Llevaba vagando un par de horas por la ciudad con Ivy sin
hablar de nada importante, ella de vez en cuando comentaba de lugares que solía
visitar y yo respondía pero después de lo ocurrido, era una conversación
mecánica e incomoda. Esto fue lo que pasó:
—¿llevas haciendo esto mucho tiempo? —cuestioné cuando
apenas comenzábamos a colocar lo que nos había encargado el hombre que Ivy
Idolatraba.
—Si, cada dos días —respondió— y por eso alternamos entre
el mundo vacío y el mundo normal.
—¿Mundo vacío? ¿Qué es eso? —pregunté.
—Cuando no hay nadie, cómo hoy —respondió como si fuera
algo obvio y lo admito, fue una mala pregunta.
—Entonces si no pones las mochilas, como ayer —me quedé
intentando adivinar que habría dentro debido a su increíble peso, pero no se me
ocurrió nada—, no hay nadie al día siguiente.
—Exactamente —completó ella.
—¿Y por qué no recuerdo yo ningún mundo vacío? —pregunté.
—Es algo raro, la mayoría de la gente se salta este día
hasta que nos contacta —respondió.
—ya veo ¿nunca te han dado ganas de ver que hay dentro de
las maletas? —ese fue el error que me llevó a esa situación.
—¡No! —gritó— ¿Por qué pensarías hacer eso? Él dijo que
no debemos ver el contenido y eso es lo que vamos hacer, es el único que sabe
bien cómo están las cosas y debemos confiar plenamente en su palabra ¿No crees?
Quien te crees que eres para cuestionar su autoridad si apenas llevas un día
aquí y él, por lo que me cuenta, lleva años repitiendo este día.
Parecía otra.
—Solo preguntaba —fue lo único que pude responder antes
de caer en completo silencio.
Sin nadie con quien hablar, una atmosfera tensa y
cargando toneladas en cosas que ni si quiera sabía que eran el día se estaba
haciendo largo, no parecía tener fin ¿Acaso ahora pretendía repetirse
infinitamente estas horas en las que nosotros ponemos quien sabe que cosa en
posiciones especificadas en un mapa sin si quiera saber como funcionan? Ya
extrañaba el sarcasmo y la locura de Veritas.
—Hay cosas que no deberías preguntar sin tener permiso
—comenzó a decir de pronto, haciendo eco, sin saber, de las palabras de
Veritas.
—Lo siento —proseguí a decir— No era mi intención dudar
de él, solo era por hacer conversación.
—Te creeré —no parecía muy convencida—. Pero ahora, como
pago ¿Podría hacerte una pregunta de esas?
—Depende que sea, así como tú no contestarías ningún
cuestionamiento de sus ordenes, yo tengo mis propios secretos —respondí.
Veritas me había dado un entrenamiento ágil pero efectivo para jugar con las
palabras del contrario al discutir.
—Eso es obvio —respondió— no me interesa tu pasado, me interesa
tu futuro.
—Me has enganchado, pregunta —dije al no saber nada mejor
que decir.
—¿Realmente quieres que el tiempo siga avanzando? —¿esa
era su pregunta? Tenía la respuesta más fácil y que ella probablemente podría
adivinar.
—¡Claro! Si no, no estaría aquí —me pareció ver como se
ensombrecía su mirada y volvía a su estado original en un abrir y cerrar de
ojos.
—Dije “Realmente” —Esclareció— me queda claro que al
menos haces el intento por volver a la normalidad pero ¿no hay algo en el
mañana que quieras evitar? En ese sentido este lugar es una bendición.
Más paralelos con Veritas.
—Si, hay cosas que quiero evitar pero no es como si fuera
a huir por siempre, encerrándome en un día —sería ridículo pensar así— creo que
debes enfrentarte a todo lo que viene.
—Tal vez no has sufrido lo suficiente para entenderlo
—nuevamente poniendo en juicio cuanto he sufrido, cómo si me conocieran o
pudieran leerme— pero a un ave se le enjaula para protegerla del exterior, no
para privarla del derecho de morir.
—Extraña lógica la tuya —critiqué— ¿Por qué la única
respuesta siempre es perder?
—Porque para algunos, así es —contratacó ferozmente.
—Siempre hay una opción —desafié.
—Claro que la hay, la muerte —se burló ella de mi idea—
aunque si de eso es lo que quieres escapar, no tienes de otra.
—Eso nos llega a todos, pero mientras morimos, debemos
ser lo que queremos ser —discutí.
—¡Ja! Como si hubiera oportunidad de hacer eso —ella se
giró, me dio la espalda y avanzó— dejemos de discutir y apurémonos, empezará a
llover en seguida.
En cuanto dijo eso, comenzó a llover. Decidí avanzar y no
decir más, solo había empeorado la situación, no debía enemistarme con las
únicas personas a las que tenía acceso.
—Eres el primer ciego que llega aquí, que abre los ojos —comenzó
a explicar—, el resto de nosotros tenemos una vida dura por delante y un pasado
doloroso por detrás, no nos queda nada más que sufrimiento en el mundo y aun
así luchamos fútilmente para cambiar eso.
Se escucho como algo caía al agua seguido de impactos,
como si alguien golpeara a otra persona.
—Guarda silencio —dije. Ella lo tomo a mal pero alcé mi
mano para evitar que protestara y corrí en dirección del sonido.
—¿A dónde crees que vas? —No, la escucharían, se irían,
lo sabía. Ivy, puede que no te simpatice pero deberías ser discreta si te pido
que lo seas porque es por tu propio bien.
Avancé hasta un callejón, la sensación de que nos miraban
invadió mis sentidos y desató la adrenalina. Deje caer la mochila que quedaba e
Ivy la recogió rápidamente intentando evitar que se mojara.
—¿Qué crees que haces? —preguntó a la vez que se
escuchaba otro golpe, sonido de metal al caer y pasos sobre nosotros. Estaban
en los techos.
—Hay gente con malas intenciones aquí —expliqué en un
susurro— están golpeando a alguien.
Era difícil de explicar cómo Isaías el bonachón, el que
no sabía lo que era el sufrimiento, sabía perfectamente cuando se le estaba
espiando, cuando lo querían muerto y cuando alguien sufría el castigo de otra
persona. No era una faceta de mí que me gustara recordar porque eso me hacía
volver a cosas aún más dolorosas pero sin duda, con enemigos como los que tuve,
sabía cuidarme.
Corrí a otra de las calles y por fin vi como un trio de
hombres, vestidos como el perfecto cliché de pandilleros, golpeaban a un
muchacho relativamente menor que yo.
—Deténganse —por los pocos instintos suicidas que
quedaban en mi, cargué contra el trio yo solo, pateando en la quijada al que
estaba sobre el muchacho, tacleando a uno contra la pared y lanzando un bote de
basura hacía el otro, que golpeaba al chico.
El muchacho se paró rápidamente, tacleo al que lo estaba
golpeando y comenzó a darle una paliza en el suelo, ojo por ojo. Yo por mi
parte me ví forcejeando con el que había empujado contra la pared pero logre
cogerlo de la frente y llevarlo de cabeza contra la pared, eso le hizo perder
el equilibrio y se derrumbo a mis pies.
Ahí había fallado algo, había tres hombres y solo había
dos incapacitados. Me dí cuenta de eso cuando el otro me acorraló contra la
misma pared que su compañero, pateo al muchacho en el pecho para dejarlo sin
aire y que el otro pudiera volver a superarlo.
—Maldito imbécil ¿Qué crees que haces? —dijo el que
estaba en el suelo, recuperándose— Eric no estará contento si sabe que tocamos
a uno de los suyos, larguémonos, el mocoso puede esperar.
El hombre dejo de intentar golpearme y se fue, jalando al
compañero que seguía golpeando al muchacho.
—Niño, afronta que no eres nadie —dijo uno de ellos al
retirarse, dirigiéndose al muchacho que estaba en el suelo, sangrando— ¿Cuántos
días van que intentas conseguir venganza? —se burló uno de ellos haciendo
cuentas con la mano— Afróntalo, tu amiguita no tiene futuro.
Me pareció ver cómo caían lágrimas de los ojos del
muchacho, podría ser un engaño provocado por la lluvia y mí recién hinchado
ojo.
—Ven —le dije, extendiéndole la mano para ayudarlo a
levantarse.
—¿Estás con ellos? —rechazó mi mano, se levantó y salió
corriendo con torpeza, incapaz de mantener una trayectoria recta debido al
aturdimiento.
—¡Espera, te equivocas! —Instintivamente, corrí detrás de
él, girándome para ver a Ivy y descubrir que ella había desaparecido en algún
momento del combate. Esperé que solo se hubiera aburrido y largado.
Lo intenté seguir, moviéndome entre diversas calles pero
al final, no lo encontré. Estaba totalmente solo, bajo la lluvia y sin paraguas
en la misma calle que había conocido a Veritas y, cómo si tuviéramos los dos
una conexión especial con ese lugar, ella apareció ahí
—¿Conociste a otra chica y te metiste a un pleito por
ella? —se burló Veritas mientras se acercaba a mi espalda, sonaba como si
trajera un paraguas. Me giré para verla— ¡Por dios! ¿Estás bien? Vamos, debemos
tratarte eso.
No dijo nada, me agarró de la mano y me llevó corriendo
hasta mi propio hogar, dónde abrió como si fuera el suyo y supo ubicar
perfectamente dónde tenía el botiquín. Supuse que había explorado
cuidadosamente mi habitación la noche anterior.
—Dios ¿qué te paso? ¿Te duele? —Ella rápidamente había
cogido algodón para limpiar las cortadas y estaba intentando ponerles una gasa.
—Unos sujetos golpeaban a un muchacho, me sentí héroe y
los ataque, procedieron a golpearnos a los dos hasta que vieron que estaba con
un tal Eric.
—Día difícil —ella sonrió cálidamente mientras continuaba
secando mi ojo— me gustaría tener hielo pero dudo que alguna tienda este
abierta sin necesidad de quien la atienda.
—¿Sabías que deciden a través del sufrimiento quien es
apto para estas repeticiones? O al menos esa es la hipótesis de Ivy pero
aparentemente yo la violo —comenté.
—No confiaría en nada que me dijera ella, ni su novio
—parecía que estaba desquitándose de lo que le habían dicho antes de
separarnos— Ella, no son sus ojos los que muestra y él, tiene ojos de
mentiroso.
—Desgraciadamente son los que más saben de éste mundo
—comenté.
—Así es—confirmó ella— tendremos que jugar su juego ¿Te
sientes lo suficientemente bien para acompañarme?
—Claro —respondí mientras me ponía en pie— Pero es algo
tarde, deberías volver a tu casa y mañana o más bien el siguiente hoy…
—¡Estoy en mi casa! — Qué.
—No creo que Ivy quiera…—fui interrumpido.
—No pretendo quedarme dónde me dijo ese hombre, no confío
en él ¿Acaso tu confías en él lo suficiente para dejarme ahí?
Dude un momento. Tenía un buen punto.
—No. —respondí a secas.
—Eres la persona más decente de aquí, al menos la que sé
que no me haría nada y por lo tanto, es la persona con la que cooperaré para
sobrevivir y a quien defenderé.
—¿Qué te pico? Esa amabilidad no la tenías los días
anteriores —me burlé un poco de ella.
—De los males el peor —oh— bueno, en marcha.
Salimos de la habitación, el aire hizo que me ardiera la
cara pero evité gesticular.
—¿Estás pensando que no es de hombres quejarse?— No se le
escapaba nada.
—Solo no quiero preocuparte —respondí sonriendo, algo
apenado por haber sido tan obvio.
Ella no dijo nada, frunció el ceño y avanzó.
El cielo estaba cubierto de estrellas pero aun así,
parecía que aún me quedaba día por delante.
Me agrada la forma que esta tomando esta historia y el desarrollo tan exagerado de algunos personajes, o tal vez la palabra sea descarado. Es genial a muchos niveles viejo.
ResponderBorrarDebo decir que el protagonista, me sigue cayendo genial y ahora adoro a Veritas y considero que es la pareja ideal para el protagonista, son un buen duo.
Avanza a buen paso y con buena velocidad y he de reconocer que me encanta que tu prosa es tan clara y digerible, es simplemente uno de tus mejores trabajos viejo.
Ahora si estare al pendiente de lo que venga.