Prologo
Nombres de los
muertos
Era
de día pero no se podía ver ningún rayo de luz que atravesara las nubes de humo
y pólvora que seguían sitiando el terreno de La Frontera después de que los dos
reinos vecinos decidieran declararse la guerra y éste, pequeño y de escasos recursos, se viera
convertido en un campo de batalla de extranjeros contra extranjeros y sus
pueblos fueran reducidos a escombros con el fin de privar al enemigo de un
escondite.
La frontera es, después de todo, un condado
que hace honor a su nombre y está entre tres enormes reinos, extendiéndose con
forma de hélice justo en el medio de los tres. Antiguamente cuando tenía más
poder se le llamaba Axis para demostrar que en ella se sostenía el mundo pero
cuando una sequía se hizo presente y los demás reinos aprovecharon para
levantarse en armas, este terminó siendo
conquistado por completo salvo por un condado que, por una u otra razón ya
perdida en el tiempo, no fue atacado.
Las
batallas habían concluido unos días atrás cuando ambos ejércitos tuvieron que
retirarse para evitar más muertes cuando las enfermedades comenzaron a surgir
de los cadáveres de amigos y enemigos para hacer que más soldados, carentes de
valentía pero necesitados de dinero, se unieran a las filas de la muerte.
Muchos
tomaron la segunda opción, se convirtieron en bandidos y comenzaron a masacrar
a los pocos supervivientes del pueblo con tal de sobrevivir y, de una u otra
manera, esa área quedo totalmente ausente de vida. Ni plantas ni carroñeros
soportaban ya la el olor a muerte.
Todo
eso hacía que la carroza, llena de parches con tablas de diferentes colores,
destacara entre toda esa desolación, porque contenía personas vivas, personas
que habían decidido por cuenta propia ir ahí mismo.
—¿Están
seguros que quieren venir? No verán ningún cadáver o heridas interesantes, eso
ya pasó hace unos días —preguntó el conductor mientras sostenía las riendas de
las dos yeguas viejas que jalaban de la carroza.
—No
somos ese tipo de personas, es desagradable cualquiera que haga eso —insistió
la persona sentada a la izquierda con bastante enfado—. Nos dice eso, pero
usted estaba ofreciendo el viaje sin que se lo pidiéramos.
Esa
persona era una mujer que llevaba una larga túnica color beige ceñida al
cuerpo, no era ni muy joven ni muy vieja, era de la edad ideal en que las
mujeres alcanzaban su mayor belleza y a partir de ahí, a ojos de otros varones
que no las conocieron jamás, solo comenzaban a decaer o al menos ese fue el
juicio del viejo conductor.
Ella
era realmente una persona que se podía describir a la perfección con la palabra
hermosa, era alta de piel bronce, ojos verde bosque y cabello castaño oscuro
largo como lo exigía la civilización. Era la perfecta mezcla entre la gente de
los bosques y una dama sofisticada que podrías encontrar en cualquier urbe.
—¿Sabían
que en todos los viajes que he hecho, nadie de los que viene conmigo ha
regresado vivo? ¿Qué de todos los viajes que realicé yo solo, regresaba con los
lugares dónde ustedes van sentados llenos de cuerpos malolientes? Me toman por
un servició de transporte cuando realmente solo soy el enterrador, veo que
todos ustedes son extranjeros y no saben con que seriedad nos tomamos esta
tragedia aquí, en la frontera —discutió el conductor— todos esos cadáveres no
tenían nombre, no saben cuantas cruces hay sin ninguna decoración ni escudo
familiar.
—Realmente
lo lamento —respondió la mujer, con más calma, casi con la voz de una madre
dirigiéndose a su hijo más querido —Nosotros también estamos aquí por
tragedias.
—¡Pues
claro! —bramó el conductor— No es como si pudieran apreciar los edificios o
probar el vino más delicioso del mundo en este lugar. —remarcó sus palabras
hacía otra persona, que mantenía la vista fija en la senda que dejaban atrás,
ocultando su cara gracias a un enorme sombrero color negro.
—Yo
no estoy aquí por gusto, tampoco —exclamo con voz tenue la joven que miraba el
camino mientras acariciaba sus muñecas— Tengo alguien a quien quiero salvar
—puntualizó con mayor decisión.
—¿Qué?
No me digas que van a colgar a tu novio —se burló el conductor— Chica, regresa
a la mansión de dónde saliste, el viaje no es para ti, ya encontraras a otro
tonto que te aguante.
La
chica se levantó con dificultad, logrando mantener el equilibrio a pesar de la
carreta en movimiento y avanzó hasta el conductor.
—Escúcheme
bien, extranjero —dijo con cierta molestia mientras se sostenía del frente de
la carreta con una mano y sostenía su sombrero con otra— Mi hogar, en mi hogar
pasaron cosas peores que esta, ya no tengo ningún escudo de la familia que
poner en mi tumba ¿alguna objeción con que esté aquí?
La
chica era demasiado joven, eso perturbó al conductor, parecía haber sufrido
demasiado para cuando ella debería estar aprendiendo a tejer cosas para su
marido pero sus manos estaban marcadas con heridas de una cuerda. Ella había
sido atada.
Mirándola
con más detenimiento, además de sus heridas y su juventud, era imposible no
fijarse en ella pues vestía de manera excéntrica para todas las regiones, con
un enorme sombrero color negro que acababa en punta, como las brujas malas de
los cuentos que se contaban en Drake, un
vestido de material durable adaptado para no entorpecer el juego de piernas
necesario para el viaje, tenía anteojos pequeños y cristalinos y finalmente las
mangas del vestido no eran lo suficientemente largas y dejaban las muñecas, con
sus respectivas heridas, al descubierto para ojos agiles.
—¿Qué
clase de monstruo te hizo eso? —comentó el hombre sentado al frente de la
chica, a un lado de la mujer amable. Probablemente su esposo, iban agarrados de
la mano y con anillos a juego, intuyó la chica.
Él,
a diferencia de su esposa, parecía un bárbaro, no era muy robusto pero podías
ver incontables cicatrices sus brazos descubiertos, cicatrices que verías en
los brazos de un soldado pero la ausencia de armadura y las ropas de viaje
desgarradas le daban un aspecto más caótico como el de un bandido.
—Vius,
no te metas en los problemas de otros —regañó su mujer.
—Estuvieron
quemando brujas en Drake —comentó el último integrante de la carreta —tanto tú
como la niña rubia tienen aspecto de ser Drakianos y tu nombre solo lo confirmó
¿Cuál es tu nombre niña?
—Nat
—contesto ella en menos de un segundo.
—Nombres
fáciles de decir, perfectos para el campo de batalla, seguidores de la
tradición de Drake de pelear con todas sus fuerzas contra el enemigo —se
acarició un poco la barbilla y agregó— tanto como para quemar a aquellos
“traidores” que adaptaron cosas que distinguen al enemigo, como la magia. Estoy
de acuerdo con que son monstruos.
Drake era uno de los condados más grandes, y
el principal ejercito del reino Kryl, nombrado así por el héroe que lucho
contra un demonio que se había robado la capacidad de la tierra de darle vida a
las plantas. La familia real de ese reino conserva ese apellido desde tiempos
inmemorables.
El
último ocupante de la carreta, sentado al frente de la mujer, solo podía
describirse como misterioso. Tenía una manta que cubría todo su cuerpo a
excepción de su cara, el cabello corto como el de un cadete y la estructura de
su cara era robusta. No se podía adivinar nada de él.
—Me
parece que los cinco estamos de acuerdo en esto —comentó el conductor— ya que
estamos con los nombres, el mio es Rofi, a sus servicios.
—Siasuricia
—respondió la mujer— Sería más simple si solo me dicen Sia, las tribus del bosque
tienen la tendencia de poner nombres demasiado complicados.
Las tribus del bosque eran un grupo de
nómadas que se mantenían al margen de el resto de la sociedad y sus problemas,
buscando solo vivir en paz, aunque tenían una afinidad mayor con la magia que
el reino más avanzado en la misma.
—Vaya
ironía, tenemos una carreta llena de enemigos —se burló el que aún no había
dicho su nombre— y sin embargo, a pesar de la nacionalidad están charlando como
si fueran los grandes amigos aunque era de esperarse siendo que todos somos
traidores.
—¡habla
por ti! —Vius se intentó levantar pero Sia le puso la mano en el hombro para
calmarlo.
—Un
drakiano viviendo con una maga que anteriormente era una salvaje y una drakiana
que estudió magia —se encogió de hombros— yo solo veo puros traidores.
—¿Cuál
es tu nombre y a quien traicionaste? —preguntó Sia afablemente.
—No
merezco ningún nombre, yo había traicionado a la humanidad y ahora me volví a
cambiar de bando. Definitivamente tengo algo que me mueve a apuñalar por la
espalda —el hombre parecía derrotado, no esperaba salir con vida de ahí.
—Saben
mi tragedia ¿por qué vienen ustedes? —preguntó Nat.
—Perseguimos
a un ladrón —respondió Vius.
—Persigo
a un asesino —respondió el otro hombre.
—Algo
que no entiendo, Nat —comenzó Sia— es la razón porque vienes aquí de todos los
lugares, hubiera sido más fácil tomar un viaje directo a Torah, muchos pasan
ilegalmente el borde ¿por qué arriesgarte a esto?
Torah era la urbe fronteriza, una ciudad
amurallada, perteneciente al reino de
Xaracan que se dedicaba principalmente a practicar la magia y vivía de ella
además de adorar a varios dioses y tener un constante refuerzo de la necesidad
del humano de cumplir sus propios deseos a costa de cualquier cosa haciéndolos
ver como monstruos ante sociedades más organizadas como la de Drake.
—Yo
voy a Llomus —respondió Nat, dándose cuenta lo fácil que era hablar con Sia.
—Ya
veo, Llomus, el pueblo dónde tienen la lengua de dios ¿no? —Comentó Sia
intentando hacer memoria —nunca he estado ahí.
Llomus era un pequeño pueblo ubicado
alrededor de un monte dónde se levantaba un enorme templo hecho para una mujer
de la familia principal de ese pueblo que nacería con la capacidad de poder
comunicarse con dios.
—No
te ilusiones que vas a poder pedirle algo a dios —comentó Rofi— la lengua de
dios murió y su hija no tiene la habilidad pero la encerraron de todas formas.
Malditos desgraciados.
—Aquí
hay demonios pero no hay dios —mencionó el hombre de negro.
—Eso
parece —Rofi estuvo de acuerdo.
—¿Podemos
acompañar a Nat? —pidió Sia a su esposo.
—Si
eso es lo que deseas —a pesar de que Sia le pedía permiso, parecía más bien que
ella tenía control sobre él.
—Si
nuestro otro invitado no tiene problemas, los llevaré yo mismo —añadió Rofi— ya
necesito unas vacaciones.
—Vayan
a donde quieran —mencionó el hombre.
Eran
un grupo carismático de gente que no encajaba en ningún lado pero al ser todos
iguales por diferentes razones, hicieron click y comenzó a nacer una amistad.
—Qué
mal que me acompañen, así sabrán que yo fui —pensó Nat respecto a la traición
que haría dentro de poco tiempo.
Personajes pintorescos y que muestran diversas personalidades y que se estan lanzando a una empresa individual que, casualmente los hace juntarse.
ResponderBorrarComo bien describes al final, son un grupo de parias que al tener en comun eso, de algun modo se llevan bien juntos. Me agrada mucho de verdad.
Otra cosa que me agrado muchisimo, es como se menciona brevemente una leve reseña de pueblos o lugares de los que se hablan, eso es genial. Así, te puedes hacer una idea de lo que trata esto.
Los dialogos los senti bastante naturales, muy llevadero todo para estar deambulando por un sitio que apesta a muerte y desolación.
Sobra decir que el dialogo final de Nat, deja mucho que pensar y abre más las expectativas.
Y las descripciones me parecieron no solo buenas, sino hasta bellas, piel de bronce, ojos color bosque, vaya, es otro nivel.
Una sola observacion, al momento de que todos hablaban, de repente me confundi porque solo se mencionaba "que la mujer dijo esto" y ya no entendia que mujer lo decia...
De ahi en fuera, no tengo más que agregar, salvo que, supongo ya debia el comentario.
Ya quieto leer lo que sigue.