Lo que restaba de los bandidos fueron poseídos por la energía del caos y con todo gusto permitieron que sus aceros y sus cuerpos fueran herramientas de este agente de destrucción. Aunque la fuerza enemiga había sido minada en parte, aun quedaban suficientes rivales para causar problemas.
Shamrock
por el impacto de las saetas termino hecho un
ovillo en el piso, entre una mesa que víctima del peso del pirata, se partió en
dos. La agresora no salía aun de su asombro, por la forma en que sus ojos se
desorbitaron con miedo y su tez palidecía, todos jurarían, si es que prestaban
atención, que no solo no era eso lo esperado, sino que además, no quería herir
a ese hombre.
Dedos
de oro por su parte, salió de la
sorpresa en un segundo, ni siquiera miro atrás. Con la soltura a la que estaba
acostumbrando ya a sus camaradas, despacho a dos sujetos en el acto que se le
acercaron. Sus golpes empezaron a ser contundentes. Una estocada en el pecho y
otra en el estomago, basto. Sin dejar que se acumularan enemigos, enterró el
acero en un banquillo con presteza. Raudo detrás de su cintura tomo su pistola
y descargo contra un tipo que ya estaba por rebanarle la cabeza. Tomo su acero
con todo y el banco y lo destrozo en la cabeza de otro tipo. Su pecho se
agitaba de tal manera que parecía que explotaría por la presión de su aliento.
Las gotas de sudor perlaban su frente y otras simplemente escurrían pos las
puntas de su barba. Todo en el parecía estar extralimitándose, con excepción de
su rostro, los ojos del filibustero estaban invadidos por una furia que pocas
veces se había visto en otro hombre. No era miedo o locura, era odio.
—¡Levántate ya y ayuda a los otros dos! —bramo la
orden el filibustero.
—No pienso quedarme aquí para siempre eh —con
esfuerzo y dolor, el tahúr se incorporo con acero en mano.
—Así me gusta.
Entonces, tres rufianes saltaron sobre dedos. El primero fue desarmado
limpiamente. El segundo con el peso de su cuerpo desarmo al capitán e hizo que
se tambaleara. El tercero aprovechando, enterró su acero en las costillas del
filibustero, no mucho, porque al contacto de la espada en su piel, el
filibustero la sostuvo con su otra mano. Aunque el apostador sentía su cuerpo
débil por las heridas, al ver que el filibustero estaba en apuros hizo acopio
de fuerza y se fue hacía él para brindarle el apoyo de su arma.
Y a pesar de todo, no pudo ayudarlo.
De un cabezazo dedos de oro le rompió la nariz al segundo rufián, derribándolo.
Con la frente bañada en sangre ajena y su costado derecho manando el mismo
fluido vital, se dejo caer para zafarse de la estocada. Tomo como pudo su acero
del piso e hincado encajo su arma en el primer sujeto, esta vez en el pecho y
sin miramientos. El tercer bandido fue tras él, con la espada en riste listo para decapitarlo.
—¡Basta! —grito hecho una fiera el filibustero.
Tomando con ambas manos su acero, dio el golpe fatal. La estocada entro por la
quijada y salió por la nuca del enemigo, matándolo en el acto.
Fue algo que sorprendió a todos, porque, solo
hasta ese momento, se percataron de que el filibustero, y todos sus hombres al
menos, atacaron para herir o inhabilitar a los enemigos, ese, era el primer
ataque a matar.
—“A la muerte se le toma de frente con valor —dedos de oro tomo del piso una botella
de licor. Le dio un buen trago y la alzo a modo de brindis mientras observaba a
la mujer que estaba causándole tantos problemas—, y después se le invita a una
copa.” —Finalizo a la vez que lanzaba a los pies de la mujer la botella.
—Ha citado a un escritor —dijo sorprendida ánima.
—Creo que eso es lo que menos debería
preocuparnos —le reprendió ligeramente su otra parte.
—Pero es un escritor, no pensé que el leyera —dijo
mientras lo miraba.
—Bueno, tú también deberías darle crédito —dio la
vuelta para verla a los ojos—, como él hace —el mago profirió un gruñido
apagado cargado de molestia más que de dolor—… contigo —la cara de su amada le
miraba llena de sorpresa el abdomen, entonces él dirigió sus ojos en la misma
dirección y observo horrorizado la punta de una espada atravesándolo.
—¡Dante! —Grito fuera de si la mujer al ver a su
amado herido —. ¡Tú no! —cuando vio al malhechor sonriendo impávido, la mujer
tomo de su ropa la pistola que dedos le dio antes y descargo el plomo en el sujeto.
La explosión le dio de lleno en el pecho lanzándolo contra otra mesa que
destrozo por el peso de su cuerpo.
Llena de emociones, cosa rara hasta el momento en
ella, la mujer se arrodillo y puso sobre sus muslos la cabeza del hechicero. Le
acaricio las mejillas y le proveía de palabras dulces y cariñosas con cada
caricia renovada. Uno de los maleantes aprovecho eso para acercarse, pero, sin
previo aviso, una bola de fuego le dio en la cara derribándolo.
—Tenemos que seguir —dijo el hechicero armado de
un nuevo y desconocido valor.
—No puedo hacerlo —dijo ella, sus labios
temblaban y sus ojos estaban llenos de lagrimas contenidas, fuese por orgullo o
por inexperiencia en el llanto.
—Si no lo hacemos, nos mataran amada mía, o
mataran a uno de nuestros compañeros.
—No te muevas por favor, Dante, no lo hagas —suplico
la mujer.
—Tenemos que seguir —el hechicero, hizo acopio de
fuerza y valor, poniéndose de pie—. No podemos defraudar a nuestros compañeros —dijo
forzando una sonrisa en su rostro bañado en sudor por el dolor y el esfuerzo.
—Stolto
haz caso a la mujer y recuéstate, dedos ya
se ha encargado de varios y yo no me quede a descansar precisamente —el tahúr
peleaba con valentía y torpeza. Aunque su herida chorreaba más y más sangre,
eso no le impedía repartir estocadas.
Desire,
regresando a la situación y a sí misma. Tomo su
ballesta y apunto nuevamente, esta vez no fallaría ni heriría a la persona
equivocada. Delante de ella, dedos de oro
se batía con dos esbirros. A un costado se encontraba shamrock haciendo lo propio contra otro tipo. En la entrada, el
mago se encontraba recargado contra la puerta, llenándola con su sangre, pero
eso sí, lanzando encantamientos. La mujer de ébano estaba a su lado, le
sujetaba del cinturón y el tenia un brazo atravesado por sus hombros,
claramente ella era su apoyo.
—Elle —dijo
con un peculiar acento—. Ce
boulon est pour elle —dijo con malicia mientras recargaba su
ballesta y apuntaba a matar.
Dedos despacho al último de sus
dos rufianes. Miro a su alrededor un momento, principalmente para recuperar el
aire. Jadeaba como perro, pese a su fortaleza y destreza, lo sabía, estaba
muriendo, y si no finalizaba esta empresa, moriría antes de realizar su deseo.
Tras de sí estaban los usuarios de magia, esos dos jóvenes que de
verdad estaban enamorados, pues, para nadie pasaba desapercibida la mirada de ánima y el cómo sufría por stregone. A un lado se encontraba shamrock, peleando como el mejor,
dejándose de teatralidades y fanfarronadas y permitiendo que su única lengua
fuera su acero. Y delante de él, esa mujer.
Justo cuando la miro, la saeta mortal pasó a su lado, pudo sentir como
cortaba el viento al pasar.
Shamrock
de un corte limpio finalizo con su combate. El
enemigo cayó de rodillas delante de él. Vio la flecha pasar veloz por el centro
del lugar y la rabia lo poseyó. Saltando entre mesas y bancos rotos, se dirigió
hacia esa mujer, al mismo tiempo que su capitán lo hacía.
La flecha se incrusto en su piel, pero no grito
ni se quejo, fiel a la imagen que se forjo, gruño como animal herido y la miro
a los ojos, sonriendo, entonces, sin palabras, sin pantomimas y sin recuerdos
hermosos o palabras finales memorables, Stregone
se desplomo. Ánima sujeto a su
amado, pero presa de la inconsciencia y ella carente de fuerza, no pudo
sostenerlo y el joven hechicero se derrumbo en el piso, con una sonrisa en los
labios y una saeta en la espalda.
Dos espadas a sueldo más salieron a dar la cara
por su contratista. La mayoría de ellos estaban tirados en el suelo,
inconscientes o heridos. La cuenta de muertes se elevaba a dos, y corrían por
la cuenta de dedos de oro.
Precisamente el filibustero le hizo frente a los dos sujetos. Al primero lo
fulmino con un disparo al pecho. Al otro sujeto le dio un culetazo en el
rostro, posterior a eso le propino tremendo rodillazo en el estomago, el golpe
encorvo al enemigo. Teniéndolo a su merced, el filibustero le dio un potente
golpe con el pomo de su espada a la rodilla, partiéndosela en pedazos y remato
la faena atravesándole el hombro a la altura de la clavícula, dejándolo
incrustado al piso de la taberna.
—C’est la
fin, mon amour —dijo desire con
saña mientras ponía en la sien del filibustero su ballesta—. Te tengo —dijo con
suavidad, casi en un susurro.
—No lo creo —respondió desafiante dedos.
—Y no es así —shamrock
le dio en la mano a la mujer un puñetazo, haciendo que soltara su arma—. Te
tengo yo a ti, desire.
—¡No tienes nada trefle! —Bufó la mujer llevándose la mano a la cintura —¡Te hare
pagar todo lo malo que me has hecho! —en el instante que desenfundo, dedos la desarmo a mano limpia.
—Esto explica un poco el porqué de tú sobrenombre
—bromeo el tahúr.
—Es toda tuya amici
—dijo con un hilo de voz el filibustero, para después, dejarse caer al piso
complacido.
—Ya no hay nadie que dé la cara por ti desire ¿Qué Harás? —cuestiono el jugador
—. Y ya no intentes más trucos —con delicadeza, puso la punta de su arma en la
yugular de la mujer—, ya sabes cómo soy, si haces algo que me asuste, puede que
no reaccione de la manera adecuada… y termine matándote —dijo con tono duro y
fulminante.
—Tendrías que matarme trefle —el tono frío de su voz tomo por sorpresa al apostador—. Si
no lo haces, si se te ocurre dejarme, como has hecho tantas veces mon amour, seguiré persiguiéndote, sin
descanso y sin tregua.
—No juegues conmigo mujer —temblaba por contener
sus impulsos, o quizás sus temores.
—Tú sabes cómo es esto. Basta con unas cartas, mi
sello y un par de palabras en el papel y de nuevo, empezamos el juego —dio un
paso haciendo que el metal le apuñalara un poco la carne, la tensión de la piel
en cualquier momento cedería—. Desapareces, contrato más mercenaries, te busco y te encuentro —otro paso, la tensión se
rompe, la piel sede, la sangre acude al llamado, como ha hecho desde tiempos
ancestrales. Ella se muerde los labios, aguanta el dolor, lo resiste. Sonríe
seductora, pero distante—. Nos confrontamos, tú ganas, como siempre crees que
terminas haciendo, me tienes en tus manos, justo como ahora. Tú decides mi
destino ¿Qué elegirás esta vez? —Un paso más, el acero se incrusta más en la
nívea piel de la mujer.
Donovan es un pirata, una persona conocida por
sus trampas ingeniosas y una lengua afilada y tan mortal como una espada.
Donovan, conocido como shamrock es
todo lo que un pirata se dice debe ser: es temerario, es embustero, vive la
gran vida del vino y las mujeres, no hay nada ni nadie que lo ate y parece, que
es tan libre como el viento. Lo que todos olvidan mencionar, es que Donovan shamrock, pese a todo y contra toda
regla y pronostico, es un hombre que peca de tener a veces, un noble corazón.
Él da un paso atrás, para liberar del filo
aniquilador a la mujer. Suspira. Sabe que esta derrotado, como siempre. Pensó
que esta vez ganaría, como siempre. Ella es más lista, más que cualquier muer,
y más que él. Es un ciclo infinito. Su cuerpo tiembla, porque teme que sea
verdad, que esta historia, su historia, amenaza con ser un relato que jamás
conocerá un final. Y eso, le aterra.
Conocedora de su victoria, la mujer de nívea tez
que responde al seudónimo desire,
hace lo que su mote, tiene presente que sus deseos, siempre se hacen realidad.
Triunfante, con elegancia acaricia la mano del pirata, de modo que al hacerle
el gesto romántico también hace a un lado el arma que la amenazaba, que le
quitaba su libertad. Ya no más. Suspira. Ha vencido. Los venció a todos. Da un
paso, el que representa su victoria, la cúspide de esta pelea…
Y entonces, antes de que toque el suelo, es
sujetada con firmeza, del tobillo. Mira al piso y un maltrecho dedos de oro la sostiene con fuerza. La
presión en su tobillo es tal que lastima, va más allá de solo frenarla o
incordiarla, le duele. Lo peor no es eso, sino que, es el anuncio de que esto
aun no ha terminado, de que todavía no ha vencido.
—Vendrás con nosotros —dijo dedos con un tono de voz apagado, pero perfectamente audible.
—¿Qué? —atino a cuestionar el tahúr,
principalmente por la sorpresa de tal, no propuesta, sino orden. Pues con ese
tono de voz, fue que dedos sentencio
a la mujer.
—¡Ánima a
mí! —exclamo al tiempo que erguía la espalda, para estar por lo menos sentado
en el piso.
Por primera vez, la mujer de ébano no respondió.
Ella estaba aferrada al cuerpo de su amado. Acariciaba con dulzura su pelo, y
no paraba de susurrarle en una lengua antigua. No se entendía lo que decía,
pero nadie estaba tan sordo como para no entender, por el tono, que se trataba
de palabras de amor.
—Shamrock,
ve por stregone y cuídalo —en un
renovado esfuerzo, el filibustero pudo hincarse. Soltó el tobillo de la mujer,
para sujetarla entonces de la muñeca—. Ánima, te necesito.
—¡Suéltame punaise!
—Exigió la mujer y le dio una bofetada al filibustero.
—No —contesto, lamiendo la sangre que manaba de
sus labios partidos por tremenda bofetada—. A menos que me mates —dicho eso,
pateo lo más lejos posible el acero cercano—. Tampoco te lo pondré tan fácil —la
sonrisa bañada en carmesí no se hizo esperar, eso, solo irrito más a la mujer.
Donovan con esfuerzos y dolores se puso al lado
de stregone. El hechicero se veía más
joven que antes, contrario a lo que esperaba, aun respiraba. Eso, para su sorpresa, lo alegro. También contribuyo a esa
felicidad, casi orgullo, que el joven en vez de tener el rostro pasivo o
tranquilo, parecía molesto. Tenía las cejas fruncidas y la mandíbula apretada,
se estaba convirtiendo en un guerrero sin duda. Le dio un par de bofetadas,
suaves, pero con la suficiente fuerza para hacerlo regresar. El hechicero miro
contrariado a su aliado. Nervioso, miro a los lados, se incorporo a pesar de
que eso contribuyo a la pérdida de sangre, pero, se tranquilizo al ver que ánima estaba ahí también, sana y salva.
—Antes de que llegues aquí, toma una espada por
favor ánima. Y démosle prisa a esto,
que en cualquier momento podría sorprendernos otra parvada de estas aves de
rapiña —dicho eso, el filibustero empujo como pudo a la mujer para que empezara
a andar—. Yo no podre escoltarte hasta nuestra guarida, pero estoy seguro que ánima lo hará con gusto.
—Quiero matarla —dijo la mujer de ébano con la
voz llena de ira.
Silencio absoluto. Los puños de la adivina
estaban blancos, por sujetar con tanta fuerza la espada. Nadie dudo ni por un
solo instante de sus palabras, todo su cuerpo clamaba el mismo deseo. Flogging
observo por un instante al tahúr y comprendió, que no podía permitirlo, por lo
menos, no en ese momento. Eso es lo que el creyó leer en el rostro de su
camarada.
—Ya tendrás tu oportunidad —nuevamente, empujo a desire, al encuentro con ánima—. Si esta mujer es lo bastante
tonta como para darte la oportunidad, tentando a la suerte, tú misma podrás
matarla. Por eso es que te he pedido a ti que te “encargues” de ella.
—¡No hare lo que tú quieras truhan! —la mujer de
negro cabello y nívea piel lanzo una tremenda bofetada a Flogging, que de nueva
cuenta, recibió de lleno en la mejilla sin intentar bloquearla o evitarla
siquiera.
—¿Ya te sientes mejor? —cuestiono indiferente—.
Espero que notes que esto no hará la diferencia. Tal vez, puedas poner contra
la pared a shamrock por todo lo que
los ata o por las razones que quieras, pero, conmigo no va ser el caso —otra
bofetada le dio en el rostro, pero esta vez no se movió—. Tú no tienes poder
sobre mi —remarco sus palabras— ni sobre nadie de mi tripulación, ya no más,
por el contrario —con firmeza pero sin lastimarla, el filibustero le detuvo la
mano que con saña se preparaba a dar otra cachetada—, yo que soy ahora tú
capitán soy el que tiene influencia en tú camino.
—No sabes con quien estas tratando —dijo entre
dientes la mujer mientras forcejeaba como posesa.
—No lo sé y no me interesa —le soltó la mano con
delicadeza mientras la miraba a los ojos—. Solo tengo bien presente que no
podremos dejarte aquí, y que si quiero evitarle problemas a mi camarada,
tendrás que venir con nosotros, viva —puntualizo—. Quién sabe, con suerte
podrán arreglar sus diferencias en altamar o te tiraremos por la borda si shamrock lo pide.
—También podrías resbalar por la borda o amanecer
apuñalada misteriosamente —dijo mordaz ánima
mientras le encajaba con rencor la espada en las costillas,
—Muchas cosas pueden pasar —Flogging se detuvo un
momento sobre un pilar de la taberna, necesitaba aire y atenderse cuanto antes
esas heridas—. Ahora, shamrock y stregone
vayan delante, ánima y desire tras
ellos, y cuidado con querer escapar y morir en el intento y yo iré al final.
Confió en que ya saben dónde está el local de Horace ¡Andando!
El apostador destranco la puerta y como pudo
salió casi arrastrando al hechicero que poco o nada cooperaba para moverse.
Detrás de ellos y casi enseguida, salió desire
con ánima picoteando sin piedad
alguna a la mujer en la espalda, a la menor intención de virar la ruta, le
encaja de una manera mordaz la espada y le susurraba palabras violentas,
realmente no le agradaba. Dedos de oro a
casi nada de ir a rastras los seguía. Se recargaba en las paredes,
arrastrándose por ellas, varias veces espanto a los animales nocturnos de la
isla y en contadas ocasiones derribo macetas o barriles que se interponían en
su andar. Fue cosa divina que llegaran hasta la taberna sin ningún
enfrentamiento, y todos vivos, al menos hasta el umbral de la puerta, donde dedos se desplomo.
A partir de ese instante, todos hicieron de
manera natural su parte de las labores. Pese a sus deseos de correr al lado de
su amado, ánima apretó más el pomo de
la espada y se lo planto en la espina a desire.
Horace al verlos ahí afuera hechos harapos de carne, los hizo pasar,
después metió arrastrando a dedos. Cerró
el local con llave ya que todos estaban dentro. Tomo correas y cuerdas para la
nueva compañera de tripulación y con ayuda de la mujer de ébano y sus artes
místicas, empezó a tratar las heridas de todos.
Fue cosa de toda la noche, sin descansar, pero
tampoco sin menguar esfuerzos.
Donovan despertó pasado el mediodía. Principalmente
por el olor a cerveza de barril y al estofado de cordero. El dolor en ese
instante le recorrió todo el cuerpo, pero se clavo estratégicamente en las
partes más afectadas. Apretándose con fuerza el hombro y la clavícula, hizo de
tripas corazón y se incorporo. Lentamente, como si midiera la distancia con
temor, desplazo los pies de la cama al frio piso de madera de la pensión.
Haciendo a un lado el malestar se puso de pie y camino fuera de la habitación.
No era un lugar muy grande, pero, contando la habitación del dueño, el sitio
constaba de seis cuartos de alojamiento, cada uno con dos camas… lo que le
hacía cuestionarse ¿Porqué carajos
amanecí solo en ese cuarto? Ya lo descubriría.
Al meterse a la primera habitación encontró a desire atada y amordazada a la cama. Se
notaba que había luchado para liberarse, dado que las sabanas estaban hechas un
desastre y las correas y sus muñecas en especial, en una extraña posición.
Viéndola así, a pesar del escenario salvaje, dormida tan apacible, no parecía
una mala mujer. Él lo sabía, pero por lo sucedido esa noche, dudaba que los
demás lo entendieran. Es muy complicado
dijo en un susurro agachando la cabeza y continuando su andar por las
habitaciones. No sin antes, dar una
última mirada a la mujer que ahora estaba atada como bestia.
Aunque el malestar aumentaba a cada instante, no
le importo, no regresaría hasta corroborar que todos sus camaradas estaban aquí
y en las mejores condiciones posibles. Era raro para él realmente preocuparse
tanto, pero después de esa noche, no podía evitar sentir cierta estima por las
personas que arriesgaron por el su vida, aun teniendo la opción de negarse.
Al pararse en el umbral de la puerta de la nueva
habitación, observo a la mujer de ébano. Stregone
estaba despierto, acariciando el cabello de su amada, que dormía recargando
el torso en la cama y lo demás de su cuerpo en una silla. Se paso la noche en
vela atendiendo a su amado y el agotamiento pudo más que ella.
—Venga stolto,
que noche la de anoche ¿eh?
—De nada —respondió el joven con una sonrisa
sincera en el rostro.
—Yo no te di las gracias —dijo testarudo el
tahúr.
—Se que tras esas palabras, eso es lo que querías
dar a entender. No tienes que ocultarlo amici.
—Bueno al carajo lo que tú pienses —el apostador
escupió al suelo, pero de poco sirvió esa treta. La sonrisa del hechicero no se
desdibujo ni un poco—. Vaya que se puso como loca esa mujer cuando te hirieron —trato
de desviar el tema.
—Me ama —la sonrisa se borro dando paso a una
expresión dura y desaprobatoria—. No le encuentro lo divertido stupide.
—Vaya incluso lo dijiste en una lengua distinta
para que tuviera más impacto. Mira, tranquilo stolto no vine aquí a ofender a nadie ni a ninguna relación o lo
que sea…
—Me gustaría que entendieras, que entre nosotros
hay algo. No solo yo me lo imagino, ella también lo siente. No porque mi anam no vaya por la vida haciendo
representaciones baratas de amor, no significa que no me ame.
—Como dije, yo no vine a poner nada en duda —shamrock empezaba a sentirse mal, ahora
emocionalmente también, pero, por el enojo del trato que el hechicero le daba—.
Así que no tientes a tu suerte…
—No tiento a mi suerte desgraciado —con
delicadeza se quito a su amada y la deposito a un costado suavemente—, yo solo
requiero estar sentado para freírte la maldita cara. No me vengas con
fanfarronerías.
—Yo no necesito ningún arma o magia para matarte
tampoco, me bastan este par de manos.
—¡Retracta y di que me ama! —el hechicero alzo la
palma derecha y un brillo naranja empezaba a formarse en el centro.
—No quieres llegar a esto, realmente ni tú ni yo
queremos llegar a esto… —mirando en toda dirección, el tahúr dio con una
espada. Ágil como el solo la alzo con el pie, pese a que por el movimiento
brusco abrió sus heridas— ¡No quieres que te mate!
—Maldita sea, contrólense los dos —de un puñetazo
en la nuca tiro al pirata al piso—. Estas muy débil como para hacer estos
teatros… —con fastidio, miro al mago—. Tú también estas muy débil idiota —se
quito un trapo humedecido que llevaba al hombro y usándolo como látigo le dio
un golpe a la cara al hechicero—. No me hagan subir de nuevo, o esta vez hare
algo más que tranquilizarlos —se dio la vuelta y se puso el trapo al hombro—. Dedos no me paga tanto como para ser
niñera de estos tontos…
Se hizo un silencio absoluto. Incluso ánima que ya estaba despierta, percibió
la tensión entre esos dos y permaneció callada. Donovan apenado por cómo fue
abatido, se puso de pie como pudo y se planto a los pies de la cama del
hechicero. El joven mago con la cara enrojecida por el golpe lo miro, también
apenado por su patética derrota.
—Tienes razón —al fin rompió el encantamiento de
silencio el tahúr—. Yo pensé que solo tú amabas a esta mujer. No me imagine que
fuera correspondido, al menos no en la misma intensidad que tú lo mostrabas, lo
lamento.
—Me basta con saber que soy amado —dijo aun con
ese tono petulante el mago.
—Al menos hasta hace poco —intervino la mujer—.
Antes creías que no te amaba, hasta hace un par de meses. ¿Por eso es que
Horace vino a callarlos? Peleaban por el amor. Por nuestro amor —dijo señalando
intermitentemente al mago y a ella—. De verdad son unos tontos —dijo
fastidiada.
—No tolerare las burlas de nadie, menos hacía mis
sentimientos…
—Eres un niño aun stregone —ánima parecía
molesta con el mago—. Para empezar shamrock
ya se disculpo. No fue la mejor disculpa, pero fue honesta…
—Pero alma mía…
—Y según tus propias palabras, lo que importa es
que tu sabes que me amas —dijo imitando la voz de su amado—. Dos errores —esta
vez señalo a los dos sujetos—, no hacen un acierto.
Sin decir más y fulminando con la mirada al
convaleciente en cama, la mujer salió de la habitación y se dirigió a las
escaleras. Le dolía todo el cuerpo por dormir en tan mala posición. Al pasar
por la puerta de la nueva camarada de tripulación, no pudo evitar ver como la
mujer forcejeaba para librarse de sus ataduras.
—Bonne
journée —saludo de una manera placida, como si no fuera prisionera y
saludara a la dama del servicio—. No tienes que disculparte, todos los hombres
son unos idiotas. No los culpo por haberme despertado.
—Ni yo, ellos no tienen la culpa de que sigas
viva —la mujer de ébano lo dijo con su tono indiferente, pero ni siquiera eso
pudo esconder su resentimiento.
—No, no, mon
amour. No es culpa de nadie más que de su capitaine que yo siga aquí —por todos los medios, la mujer trataba
de sembrar la semilla de la cizaña.
—En todo caso es culpa de shamrock que estés aquí —desire
no pudo evitar sonreír al escuchar eso. Ánima
sonrió también—. No te hagas la idea equivocada, no lo juzgo, de hecho,
creo que puedo entenderlo —se acerco a la mujer y puso su palma sobre su boca,
el contraste de los dos tonos de piel era realmente llamativo—, el te ama, por
eso no puede matarte, pero algo hay que hace que huya y que tú lo persigas —los
ojos de la prisionera se abrieron grandes por la sorpresa de tal revelación—. Y
tú lo amas, por eso solo lo persigues, sino, no me cabe duda que ya lo habrían
matado —deslizo su mano por el rostro de la mujer. Entonces le dio unas
palmadas en la mejilla, de manera condescendiente—. Es fácil saberlo por cómo
te mira, por como lo miras y como el uno se preocupa por el otro. Entiéndelo,
el amor es un sentimiento tan noble y honesto que ni las ratas más viles pueden
esconderlo —sentencio—. Y el día de hoy, tienes suerte de ver otra vez el sol,
porque dedos de oro es lo bastante
listo y humano como para entender que hay entre ustedes, o intuirlo por lo
menos, y no matarte —la zahorí se irguió nuevamente y le dio la espalda a la rehén—.
Si, el capitán tiene la culpa de que estés viva —se detuvo en la puerta y sin
mirarla finalizo—, si para ti es una culpa, una pena, vivir. Si, entonces mi
capitán te dio esa maldita bendición de seguir aquí.
Desire
se quedo mirando cómo se alejaba ánima. Realmente sus palabras la habían
tocado. Incluso el impacto fue tal en su ser que dejo de forcejear de la
impresión.
Por su parte, en la otra habitación shamrock y stregone se encontraban en silencio. Escucharon todo y cada una de
las últimas palabras de la adivina, al menos las que dijo al final. Esa
sentencia que le dicto a la prisionera.
—Vaya, creo que me agradaba más cuando no era tan
expresiva.
—Si he de ser honesto, mi anam no es así normalmente. Creo que debe odiarla realmente.
—No puedo culparla —dijo con un aire de tristeza
el tahúr, cosa que el mago no entendió, pero le permitió hablar en lugar de
cuestionarle—, después de todo, por su culpa se puso en peligro la vida de la
persona que ama —al decirlo miro a los ojos al mago y sonrió de manera honesta.
—Bueno, me da gusto que lo entiendas.
—¡Venga ya stolto!
Tregua por piedad—dijo con fingida aflicción el jugador.
—Tus palabras lisonjeras y ese tono burlón no te
servirán esta vez amici.
—Bueno, entonces tendré que matarte —una sonrisa malvada
se dibujo en su rostro.
—Por favor, te quemaría esa insípida barba antes
de que me pusieras un dedo encima —de un empujón movió al tahúr y saco los pies
de la cama—. Ahora, quisiera ir a ver a dedos
de oro — el mago se tambaleo un poco mientras se ponía de pie, no cayo
solamente por una pronta asistencia del jugador—. No te he perdonado aun…
—Me da igual, poco me interesa lo que pienses de
mi —se hizo a un lado para darle su espacio a su compañero—. En fin, vayamos a
buscar al capitán —pese al tono jovial, la herida le estaba molestando
nuevamente. Eso y que la sangre manara de nuevo, le estaba minando energía.
Los dos salieron de la habitación. Stregone a paso lento, cuidando no abrir
ninguna sutura o lastimarse por hacerse el temerario. Shamrock torpe en su andar fue tras él.
—Ve hacia allá —señalo el lado opuesto a las
escaleras del lugar—. Yo vine de esa habitación, y a un costado esta ella.
—Está bien.
Los dos dirigieron sus pasos al final del
pasillo. La primera habitación decía con un letrero que era el cuarto del
dueño, así que siguieron de largo. Los dos cuartos del final estaban uno frente
al otro, separados por una ventana que daba a un callejón de mala muerte.
—Vaya lugar encantador.
—No le falta nada, bueno, tal vez un poco de mano
de mujer para hacer más acogedora esta madriguera.
—Bueno, yo probare en esta puerta.
La puerta que abrió el tahúr llevaba a una habitación
vacía. Se dio la vuelta mientras la cerraba y se fue hacía la otra estancia.
Allí se encontró con un stregone mirando
en silencio a un durmiente y tranquilo dedos
de oro.
—Sabes, es curioso amici,
pero, por un momento pensé que dedos estaría de pie, listo para pelear de nuevo… no
esperaba verlo así.
—Bueno, que esperabas stolto
—el tahúr se llevo la mano a su herida y apretó con fuerza. La mueca de dolor
fue inevitable, pero no lo detuvo—. Se llevo sin duda la peor parte, es natural
que este abatido.
—Pero es un guerrero de mar y tierra, no esperaba verlo
tan decaído, tan vulnerable…
—Finalmente, todos estamos hechos de carne y huesos —dijo
serio el tahúr.
—Supongo que fui infantil al pensar que estaría renovado
después de castigo al que le sometieron esos bastardos.
—Por las historias que cuentan de él no me extraña. Es
por eso que quise asociarme desde el principio con él, es una pequeña leyenda
entre los de su calaña…
—Estoy tratando de dormir —dijo dedos molesto por ver interrumpido su descanso.
—Discúlpanos, creímos que estabas inconsciente —stregone hizo una reverencia que, desde
luego, dedos no vio.
—¡Venga amici!
¡Levanta!
—No quiero moverme. Más que para comer y beber —al
decirlo, de entre las mantas dejo caer una botella vacía que rodo debajo de la
cama.
—Ese sonido… ¿Has tomado más de una botella? ¿Así es como
calmas el dolor de tus heridas dedos?
—pregunto contrariado el hechicero.
—Claro que no stregone,
bebo por gusto, no para apaciguar mi dolor —se dio vuelta para mirar a sus
compañeros—. Jamás le haría tal ofensa al ron —al decir eso, fue con un tono
solemne—. Ya que están aquí, sería muy amable de su parte que me trajeran mis
alimentos.
—Si quieres comer tendrás que pararte —intervino shamrock.
—Si me muevo más de la cuenta, seguro manchare todo de
sangre, y no creo que a Horace le agrade eso.
—Venga ya —el tahúr le tendió la mano a dedos—. Te ayudaremos a ponerte en pie y
a bajar.
—Después de todo no eres tan mal sujeto —dijo dedos tomando la mano que le ofrecían.
—¡En pie!
Cuando dedos se
puso en pie, la manta que le cubría dejo al descubierto su torso solo cubierto
por vendas, todas ellas manchadas de sangre, en especial en las costillas y a
la altura del abdomen.
—Esto no es nada, me han herido de peores maneras y en
peores circunstancias —lo dijo con la intención de apaciguar las miradas
preocupadas.
—Si tú lo dices amici.
—Vamos, tengo hambre.
Flogging le resto importancia a todo, con esas palabras.
Al menos eso es lo que creyó hasta que sus compañeros vieron las heridas de su
espalda. Stregone en ese momento,
confeso después, pensó en Flogging como una especie de piel cocida en varias
partes, era como un muestrario de cicatrices. Bastantes puñaladas por la
espalda le habían sorprendido al filibustero a lo largo de sus días, esa
espalda, era la prueba de ello. Se salió del cuarto, detrás de él fue Donovan,
dejando detrás a un perplejo Dante.
—Eso va más acorde a lo que me imaginaba —dijo sonriendo
el hechicero, antes salir tras ellos.
Cuando los tres, tarde, mal y casi a rastras al fin
llegaron a la planta baja del pub de Horace, se encontraron con dos clientes
nada más, sentados a la barra bebiendo cerveza. En una de las mesas se
encontraba ánima leyendo mientras
disfrutaba lentamente de un estofado de cordero.
—Con que deleitando el paladar con el famoso estofado del
viejo país, es un manjar y más hecho por Horace —dijo de buen humor el
filibustero a la mujer de ébano.
—Shamrock, tus
heridas se han abierto de nuevo, debes tener más cuidado —dijo la mujer,
nuevamente con la voz y el semblante inexpresivo que la caracterizaba.
—Eh sí, tratare de tener más cuidado… —dijo confundido el
tahúr.
Se puso de pie, tomo una pluma de color negro y la puso
entre las páginas de su libro. Entonces lo dejo cerrado sobre la mesa y se fue
hacia la barra. Los tres hombres, la miraron andar, hasta que llego a la barra
e intercambio un par de palabras con el dueño del lugar. Hecho eso regreso a la
mesa, se sentó y siguió con sus actividades, como si estuviera sola.
—Bueno, supongo que no te molestara si te hacemos
compañía —Flogging tomo asiento como cualquier cosa, incluso, sonreía—.
Hicieron un buen trabajo anoche compañeros.
—Bueno dedos,
tú eres el que se llevo la mejor parte —el tahúr también tomo asiento.
—Y aunque a nosotros también nos toco nuestra tajada…
—No, no mis amigos. El día de ayer yo me lleve una buena
tajada, pero es parte de lo que me toca. A ustedes dos —señalo a stregone y ánima al decirlo—, no les debía pasar nada, ni física, ni
emocionalmente —en ese momento agacho la cabeza, en señal de compunción—. Les
ofrezco a los dos mis más sinceras disculpas, seguido de mi palabra en que daré
mi mejor esfuerzo para que no se repita.
—Aquí están las vendas, el hilo, la aguja y el agua que
me pediste mujer —dijo Horace poniendo todo sobre la mesa—. Supongo que también
querrán un plato de stobhach gaelach —cuestiono,
mirando realmente a dedos.
—Sí, es una excelente idea Horace, que sean 4 platos.
—Serán 4 entonces, y por cierto, es bueno verte de pie
una vez más dedos.
—Aparentemente todavía no es mi momento —aunque el
filibustero sonreía, todos los que estaban ahí no pudieron pasar por alto ese peculiar tono de voz. Como si no
estuviera seguro, dudando.
—Pediste un plato de más —la mujer cambio el tema, como
si se tratara del clima u otra banalidad del día a día.
—Pues sí, para nosotros y ella —soltó quitado de la pena.
—Pero ¿porqué a ella?
—Pues es una compañera más de viaje ánima, es natural proveerla de alimento, de no ser así, se volverá
un dolor de cabeza…
—Ya es un dolor de cabeza —señalo la mujer. Mantenía el
mismo tono indiferente, pero sus palabras la delataban.
—Solo digo que podría ser peor. Además, no te preocupes,
no tendrás que dirigirte a ella de ninguna manera, de todo eso se encargara shamrock —al decirlo le dio una palmada
en el hombro—. Claro que te ayudaremos, pero al final de cuentas es tú
responsabilidad amici. Además ya
tendremos tiempo de conocernos cuando estemos navegando.
—Aunque considero insensata esa decisión, la respeto
—finalizo la mujer de ébano su intervención y se dedico a leer y comer, como si
estuviera sola.
— Se agradece la buena fe que se deposita en mí —dijo dedos con una inclinación de cabeza—.
Por cierto shamrock, si trajeron todo
esto es para que cierres tus heridas.
—Esto no va a ser nada agradable —el apostador miro a su
alrededor, del piso tomo un pedazo de hueso y lo puso sobre la mesa.
—¿Un hueso? —pregunto el mago curioso, incluso divertido.
—Supongo que porque a ti te habrán pinchado inconsciente stolto, pero esto —alzo la aguja—, se
siente horrible —se descubrió los hombros hasta exponer su herida. Se limpio
con algunas vendas y agua. Acto seguido, se puso el hueso entre los dientes y
suspiro resignado… y comenzó a coser.
—Te acostumbras al paso del tiempo —dijo Flogging mirando
el trabajo del tahúr—. Incluso se vuelve instintivo y natural hacerlo.
—Natural atravesarte con una aguja, no lo sé, no me
agrada esa idea —en ese momento, Horace llego con los platos y los puso en la
mesa—. Gracias. Yo no podría sentir natural nada de eso.
—Es un camino que aun te queda por andar stregone —el filibustero acerco su
rostro al plato caliente, lo olfateo por encima y sonrió complacido—. Esto es
lo que hace que todo valga la pena.
—¿La comida? —el hechicero olfateo su plato. Claro, el
olor era exquisito, pero no como para que todo valiera la pena.
—No solo la comida, todo lo que haces a lo largo de tu
vida, de cada uno de tus días, eso es lo que vale la pena.
—En verdad tienes lengua de oro —el tahúr tenía el rostro
pálido y compungido, pero, su curación estaba terminada y con éxito—. Ahora, si
me permiten, antes de acompañarlos a comer, tengo que llevar este plato —al
decirlo tomo uno de los platos—, a una persona ausente en la mesa.
—Anda, ve —con su mano diestra Flogging lo alentaba—.
Cuando regreses te estará esperando una pinta de cerveza.
—Espero que así sea, tengo ganas de brindar por nuestro
éxito amici —dijo sonriendo antes de
emprender su marcha escaleras arriba.
—Eso, es lo que hace que todo valga la pena —repitió dedos de oro complacido.
Donovan caminaba lento, por el cansancio, por sus heridas
y para postergar lo más que pudiera ese encuentro. Cada escalón lo subía con
una pesadez solo vista en raras y contadas ocasiones, en las que la gente sabe
que algo malo pasara o quiere exprimir cada instante. Desde luego en esta
ocasión se trataba de atrasar lo inevitable, como el preso que camina al
patíbulo de su hora final. Pese al calor del plato, a que le quemaba las manos,
no se apresuraba. Cuando estaba al fin en la planta superior, no quedaban más
que dos puertas para llegar con ella, con desire.
—Y pensar que un solo deseo puede cambiarlo todo —dijo
con tristeza.
Empezó su andar nuevamente. Despacio, inseguro y con
temor. Y aun así, fue hacía ella. Con
todos sus sinsabores y resabios, pero tuvo el valor suficiente para hacerlo.
Es común pensar que la gente es cobarde por tener miedo,
cuando la realidad, es que los que temen al final terminan siendo los más
valerosos por que no solo actúan, sino por el hecho de que al actuar, luchan
contra sus miedos. Ese era el caso de Donovan en ese instante, y ese fue el
mayor de sus meritos toda su vida: luchar contra sus temores.
—Je vous ai apporté
des aliments —dijo el tahúr seco al entrar a la habitación donde estaba
maniatada la mujer de nívea piel—. Avantage
—lo puso sobre la silla que estabaal lado de ella y se dio la vuelta.
—Trefle. Singe sans
cervelle —dijo la mujer molesta—. ¿Cómo voy a comerlo si estoy atada?
—Olvidaba ese pequeño detalle —el tahúr apenado se dio la
vuelta y esgrimió una sonrisa como disculpa—. Algo tendremos que hacer.
—Desátame mon amour
—dijo seductora.
—No lo creo, no después de todo el problema que implico
tenerte así —tomo el plato en sus manos, con el pie acerco la silla a la cama—.
La mejor solución es mantenerte así —tomo asiento y se uso el plato en el
regazo. Con cuidado hizo de la manta un bulto y lo puso bajo la cabeza de la
mujer, para alzarla un poco—, y darte de comer.
—Los papeles han cambiado —la mujer sonrió divertida al
ver todo el trabajo que le costaba al jugador atenderla—. Yo era antes la que
te daba de comer así —la sonrisa burlona se convirtió al final en una sonrisa
tierna, de remembranza.
—Muchas cosas han cambiado desire —le acerco la cuchara a la boca, y por instinto, tal vez, el
abrió la boca también, como si fuera un espejo de la mujer. Como hacen algunas
madres cuando alimentan a sus críos—. Nosotros hemos cambiado mucho también.
—Tal vez trefle,
pero —la sonrisa tierna se ensancho más en el rostro de la mujer de blanca
piel. Para cualquiera del piso inferior hubiese sido un espectáculo insólito.
Para Donovan, era un grato recuerdo y algo natural—, en esencia seguimos
deseando lo mismo, eso es lo único que importa.
—Tal vez desire,
pero —otro bocado, nuevamente abrió grande la boca para que ella lo imitara.
Sin duda, era algo inconsciente para él. Cosa que la mujer no paso inadvertido,
pero no se mofó ni lo señalo. De hacerlo, más que una burla sería un acto vil y
vulgar que ni ella podía permitirse—, eso aun no lo sabemos.
Esa ocasión ella no respondió. Mastico sus alimentos sin
decir una sola palabra o hacer gesto alguno. Si alguien más hubiese estado ahí
en lugar del tahúr, hubiese hecho un zafarrancho y puesto todo de cabeza. Pero
no era así. Astutamente lo mandaron a él, y aunque entre los dos existían
muchos pendientes, ella se mostro dócil, así como él lo hacía con ella. Era una
especie de tregua no dicha. Además ¿Quién iba a poner peros o trabas a tan
amorosos cuidados? Al menos ella no.
Lo que restaba de la comida se hizo en silencio. Él se
quedo esperando una respuesta a un comentario que aparentemente soltó a la nada
y se lo llevo el viento, sin regresarle una contestación. No esperaba nada
realmente, pero aun así, no podía quitarse esa sensación de desilusión, que
pesaba más en sus hombros que sus costuras o su cansancio.
—Si tienes más hambre puedo ir por más —dijo el tahúr,
atento a su prisionera y sus necesidades.
—Non, merci.
—Está bien. En dado caso, tal vez quieras beber algo…
—No, gracias.
—Bueno, entonces, me retiro que yo no he comido —no lo
dijo con molestia, sino como mero comentario al aire.
—Trefle —la
mujer espero a que estuviera dándole la espalda, para que no viera su sonrisa—.
Gracias.
—Desire —el
tahúr la nombro en voz baja. Se detuvo en el marco de la puerta, en seco. No se
atrevió a voltear para mirarla—, no hay de qué.
—Se que no —respondió la mujer.
—¿Qué cosa? —cuestiono el tahúr. No tenía sentido esa
respuesta.
—Se que no has cambiado tanto, al menos no en lo esencial
—la sonrisa no mino ni un poco en su rostro. Incluso, pese a como estaba y a la
noche anterior, se veía radiante. Como si esas palabras y lo que pensaba, le
dieran vida de nuevo.
—Tal vez tengas razón —Donovan al decir eso volteo a
verla. Los dos estaban sonriendo.
Sin decir otra palabra se retiro. La mujer apoyo la
cabeza en su improvisada almohada, el tahúr había olvidado quitar ese bulto,
pero no importaba “no esta tan mal”.
Pensó la mujer mientras cerraba los ojos y la sonrisa de sus labios se hacía
más pequeña, pero seguía igual de radiante.
Cuando bajo al fin las escaleras, de frente a él estaba
la mesa de sus compañeros y capitán. Ni stregone
ni dedos de oro habían tocado sus
platos. Le habían esperado. Incluso ánima
se sumergió en su libro y dejo enfriando su plato, como los demás.
—¡Vaya creímos que ya no regresarías!
—Yo realmente pensé que te habías quedado dormido.
—No me perdería una comida, ni siquiera por el sueño stolto.
—Bueno, aquí tienes —Flogging le acerco las dos pintas de
cerveza que había pedido—. Te estábamos esperando para beber todos juntos.
—Oh vaya, gracias —de repente, el tahúr se sintió
extraño. Todo era tan cálido, como un sueño de su tierna infancia. Como un
recuerdo de sus años de juventud. No pensó que estas sensaciones, se volverían
a repetir. Alzo uno de sus tarros y miro a los tres comensales de esa pequeña
mesa. Y sonriendo dijo— ¡Por las cosas que valen la pena!
El hechicero y el filibustero alzaron sus tarros imitando
al tahúr. Entre risas de alegría el sonido de los tarros al chocar se escucho
en todo el pub de Horace. Incluso la mujer de ébano hizo una pequeña
inclinación de cabeza para acompañar ese brindis.
¿Por qué brindaban?
Tal vez porque su primera misión en equipo había sido un
éxito y nada más. Por el hecho de estar vivos y que podía darse el gusto de
celebrar su existencia. Incluso podía ser el hecho de que las viandas eran
deliciosas y la cerveza refrescante. Lo más probable es que se debiera a los
compañeros fieles y valerosos, aun en las noches más obscuras. Sin duda alguna, lo hacían por las cosas que valían, que en
esencia, eran eso y más.
Me tomo mucho tiempo leerlo pero no mentía Alex cuando decía que era una buena conclusión, la primera mitad me mantuvo en ascuas y por un momento creí que Anima o Stregone no saldrían vivos de ahí. Esperaba alguna perdida a la tripulación y al final fue al contrario.
ResponderBorrarCreo que fueron muy blandos con Desire y espero que eso no lo tengan que pagar en el futuro ¿Cuantos miembros faltan en la tripulación? ¿hay algunos extras dentro del barco (si se le puede llamar así) o viajan sobre un navío pequeño?
Oye que alegría ver un comentario XD normalmente mis entradas no tienen de estas jajajaja
BorrarComo sea, primero que nada: gracias por leer Feel.
Si, la verdad es que fueron blandos porque finalmente se huelen las cuentas pendientes que hay entre ella y Donovan, yo también espero que nadie lo pague caro. Y he pensado que tal vez dos o tres personajes más completaran el grupo protagonico, al menos de tripulantes porque desde luego que habrá una extra. El barco no es nada del otro mundo, yo diría que es mediano me inspire en una carabela que miden más o menos 30 metros. Y en cuanto a sus cosas... pues tiene cañones, bodegas y esas cosas, no saldre con alguna cosa rara. Espero que te refirieras a eso...
Una vez más, gracias por leerme y comentar Feel.