octubre 26, 2012

Capitulo Seis: Los rostros del deseo. - Aunque tome toda una vida



Salieron del sitio los tres, como se diría en otras latitudes, como compadres. Al verlos atravesar la puerta, ánima se puso a un lado de stregone. Flogging encabezaba al grupo y Donovan iba en medio de los tres con el rostro pálido y sudoroso, parecía enfermo por el miedo, más no por eso, se hizo para atrás ante la nueva empresa que le había propuesto su socio.

Finiquitarían este problema de una vez por todas… eso esperaba, por lo menos.

—¿Qué planeas hacer exactamente mein freund?
—Realmente no lo sé aun —dijo encogiéndose de hombros y sin dejar de andar—. Lo que es seguro, es que no será fácil, así que, nuevamente necesitamos actuar rápido y de forma contundente.
—Esto sigue sin gustarme…
—Vamos, compórtate como el hombre que presumes ser —dijo stregone—. Ya basta de actuar como un cobarde, te ayudaremos.
—No estás solo —dijo la mujer, para sorpresa de los tres, incluso el filibustero se detuvo.
—Vaya amada mía, eso fue inesperado —dijo con sutileza el hechicero.
—Bueno, es la misión en la que nos ha embarcado dedos de oro —respondió de la misma forma seca a la que todos estaban acostumbrados, y los dejó atrás, puesto que jamás se detuvo, ni cuando lo hicieron ellos.
—Eso es algo más propio de ella —concedió el tahúr.
—No te preocupes, todo saldrá bien —dijo con calma el filibustero y reanudo su marcha.
—No lo entienden, esa mujer es un caso diferente. De todas las personas que podrían querer mi pellejo, ella es a la única que podría decirse que le temo…
—¿Podría decirse? —ironizo el mago poniéndose al parejo de los demás.
—Bueno, el asunto es que esta mujer tiene, mucho poder, por llamarlo de una forma…
—No es fuerte, debe tener entonces mucho dinero —dijo ánima, esta vez iba al lado de Flogging.
—No solo se trata de eso, pero si es una de sus fuerzas.
—Cada vez que haces una observación de esas, justificas el estar en este viaje mujer —dijo complacido el capitán.
—Espero que esta vez no use una espada —dijo el hechicero más a modo de suplica que de otra cosa.
—No, esta vez usa tú magia si lo deseas, porque será sin duda más peligroso —un cierto aire de excitación contenida se notaba en el filibustero—. Y en medida de lo posible, tú y ánima, pase lo que pase, manténganse lejos de peligro —mientras daba esas indicaciones, descargo su pistola y con una eficiencia admirable la rellenaba de pólvora—. Bueno, cuatro cañones listos para lo que venga —al hablar alzo su arma para contrastarla con la luz del astro mayor—. Déjenos a shamrock y a mí los golpes y las estocadas.
—Pero eso nos dejaría descubiertos —señalo ánima.
—De ninguna manera estarán descubiertos —dedos guardo su pistola entre su ropa, de la cintura saco otras dos pistolas que reviso de la misma manera que la anterior—. Yo y mi amici estaremos cuidándoles en todo momento —una vez revisados los cañones, los guardo nuevamente en su cintura, para esta vez agacharse rápidamente y sacar otro cañón a la altura de su tobillo izquierdo—, y espero que ustedes hagan su parte y nos cuiden la espalda a nosotros.
—Deberíamos reunir a los hombres si planeamos hacer esto —sugirió no muy convencido el tahúr.
—Es mejor atacar ahora, porque ella no se lo espera, seguramente piensa que estas huyendo y mucha de su gente debe estarte cazando. No podemos esperar, hay que atacar ahora —dijo con firmeza el capitán de la expedición—. Toma stregone —previa revisión, le puso en la mano una pistola, esta vez, era un arma más moderna—. Úsala con sabiduría, que solo tiene seis tiros.
—Pe-pero esta no es una de las pistolas normales…
—Es algo nuevo en tu repertorio, es un revolver ¿Cómo es que tú tienes un revolver?
—Es muy fácil ánima, en uno de mis tantos viajes a ese nuevo mundo, uno de mis contratistas me la dio como muestra de gratitud por mis servicios, además de mi paga. Es un arma de fiar, es solo que no me he acostumbrado a ella.
—Y quieres que yo la use, así como así, cuando jamás he usado ni siquiera una de las pistolas antiguas…
—Vamos, compórtate como el hombre que presumes ser stolto —Donovan le regreso la broma al hechicero a la vez que le dio unas palmadas en su espalda.
—Hemos llegado —anuncio la mujer de ébano.

Estaban a unos metros del lugar. Se escuchaba mucho ruido y la pensión estaba llena de luz, claramente no había tan poca gente como el filibustero pensaba. Todo apuntaba a que el combate sería más violento de lo esperado.

—Esto promete ser un nuevo reto —esta vez la emoción y el placer que bullía en el filibustero no pudo mantenerse oculto. Dio un paso delante de sus tres compañeros, poso su palma sobre el pomo de su espada y sonrió de una manera distinta. La luz de la luna en ese momento ilumino su rostro y por un instante, solo un fugaz momento, sus compañeros presenciaron la cara de la locura.
—¿Qué propones que hagamos ahora dedos de oro? —cuestiono el jugador poniéndose a su lado.
—Entrar y pelear hasta que nadie quede en pie —dijo con toda naturalidad el cuestionado.
—Debes estar bromeando, seguramente nos quintuplican en número —dijo con temor en su voz el mago.
—Eso es lo que lo hará más interesante —con elegante movimiento, desenfundo su acero—. Entrare yo primero, detrás de mi ira shamrock. Nosotros despejaremos la entrada y sus alrededores para que stregone y ánima cierren tras de sí y la traben. Nadie saldrá ni entrara después de nosotros, al menos no por allí —mientras daba las instrucciones giraba con habilidad su espada—. Así su retaguardia estará cubierta y solo tendrán que preocuparse del frente, que es donde estaremos nosotros.
—No suena mal —dijo la mujer, con ese mismo tono seco. Esta vez no se podía tener la certeza de si era honesta o sus palabras tenían un aire sarcástico.
—No sé si podremos hacerlo —el hechicero temblaba por el temor del combate inminente, por el embate de la muerte—. No sé si yo podre hacerlo.
—Por eso harás magia —le dijo Flogging mirándolo a los ojos—, y si se acercan mucho a ti —tomo la mano que tenia la pistola y la puso contra su pecho—, apuntas al torso, que es el espacio más grande, así será más difícil errar la bala.
—¡Maudire! ¡Y pensar que tu stolto tratabas de inspirarme confianza!
—Tranquilos —dijo el capitán imponiéndose un poco ante el caos que asomaba sobre las cabezas de sus compañeros—. Hoy, ninguno de nosotros morirá.
—De eso no puedes tener certeza.
—Oh, claro que la tengo mujer —de su cintura, de la espalda para ser precisos, el filibustero sustrajo otra arma de fuego, esta vez era una pistola de percusión—. Toma, esta es de un solo tiro, pero te aseguro que si la necesitas te salvara la vida.
—Yo no uso armas. Yo no fui contratada para esto —dijo la mujer mientras que con la mano apartaba el arma, rechazándola.
—No te pido que mates a nadie, solo que te protejas en dado caso que nosotros no lleguemos a tiempo. Eso es todo —dijo con tono comprensivo el filibustero—. Tómala, piensa que es como lo de la espada, no necesitas usarla, solo es para amedrentar.

Sin mediar otra palabra. La mujer extendió su mano y tomo el arma. La sopeso un instante y entonces se la guardo entre los pliegues de su blusón. Sin mostrar expresión alguna, sin siquiera suspirar, inescrutable.

—Bien, espero que ya estén listos…
—No lo estoy —dijo con temor stregone.
—Yo no me siento muy seguro de esto…
—Estoy lista.
—De verdad, te estás ganando un lugar en esta cuadrilla mujer —dijo sonriendo el capitán—. Muévanse despacio, no prometo que no seamos descubiertos, pero esta no es una misión de asesinato después de todo. Andando.

A paso lento y firme se acercaron al lugar. Utilizando las sombras y la luz de la luna como aliados para su carrera de sigilo. Mientras se movían entre barriles y cajas de viaje, Flogging les hacía señas para que centraran su atención brevemente en puntos de interés. Señalaba una ventana baja, o el techo del lugar, a algún guardia dormido en las puertas traseras o a dos borrachos recargados en la pared. Cosas a tomar en cuenta cuando el ataque comenzara, o se tuviera que emprender la huida.

La puerta del desitjo se encontraba abierta de par en par. Era evidente que no podrían sorprenderlos tanto como esperaban, pero, era lo de menos, realmente estaban jugando con fuego. Aun así, los cuatro se dirigieron sin titubear a la puerta, listos para hacerle frente a su destino.

Dedos entro sin miramientos ni tapujos. Ni siquiera sus compañeros esperaban un movimiento tan carente de ese sentido de autoconservación del que hacía poco el filibustero decía tener. Una ojeada rápida a la taberna fue lo que gano con esa aventurada aparición en escena.

No eran tantos como se lo pensaban, pero si eran bastantes. Tal vez eran superados 6 a 1, eso suponiendo que ánima era parte del grupo de combate. Jugando con la suerte y el factor sorpresa en su mano, dedos rápidamente atravesó con su acero a un tipo en la puerta y con una de sus pistolas despacho a otro que estaba cerca.

Como si todo se tratara de un intrincado plan de combate y no solo de la espontanea sensación de morir lentamente por exponer a lo salvaje el pellejo, todos actuaron. Fue un momento glorioso realmente.

Stregone entre preocupado y alentado por la maniobra de su capitán, irrumpió en escena con un impactante, pero no muy poderoso, golpe mágico de fuego. Una ráfaga de aire caliente cegó temporalmente a varios enemigos de las primeras filas, haciendo que se tropezaran y causaran más confusión de la debida. Ánima hizo su parte al entrar a un lado de su amada y… observar el escenario. Tras ellos apareció shamrock claramente alterado y carcomido por la incertidumbre de cómo se cerraría este capítulo de su aventura, pero eso sí, mantuvo el temple suficiente como para cerrar la puerta tras de sí y derribar a otro enemigo.

De ese modo los enamorados pusieron espaldas contra las puertas y cada uno dejo a la vista un flanco para defender. De hecho, ánima mostrando una vez más que su valor era su astucia y no su fuerza, atranco la puerta con un banco roto.

—A este paso de verdad te ganaras tú paga, porque tú lugar en esta aventura ya está más que justificado —dijo sonriendo radiante el capitán de ese ataque mientras apuntaba su acero a la yugular de uno de los rufianes del lugar.
—Hagamos esto rápido —dijo shamrock al filibustero—. Esto tiene que acabar ¡Ya!
Cette voix —se escucho la voz de una mujer. En ese instante se hizo el silencio — ¡Trefle! —grito la mujer.
—Es ella —dijo quedo y lívido el pirata.
—¡Muéstrate mujer! —exigió Flogging mientras despachaba a uno de sus compinches.

Otro de los camaradas a sueldo se iba ir sobre Flogging, pero fue abatido por una bola de fuego que le dio de lleno en el pecho. Todos los malandrines estaban con las espadas en alto a la espera del menor movimiento para empezar el zafarrancho de cortes y sangre.

¡Quitter! —se escucho a la mujer gritar nuevamente. Poco a poco todos los delincuentes y espadas a sueldo se hicieron a un lado, haciendo un semi-círculo alrededor de una de las mesas del centro del desitjo. La mujer de las pesadillas de Donovan estaba en ese lugar, de pie con un tarro de espumosa cerveza en su mano derecha, y en la izquierda con una ballesta apuntando al grupo del filibustero.

—¿Es esta la mujer que buscamos? —pregunto dedos a su compañero de correrías, ignorando que posiblemente una flecha llevaba su nombre escrito en la punta.
—Es ella —shamrock para sorpresa del hechicero, recobro en el acto el valor cuando la reconoció. Fue como si le hubiese tallado un rostro nuevo. Ahora ese era el pirata de la fortuna del que tanto se hablaba entre suspiros o maldiciones —. Desire —pronuncio fuerte y claro la palabra, mirando a la mujer incluso por encima de la temible ballesta.
Trefle —contesto ella con una inclinación de cabeza y alzando el tarro de bebida.
—Creo que son amigos —le dijo el hechicero a su amada.
—Son más que eso —afirmo seca la mujer, como era su costumbre.
Trefle —la mujer dio dos pasos al frente y sonrió—. ¿Has venido a entregarte? —cuestiono.
—No desire, he venido a poner fin a este juego de persecuciones —dijo tajante el tahúr.
—No, no, no mon amour. Esta charada no acabara hasta que yo lo decida…
—No quisiera contrariar a nadie aquí realmente, pero —de un certero golpe de espada Flogging despacho a otro mercenario—, esto se tiene que acabar ahora.
—¿Quién es el trefle? —pregunto la mujer sin inmutarse en absoluto.
—La belleza también cansa desire —dijo con fastidio el tahúr, para asombro de sus compañeros masculinos y todo el que conocía su fama de mujeriego—. El es dedos de oro. Cuando saliste a darme caza—una esfera de fuego paso a su costado derribando a un gandul que trataba de atacarlo por sorpresa—, debiste hacer mejor tu tarea femme.
—Sí, de nada cretino —refunfuño el hechicero, ofendido porque su acción paso inadvertida.
 —¡Oh dedos de oro! —Exclamo un poco sorprendida—. Yo duplicare la cantidad que trefle le prometió si me ayuda a capturarlo —lo dijo con un tono de voz frio y calculador, sin pestañear siquiera.

Se hizo un silencio incomodo en el recinto. Incluso los forajidos de la mujer se quedaron de piedra ante la propuesta. Ofrecer duplicar el precio de tus servicios sin siquiera saber una cifra aproximada era una locura, más tomando en cuenta que el sujeto al que se le ofrecía tal oferta era alguien de renombre.

Shamrock no cambio ni un poco su expresión, dio tres pasos hacía desire y en su andar derribo a dos truhanes por el mero placer de descargar su ira en alguien. Algunos de los bandidos a sueldo de la mujer se abrieron a los costados y otros se acercaron lentamente a los enamorados. Otro par de pasos dio el tahúr, pero entonces, Flogging le poso la palma sobre el hombro.

—Lo lamento, pero mis servicios no están más a la venta de nadie, ni siquiera de un mejor postor —dijo el filibustero con una sonrisa en sus labios, como si fuera otro negocio más y no el vestíbulo a su muerte—. Además, se que no es común, ni en los de mi calaña ni en los alrededores, pero —su expresión se volvió de súbito dura como piedra, incluso parecía que de sus pupilas brotaba un odio invisible hacía la mujer—, yo conozco la lealtad.

Esta vez el silencio dio paso a varias exclamaciones de sorpresa. Huelga decir que en ese momento, stregone y shamrock se sintieron más seguros y confiados con dedos. Fue como si de repente lo vieran como otra persona, incluso ánima reconoció al tiempo que ella sintió empatía por el navegante.

Mon cher trefle, que tierno —se burlo la mujer.
—¡A un lado dedos!

Reaccionando para sorpresa del filibustero más rápido que nadie ni nada, shamrock empujo con su cuerpo a su camarada de viajes, justo a tiempo para que dos flechas no le quitaran la vida, pero no tan exitoso como para evitar que se le incrustaran en el cuerpo al tahúr.

¡Trefle! —grito la mujer con un dejó de angustia en su voz. Cabe señalar que gracias a la tensión acumulada y a que la mayoría de sus espadas a sueldo no tenían idea de lo que ella decía, esa palabra se interpreto como una orden de ataque.

Y así, comenzó la locura.

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