febrero 01, 2012

Brujería -IV


Carlos no prestaba atención a la clase de historia. La repudiaba.

“¿Y de que me sirve eso?” Se preguntaba constantemente cuando intentaba seguir la clase y fallaba en despertar su interés “las personas son más interesantes que eso, no quiero saber de las que ya vivieron si no de las que viven en este momento”.

La imagen de Delia se posó unos momentos en su pensamiento y la disipó distraídamente cuando un compañero que se encontraba a la izquierda de su pupitre le habló:

—Oye, enamorado, me gustaría saber si podrías prestarme tu pluma ya que puedo ver que tú no la estás ocupando —David tenía una sonrisa flamante por la que caerían millones de chicas y vaya que lo hacían.

David sería el muchacho perfecto; cabello cobrizo hasta los hombros y jamás peinado, ojos color aceituna y tez morena e impecable salvo por un par de cicatrices de peleas en las que se había metido. Tenía fama de ser un mujeriego pero Carlos lo conocía mejor, era un romántico al grado de intentar complacer a todas, frecuentemente terminaba lastimado él.

—Cállate caralinda,  dudo que quieras escuchar nuevamente de tu pequeña aventura —Carlos se defendió con una espada de doble filo. Esa aventura había sido con la chica de su interés.

Carlos, por su parte, no tenía remedio. Era el tonto ridículo de la clase y así estaba bien, las mujeres intentaban jugar con él pero él se encontraba un paso adelante y jugaba con todos.

—Podría ligar en otra clase, señor —le regañó el maestro y todos rieron incluyendo David. No tenía remedio.

A la puerta del salón se escucharon unos golpes, seguidos de la entrada del cuerpo médico que exigía la presencia de Carlos y solamente Carlos. Por eso Carlos tuvo la excusa perfecta para salir del salón y dejar atrás las inquisitivas miradas de sus compañeros.

—Me dicen que tu conoces a Dalia —comenzó a cuestionar, sin necesidad de hacer preguntas, el médico.

—Un poco ¿Pasa algo? preguntó él.

—¿Sabías que se estaba sintiendo mal desde la mañana ¿correcto? —Era una acusación.

—Puede ser —desafió Carlos.

—Entonces, me pregunto por qué usted jamás le sugirió acudir al cuerpo médico antes de desmayarse o por qué no avisó a sus padres —El médico avanzaba demasiado lento. Carlos deseaba poder llegar a dónde creía que iban.

—Me parece que no son asuntos de mi incumbencia señor —respondió con toda la educación que fue capaz— ¿Se encuentra bien?
—Acaba de despertar. Está débil. Está desnutrida. Sus padres no responden al teléfono y ella solo dice que está de viaje, me gustaría que confirme eso. —El médico comenzó a hablar de manera técnica, ahorrando saliva entre palabras.

—No es algo que yo sepa ¿Por qué a mí? —preguntó Carlos.

—Porque, al preguntarle si había alguien que pudiera acompañarla a casa, ella nos dio su nombre ¿Qué relación tiene con la señorita Dalía?

—Ninguna en especial, solo es una conocida.

—Ya veo, no tiene muchos amigos y los que tiene no son muy buena influencia. Tampoco es muy participativa.

—¿Es esto preocupación por la paciente o un juicio?

Para sorpresa de Carlos, pasaron de la dirección y siguieron caminando. Al menos no estaba en problemas.

—Solo buscamos el bienestar de nuestros alumnos pero me temo que deberás informarles a sus padres de ella que tienen una semana para presentarse o nos meteremos. Valoramos la privacidad de los alumnos pero esto fue demasiado.

—Si, solo que no conozco a sus padres, usted tiene la idea equivocada de mí.

—Sé que te juntas con el mujeriego ese, sé que no pones atención a clases y que tu promedio es decente a secas ¿No quieres hacer algo bueno por alguien más?

—Eso sería un placer, Dalia es una persona por la que me preocupo pero no la conozco tanto como para hablar con sus padres.

—Pero lo suficiente para cuestionarla sobre ellos.

—¿Qué?

El Doctor abrió la puerta de la enfermería y Carlos quedó petrificado al ver el estado de Dalia. Se veía peor que en la mañana y podría incluso jurar que su piel se estaba haciendo transparente de tan pálida y demacrada que estaba.

—Le acompañará a su casa. Ya sabe de qué hablamos —Cuando el doctor termino, Dalia se levanto tambaleante e intentó avanzar hasta la puerta pero resulto ser más difícil de lo esperado y tuvo que aferrarse a la pared.

—¿No sería mejor que se quedara aquí? —preguntó Carlos.

—¿Ahora eres médico? —respondió el médico mientras cerraba la puerta después de que Dalia saliera.

Dalia le miró durante unos instantes y comenzó a avanzar, sin despegarse de la pared, hacía la salida.

—Puedes volver a tu clase, estoy bien —gruñó sin fuerzas.

—Soy un muchacho obediente, te llevare hasta tu casa —argumentó el mientras la tomaba del brazo para ayudar a su balance.

—No es necesario —ella hubiera intentado soltarse pero no tenía fuerzas.

—No es una molestia —respondió él mientras modulaba sus pasos a los de ella.

La condición de Dalia fue mejorando en el camino y Carlos fue tranquilizándose de su consternación original.

—No era necesario, estoy acostumbrada a valerme sola —comentó ella.

—No era una molestia, no podía permitir que te fueras así y además tus padres… —Carlos se vió interrumpido por la chica.

—¿Qué con ellos? Tendré que cambiarme de escuela y eso es todo. No necesito que me tengas lastima, así es mi vida ¿Y qué si estoy sola? No sería diferente del resto de mi vida ¿Y qué si todo está en mi contra? Seguiré así. Entiendo que no pertenezco a ustedes, no me lo recuerdes más—Dalía forcejeó el brazo y avanzó rápidamente para cruzar en el último momento de la luz roja de un semáforo y dejar a Carlos del otro lado.

Sus pasos se veían energizados y la manera en que avanzaba dejaba un mensaje claro: No me sigas.

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