Prologo: Encuentros.
Se le había hecho tarde para llegar a la universidad.
Pasaban más de las siete con diez minutos de la mañana, era demasiado tarde,
pero aun así todavía estaba a tiempo para poder pasar asistencia a su materia
de primera hora y poder estar en paz un tiempo con el profesor que la impartía.
La Ciudad de México era conocida por todo el ajetreo
que se genera en ella a las primeras horas de la mañana por la entrega de los
niños a sus respectivas escuelas (ya fuera a sus guarderías, primarias,
secundarias o incluso algunos vagos de preparatoria o bachillerato) y también
por ser la hora idónea para que se armara el trafico denso por culpa de las
personas que usaban siempre la misma ruta para ir a sus trabajos.
Se le había hecho tarde por que se había metido a
bañar, pero antes que todo eso por que había desayunado algo más complejo que
un simple pedazo de pan con jamón. Se había tardado demasiado preparándose la
comida de la tarde, por que a pesar de que vivía con su madre, nunca estaba
ella en casa, por lo tanto, tenia alguien mas que hacerse cargo de la comida, y
ese alguien siempre era el.
También se le había hecho tarde por que fue
irresponsable y se quedo ensayando hasta
muy tarde en su bajo eléctrico (eso si, con sus audífonos para no perturbar el
sueño de su madre) la nueva canción que estaba “covereando” su banda:
“Simplemente” de la Maskatesta.
El siempre procuraba ser un chico responsable la
mayoría de las veces que podía, pero simplemente, había momentos en que el
retornaba a su edad real, dieciocho años
y se comportaba como todos los jóvenes de esa edad: inmaduro,
irresponsable, irreverente.
Ya era tarde, pero no había problema, ya estaba
delante de la puerta que daba a su colegio. Era una escuela particular por que
estaba cerca de su casa (a veinte minutos andando a pie) y además ahí estaba la
carrera que le daría de comer cada día de su vida adulta de ahí en adelante:
psicología.
Llevaba dos semestres apenas en la carera, pero aun
así sabia que no estaba equivocado de camino. Una vez que acabara la carrera,
se enfocaría al área de psiquiatría y así podría analizar mas a fondo a los
pacientes y además recetarles medicamentos (o drogas) para ayudarlos aun mas a
dar el paso decisivo en el cambio de sus vidas o de alguna conducta.
Corrió lo mas rápido que podía pero noto que estaría
esperando un buen rato por una razón: los niños y niñas de secundaria estaban
haciendo “bola” en la entrada y entorpecerían (si no es que hasta detendrían)
su paso…No había manera de esquivarlos…al menos no hasta que vio un pequeño
espacio entre todos los menores y decido irse sobre de ese espacio a toda
marcha antes de que desapareciera entre el mar de pequeños chicos…
Ya tenía más de cinco minutos esperando a que la
dejaran pasar. Ciertamente se le había hecho tarde a su padre por quererla
pasar dejar hasta la puerta de la escuela. Lo cierto es que para estar viviendo
a solo dos calles de la escuela sus padres (en especial su padre) hacían mucho
revuelo para dejarla ir tranquila, aun así, ella estaba feliz de pasar tiempo
con su papá, aunque eso costara tener que llegar tarde a su primera materia del
día.
El problema de tener catorce años en la ciudad, es que
no muchas personas te toman enserio, ni aunque llevaras a cuestas tu mochila y
además una maqueta de una ciudad (para la clase de geografía) con su volcán y
todas las demás maravillas incluidas…ni si quiera los que cuidaban la entrada
de alumnos parecían prestar atención a que entre tanta gente, la maqueta de
ella podía correr riesgo…
De repente sus demás compañeros abrieron un espacio
para poder pasar. Ella lo vio y no dudo ni un instante en pasarse por ahí para
poder librarse del temor de que le destruyeran la maqueta que con tanto
esfuerzo y esmero hizo por cinco días con ayuda de su madre y su padre, mas que
la calificación, ella estaba salvaguardando el trabajo en equipo que había
hecho con su familia, así que quería mostrarlo altiva y orgullosa a toda su
clase…y ese pequeño espacio era su oportunidad para hacerlo…
Él tenia mucha prisa, no podía darse el lujo de faltar
a la materia de estadística por que si veían nuevos temas o explicaciones
extras probablemente se perdería en el limbo de la ignorancia por no saber como
aplicar alguna prueba, debía darse prisa…
Y entonces paso.
No pudo mirar que en su camino una niña de secundaria,
con su gran maqueta de una ciudad con un volcán (“¿hay ciudades con volcanes a
sus faldas?” pensó el cuando chocaba con ella) en sus manos se le atravesó en
el camino. Hubo un gran choque. Por no fijarse bien en lo que hacia, el chico
choco contra ella, haciendo que su pecho impactara en la nuca de la pequeña y
se fuera de lleno contra el piso.
El no tenia los mejores reflejos de los estudiantes de
psicología, sin embargo, tenia lo necesario para agarrar con una mano a la niña
y atraerla a su pecho (esta vez para sostenerla) y con la otra como pudo trato
de salvar la maqueta…que al final de cuentas termino cayendo peor al menos
mirando arriba….no se había estropeado demasiado.
Fue hasta ese momento que se abrió un verdadero
espacio de paso alrededor de los dos. El chico soltó con sutileza la cabeza de
la niña (la había agarrado de la frente así que hasta le había tapado los ojos)
y entonces se hizo un poco a un lado, no tenia tiempo para ayudarla a recoger
sus cosas…aunque había sido su culpa, así que respiro hondo y se agacho…
Pero la maqueta estaba hecha un desastre, estaba toda
revuelta y el volcán hecho con plastilina y algunos pedazos de cartón se había
salido de su base, estaba perdido el volcán. ¡Y era la parte importante del
trabajo!
Apenado a más no poder, el chico con más presteza se
dispuso a recoger los pedazos de la maqueta. Arbolitos de plástico tirados por
allá, un perro que había sido pisado por otro niño, un par de casitas fuera de
su lugar y un volcán de plastilina que ya mas bien precia una especie de
derrumbe de montaña.
Mientras seguía recogiendo la maqueta, pudo ver como
una lagrima cayo sobre su mano mientras tomaba una casita mas y entonces (solo
hasta ese momento) volteo a ver a la niña….
No había más que hacer. Su trabajo y el de sus padres
estaba echado a perder. Todo por uno de esos tontos universitarios que creían
que por que eran mayores ya podían hacer lo que quisieran con los demás. Para
ella era una prueba mas de que la gente entre mas rápido crecía se olvidaba de
que también fueron niños, y sobre todo, de lo fácil que era hacer llorar a una
niña de apenas catorce años de edad…
—Mira…discúlpame no
quería hacer esto yo… —el universitario titubeaba, no le gustaba hacer llorar a los demás—Horita
lo recojo todo y te ayudo a componerla.
—Mi maqueta ya no
sirve—Dijo conteniendo los sollozos—mi maqueta…
—Mira…no lo hice a propósito niña —se estaba poniendo nervioso —. No es como si lo hubiera hecho por que me guste molestar
niñitas…
—Eres un tonto—Dijo ella con lágrimas de tristeza y voz de ira— ahora mi
trabajo…
—No mira yo…
La situación ya se estaba poniendo demasiado tensa. El
no era bueno para disculparse (ni para tratar con gente herida en general) y en
ese momento estaba bajo la mirada inquisidora de todos los que aun seguían en
la puerta (y en vez de ayudarle, solo le miraban feo). Tenia ganas de que un
rayo cayera del cielo y lo eliminara de la faz de la tierra en ese momento, no
por la pena, si no por que no sabia que hacer en ese momento…pero parecía que
no estaba destinado a hundirse en ese momento.
Detrás de la pequeña niña un par de manos de tono
moreno, se posaron delgadas y delicadas sobre sus hombros, a la par de que la
dueña de esas manos rodeo a la niña, se agacho para verla a los ojos y le dijo:
—No te preocupes amiguita. Entre este patán y yo vamos a dejar tú maqueta
como nueva— dijo sonriendo ampliamente—eso te lo prometo.
La voz de aquella chica era relajante y con un tono
casi musical.
Las dos féminas se quedaron mirando unos instantes.
La chica morena tendría dieciocho años también; de
pelo negro lacio largo que le escurría como una cascada por los hombres
descubiertos, llevaba una playera blanca de manga corta entallada que hacia
resaltar sus senos, un pantalón de mezclilla deslavado a la cadera que dejaba
ver sus caderas, un par de hoyuelos en su espalda baja y su abdomen casi
plano…ella le seguía sonriendo a la niña con sus ojos avellana algo rasgados
semi cerrados, su perlada sonrisa bailando en sus labios finos pero carnosos y
unos mechones de cabello juguetones en su frente…
La niña de secundaria la miraba incrédula. Sus ojitos
verdes estaban posados en toda la chica que estaba tratando de consolarla, su
blanco rostro estaba rojo (incluso las pecas) por el coraje que había pasado
hacia unos momentos, pero su pequeña nariz respingada indicaba que ya estaba
mas tranquila por su respiración y en su boquita pequeña y delgada se dibujo
una sonrisa. Al asentirle a la morena mayor su pelo lacio corto se sacudió con
candidez de arriba abajo haciendo que brillara aun mas rubio por la luz del
sol.
—Muy bien pequeñita —Dijo sonriendo la morena con ternura—, ahora —Se
alzo y puso una palma sobre la cabeza de la niña—. Deja que este babotas y yo
arreglemos tu maqueta, mientras espéranos en una de las bancas de las
jardineras, ¿quieres?
—Si —Dijo sonriendo nuevamente— ¡Esta bien!
—Muy bien, ahora anda y espéranos. —Su sonrisa se volvió en una mueca de
desaprobación al mirar al chico apenado en el suelo—Tu siempre te las arreglas
para hacer mal las cosas, ¿No es así?
—No es como si yo lo hiciera por joderle la vida al universo entero….
—Ya mejor no digas nada Damián —Dijo la chica mientras se ponía en
cuclillas y recogía con él —. De veras que si no llego yo seguro le das una cachetada a la niña y
sales huyendo…
—¡Sabes que no soy capaz de eso!—Dijo indignado—Si lo sabes… ¿verdad?
—Vaya…--La chica sonrió con dulzura—Claro que lo se Damián es solo
que….deberías ser mas cortes con la gente que te rodea…
—Me disculpe con ella por si no te diste cuenta…
—Seguramente por eso estaba mirándote con cara de odio —Al decir eso se
levanto y se acomodo la mochila que llevaba en hombros—. Anda ahora trae la
maqueta y vayamos con la niña para arreglarla con ella…
— ¡Vamos a llegar tarde a la clase de estadística Beatriz!
—Damián… —la chica volteo a verlo con cara burlesca—. Ya íbamos tarde de por si.
Así que trae ese manojo de Rastas hasta acá y ayúdame a consolar a la niñita
que tu pasaste a joder este mañana…
—Está bien mamá —Dijo a regañadientes el joven—. Ahí voy…
—Así me gusta Mijo –Dijo la chica con tono sarcástico—. Así que andando.
Los dos se pusieron como pudieron a arreglar el
trabajo, que un chico de Rastas llamado “Damián” había arruinado por la
imprudencia de no haber podido madrugar aun mas, y querer compensar esa falta
con la velocidad de sus piernas.
La niña de secundaria miraba con más tranquilidad a
los dos universitarios que estaban ahí ayudándola a resolver aquel triste
problema en el que se habían visto mezclados. El chico le desagradaba
rotundamente, su pelo de delincuente no le gustaba y su cara de que estaba
siendo forzado a ayudar le hacia enojar aun mas…después de todo ¡El tenia la
culpa de todo eso!
Por otro lado la chica morena le caía bien. Ella se
había mostrado mas que amable, accesible en ayudarla a el y a su amigo y lo
estaba haciendo con una sonrisa y con bastante calma, podía notar que existía
un gran contraste entre ambos universitarios.
Vaya que ambos eran muy diferentes.
Después de un par de minutos, varios gruñidos del
sujeto y varias órdenes de la chica: la maqueta estaba terminada y como nueva.
—Ya esta —dijo con alegría la chica morena que
respondía al nombre de Beatriz—. Nos quedo bastante bien —dijo con orgullo—, ni
siquiera parece que algún tonto la hubiese tirado —al acabar de hablar cruzo
los brazos sobre el busto y miro de reojo a su amigo, molesta—. Damián…
—Discúlpame por haberte causado tantos inconvenientes
—dijo claramente a la fuerza—. No se volverá a repetir… al menos no contigo —lo
último lo susurro.
—¡Damián! —le riño su amiga.
—Jamás en la vida ocurrirá de nuevo —dijo veloz el
chico, temiendo la furia de su amiga.
—¿Te sientes mejor peque? —le cuestiono con ternura la
muchacha.
—Sí, quedo muy bien, como si no le hubiese sucedido
nada —al decirlo ella noto el entusiasmo en su voz, realmente le agradaba esa
chica. Incluso pasaba por alto que le hablara de una manera tan familiar y tan
infantil, viniendo de ella era como sentir el amor de su madre—. Muchas
gracias… ¿Beatriz?
—Ese es mi nombre —dijo ella sonriendo de oreja a
oreja mientras se señalaba con el dedo gordo de su mano derecha—. Pero, también
agradécele a este cuate —con agilidad lo sujeto del cuello y lo acero, a su
lado—, se que él nos metió a todos en este lio pero…
—No era necesario que te detuvieras a ayudarme —dijo
molesto y con la cara roja de vergüenza.
—Oye, relájate. Soy tú amiga y eso es lo que hacemos
—le dio un empujón de juego y le pego en el hombro.
—Gracias a ambos —dijo un poco a la fuerza la
jovencita.
—Venga no puede ser que los dos tengan ese carácter
huraño —la morena dio un hondo suspiro al tiempo que se encogía de hombros y
recobraba la sonrisa—. Bueno, somos estudiantes de psicología. Si alguna vez
necesitas algo, búscanos allá —al decirlo señalo un edificio que estaba tras
ella—. Y pregunta por Damián Quiroz —al
decirlo el chico estuvo a punto de negarse, pero un potente pellizco basto para
que guardara silencio—, o por Beatriz Cosío .
—Somos muy fáciles de encontrar —dijo el muchacho con
voz apagada. Claramente no estaba a gusto, pero bueno, no se habían detenido a
divertirse.
—Si está bien —la menuda niñita sujeto con fuerza su
maqueta—. Muchas gracias.
—Lo que sea, de verdad —dijo Beatriz con esa linda y
cálida sonrisa. De verdad, le parecía el rostro de una madre, una muy joven,
pero con la misma ternura.
—Si está bien ¡Nos vemos! —no podía evitar ser
contagiada por la alegría y confianza de esa chica mayor que ella. Le había
causado tan buena impresión, que pensó que tal vez todavía tenía esperanza la
humanidad.
—Bye bye —se
despidió alegremente la morena sacudiendo los brazos.
—¿Nos vamos Beatriz?
—De nada —dijo de sopetón— ¿Qué cómo puedes pagármelo?
Ah muy fácil, hoy quiero desayunar en una fonda. ¿No es ningún problema? Y ¿Tú
invitas? ¡Vaya Damián! ¡Te estás luciendo! —al finalizar su monologo le sonrío.
—¿Ya acabaste? —Ella asintió sin desdibujar la
sonrisa—. Ay Beatriz… —doblo su antebrazo izquierdo a la altura del pecho, y le
ofreció el codo en un acto caballeroso—. Solo te aprovechas de que jamás puedo
enojarme contigo.
—Pues es tú culpa, por amarme tanto —dijo alegre
mientras sujetaba con ambas manos el brazo del chico y además recargaba su
cabeza en su hombro.
—¿Cómo haces para siempre acomodarte perfectamente
donde sea? —dijo sonriendo.
—Es mi estatura —respondió ella—. Andando, no quiero
llegar más tarde…
—Con suerte espero que no nos hayamos perdido nada…
—Sí, seguro —pronuncio ella mientras los dos subían
las escaleras del edificio de psicología.
Ya eran las diez de la mañana. Caminaba al lado de sus
amigas por las jardineras de la escuela. Todo era risas y alegría para las
demás, para todos menos para ella. Por haber llegado tarde a su clase le habían
quitado dos puntos de la calificación a la maqueta. ¿Cómo era posible que un
trabajo de diez ahora solo valiera ocho puntos? ¡Tonterías! Era lo único que
atinaba a pensar ella. El detalle es que el problema no terminaba así nada más.
La profesora le había dado una oportunidad de subir la calificación, no de la
maqueta, sino ya general en la materia, algo que le ayudaría, como abonar
puntos o alguna cosa así. Como si entendiera sus raros métodos de dar la clase, o de calificar, o mejor…
como si tuviera alternativas.
Ese trabajo en especial consistía en recabar un par de
datos sobre asuntos demográficos de la
ciudad. Eso era relativamente simple, al final de cuentas podía sacarlo de la
red o hasta de algún libro de la biblioteca, por si le pedían las referencias.
El problema ya empezaba cuando se trataba de la metodología y los procesos.
Ella no tenía ni la menor idea de cómo funcionaba la estadística. Ese era el
único, y “pequeño” problema.
—No deberías preocuparte tanto —le dijo una de sus
amigas, notando claramente como estaba apartada, al menos mentalmente, del
grupo de niñas y la conversación—. Nosotras te ayudaremos a hacer el trabajo y
listo —dijo sonriendo.
—No se trata nada más de eso.
—Si todas te ayudamos podremos hacerlo.
—No lo creo, hasta donde sé, ninguna sabe nada de
estadística y esas cosas numéricas —dijo conteniendo la molestia. Ella sabía
que su amiga tenía la mejor de las intenciones, pero eso no la sacaría de su
problema.
—Bueno, siempre podemos preguntar —agrego otra de
ellas. El grupo era conformado por cuatro chicas, incluyéndola a ella. Ahora,
así de rápido y fácil, el tema de conversación era ella y como ayudarla. Le
supo mal haberse enojado.
—¡Claro!—dijo otra de ellas, con alegría—. Podemos ir
con algún profesor y…
—¡No seas tonta! —interrumpió otra de ellas—. Esta es
la ocasión para que preguntemos a algún estudiante mayor.
Ante ese comentario tres de las cuatro no pudieron
evitar reírse con nerviosismo y emoción. Finalmente eran niñas y su cabeza
estaba llena de todo tipo de sueños e ideas. Solo ella, la que tenía el trabajo
encima, no compartió la alegría y risas de sus amigas. De donde diablos
sacarían a un estudiante mayor con ganas y tiempo para ayudarle a un montón de
niñitas…
—¿Entonces buscamos a algún chico de preparatoria?
—No —negó rotundamente la misma chica que propuso el
buscar un alumno mayor para ayudarlas—. Esos son unos idiotas, nosotras no
tenemos porque relacionarnos con simios.
—Entonces… ¿Una chica? —pregunto tímida la que hace
nada había sido interrumpida.
—No —Hizo una pausa para ver a sus amigas a la cara,
mientras negaba enfáticamente con su cabeza—. Ya saben la razón… —el silencio
se apodero de sus amigas. La muchachita puso los ojos en blanco y no se inmuto
por mostrarse fastidiada—. Son unas zorras ¡Por eso!
—Oh, claro —dijo otra de ellas, como si fuera lo más
obvio del mundo.
—Tendremos que pedirle ayuda a alguien de los niveles
superiores…
—Exacto —asintió satisfecha la líder de esa operación.
Vaya que eso era involucrarse, aunque ya no se sabía si era por apoyo o la
conveniencia.
—Pero… en que carrera buscamos —soltó al aire la que
siempre era interrumpida. Claramente era la más tímida del grupo.
—¿Qué carreras tenemos a la mano para empezar?
—No tengo idea —dijo la líder, como si fuera una
trivialidad que ella no debía o tenía porque saber.
—Vaya esto no creo que de un buen resultado —intervino
ella. Como si se rompiera un hechizo, cayó en la cuenta de que ya estaban
sentadas en la cafetería. Vaya que la plática la había absorbido ¿O se
preocupaba demasiado?
—Tiene que funcionar. Somos chicas lindas que
necesitan ayuda ¿Quién podría negarse? —su amiga que fungía de líder no le caía
mal, pero en ocasiones, tenían ideas muy opuestas.
—Es seguro que la mayoría se negara —negó ella con la
cabeza, pensando en el chico de la mañana—. No todos son buenos y caballeros
—al decirlo, frunció el seño de manera
inconsciente al recordar cómo se quejaba y gruñía con fastidio el tipo.
—Tonterías Ivette —desecho con ese simple comentario
sus ideas—. Claro que podemos, solo necesitamos saber dónde buscar.
—Y a quien —dijo Ivette. Le molestaba que echaran a un
lado sus comentarios así, después de todo ¡Era su trabajo, no el de ellas! —.
Donde, cuando y quien. Si, esto va ser muy fácil.
—No te preocupes por los detalles, tienes una semana
para hacerlo. Podríamos empezar a buscar mañana, o pasado mañana, pero lo
haremos hoy —dijo su amiga, la primera en interesarse en ayudarla. La única que
parecía tener más interés en ayudar, que en ver chicos—. Y todo saldrá bien
¿Si?
—Gracias Mariana —es una buena amiga, fue lo único que
atino a pensar.
—No hay de que Ivette. Soy tu amiga y eso es lo que
hacemos los amigos —dijo con una tierna sonrisa.
—Gracias aun así —respondió de forma automática. ¿Deja
vu? La frase le resonó en los oídos como el redoble de una campana. De repente,
en un instante estaba otra vez en la mañana, mirando a una morena de perlada
sonrisa decirle eso a su amigo de rastas—. Psicología —dijo en un susurro.
—¿En psicología ven estadística? No ven la mente y
esas cosas, más bien —dijo la líder.
—Puede ser, deben de tener algún tipo de medidas para
determinar quien está loco y quién no.
—Bueno, supongo que ya tenemos el donde —dijo la
líder, no muy convencida—. Ahora solo falta el cuándo y el quién.
—El cuándo puede ser ahora —dijo contenta Mariana,
como si mágicamente los problemas empezaran a desaparecer.
—Puede que yo sepa de un quien —dijo, no muy
convencida Ivette.
—Pero… esa carrera está llena de mujeres —la líder de
repente reconsidero las alternativas, y no le gustaban los resultados—. Y todas
las mujeres mayores son unas…
—No todas —interrumpió con voz firme—. Sé que no.
—No te molestes así Ivette —la líder lo dijo con
sarcasmo, pero pudo sentir la rebelión de su amiga.
—Aprovechemos que tenemos tiempo y vayamos ahora mismo
—Mariana se puso en pie y tomo de la mano a Ivette. Fue un buen gesto de su
parte. Desvió la atención de esa pequeña querella de poderes, y aunque se
levanto, estaba esperando a que ella diera la última palabra. Realmente Mariana
sin esforzarse era una buena persona.
—Vamos —dijo Ivette poniéndose de pie.
—Está decidido —pese a no estar convencida de ello, la
líder sonrió con bravuconería, como si ya hubiese ganado ese desafío. Tanta
confianza le atraía a Ivette, suponía que era lo natural.
Tres de esas cuatro jovencitas salieron decididas.
Confiando en que, a su manera, podían hacer rendirse al mundo y que se pusiera
a sus pies sin rechistar siquiera. La otra, caminaba más por inercia que por
convencimiento y no estaba segura de lo que estaba haciendo.
me encantó este capítulo, si se ve que no era tan experimentado en ese entonces pero tiene un no se qué que me hace amar a los personajes y Beatriz es un personaje que me transmite una sensación muy cálida y el cómo la describe física y mentalmente la hacen muy atractiva ¿Conoce a una chica así de casualidad?
ResponderBorrarNoté que le puso su apellido después de todo...
Bueno no es que ahora tenga más experiencia como tal, pero cometo menos errores, o eso espero. Supongo que en esencia sigo escribiendo en el mismo estilo a mis personajes, al menos eso pienso al leer tu comentario Feel y me hace sentir bien, aun tengo un poco del toque, que alivio jejejeje. Si conocí a una mujer así, hace años, estaba locamente enamorado de ella, no era tan perfecta físicamente (porque su personalidad era así), supongo que la exagere un poco pero si era (y es) muy atractiva. Le puse mi apellido, para variar, para que hubiera un algo de "mi" en la historia... y quizá por un sueño guajiro jajajajaja
BorrarMuchas gracias por leer y comentar Feel. De verdad me llenan mucho tus comentarios, gracias mil y un veces más.