Tengo el nombre de un tonto a fin de cuentas —me burlé.
—Eso lo sigo pensando —respondió ella. Sarcástica, como
era usualmente—. Ambos somos muy tontos ¿Por cuantos sentimientos pasamos hoy?
ahora estamos aquí, acostados, como si tuviéramos todo el tiempo de mundo.
No supe que decir, era cierto.
—Tenía tiempo sin sentir tantas emociones —confesé— la
última vez que lo hice las cosas acabaron muy mal y por eso ahora vivo solo.
Quien diría, yo hablando de mi pasado. Aunque sea un
poco. Era justo.
—Vivías como si no necesitaras un nombre, porque la gente
ya no se comunica —ella se cubrió rápidamente la boca al decir eso.
—Es verdad eso, decir que vivo solo no significa solo que
mi hogar solo pertenezca a mí —al especificar eso, vi cierto signo de relajación
en ella ¿qué le incomodaba?
—A pesar de todo, este día no estuvo nada mal. Buenas
noches —ella cerró los ojos después de bostezar y, en algún momento después de
eso, caí en un profundo sueño.
Si, estare al pendiente... hay que ser pendejo para no recordar que ya había actualización XD De veras, cosas que solo me pasan a mi.
ResponderBorrarDe verdad me gusta este dúo, simplemente el como se desenvuelven uno al lado del otro, como hacen de cierto modo quimica, no sé, realmente es un gran acierto para tus letras viejo.
Acá esta vez la narrativa la senti una o dos veces fuera de lugar. No porque narraras mal, sino por las palabras escogidas, pero venga, son detalles quisquillosos sin sentido realmente.
Finalmente, me gustaría aclarar que me gusta la idea de ser un sujeto que puede cambiar el curso y destino de mucha gente, me recordo algo a Sora de KH, solo por decirlo, porque no insinuo ni por asomo que sea igual o un plagio (o lo que sea).
Va bastante ien amigo mio, carajo, esto de regresar a leer a la ventana es fantastico. Sigue viejo, sigue.