Merrick
vivía solo con su hermana en un departamento cerca de la avenida principal, lo
que hacia tener fácil acceso a casi cualquier lugar de la ciudad. En el momento
en que llegaron no había nadie, lo que facilito atender a Daniel y tambien a
Ancel, pero este último solo tenia leves raspadas, nada comparado con las
heridas del mayor de todos, solo tenia en los brazos, cara y cuello algunas
cortadas que parecían hechas con lija pero que no dejaban de sangrar.
-Muy
inteligente la tipa esa- se atrevió a halagar Lixi mientras examinaba las
heridas, a lo que los demás solo se limitaron a lanzarle miradas fulminantes.
-¿qué?, es verdad…- esto no fue hecho con simples piedras- siguió diciendo.
-Esa
maldita perra todavía se atrevió a decírmelo – dijo Daniel haciendo una mueca
cuando Lixi le aplico algunas hierbas medicinales en el cuello. –Inanis Lapis- dijo Daniel, pero al
parecer solo Lixi supo que quería decir y explicó.
- Inanis Lapis, es un tipo de magia de la
tierra, muy difícil por cierto… – pero ellos seguían sin entender que quería
decir – existe un tipo de tierra pura, así como el agua que nace de la montaña
o el viento que se encuentra muy alto, este tipo de tierra es lo bastante pura,
por lo que puede ser controlada con bastante facilidad, no es como el fuego…
-El
fuego está contaminado- dijo Daniel, dirigiéndose específicamente a Ancel y
Johan- no es como el agua que solo tomándola de la lluvia o de un glaciar puede
servir, ni como el viento que por su constante movimiento se renueva a si
mismo, no, el fuego lo tienes que crear del ambiente.
Johan
parecía que acababa de entender- así que…las cosas más puras son como
contenedores, no están contaminados, por lo tanto… no oponen tanta resistencia
como...-se interrumpió- … como el fuego, y ese Lápiz o lo que sea que usó es un
contenedor de energía y si te toca, puede dejarla salir, aunque…supongo que no dura
mucho-
-Como
una mina que va a contrarreloj y te
persigue- dijo Merrick chasqueando los dedos.
-Exacto,
pero esas solo me rozaron el cuello y los brazos, si hubieran colisionado, no
estuviera aquí- termino diciendo Daniel, muy sonriente, Ancel notó que era la
primera vez que lo hacia desde que había vuelto.
-A
todo esto, porque estás aquí- le dijo Ancel a Daniel.
-¿Cómo
que porque estoy aquí?- respondió el otro mago de fuego sin entender lo que
quería decir.
-Si,
porque estás aquí y no con Gael- inquirió de nuevo
-El
que está enfermo es él, no yo…-dijo incorporándose- además ese niño quería
comer algo de esa cafetería, por eso salí, para comprar comida y eso hice, o
hacia…hasta que esa perra comenzó a hablar…
De
nuevo, nadie se atrevió a preguntar algo más. Daniel tomó un vaso de agua a
través de la barra que conectaba la sala con la cocina y después se despidió,
no sin dar gracias por la atención médica, - es muy conveniente que tengas
tantas plantas aquí Merrick, Gael no mentía cuando decía que vivías en una
selva.-
Se
quedaron los cuatro solos de nuevo. Se encontraban mitad perplejos y mitad
imponentes, ahora no había más secretos entre ellos.
-¿qué
hacemos?- pregunto Merrick, abrazando a su gato siamés.
-Comer-
respondió Johan frotándose la barriga.
Lixi,
Ancel y Merrick rieron antes una respuesta tan sabia y terminaron cocinando
incluso para la hermana mayor del dueño de la casa, Victoria , quien llego
varias horas después, para sus suerte, nunca supo sobre Daniel, Gael o del
incidente de la cafetería.
O
eso creían cuando los novios y Ancel se marcharon.
-Oye
Mer…¿sabes que paso en la avenida?, ¡hay todo un desastre!- preguntó sin rodeos
mientras se recogía los rizos marrones en un chongo para dedicarse a lavar los
platos. Ella y su hermano se parecían demasiado, si no fueran de diferentes
edades podría decirse que eran mellizos. Los dos poseían esa abundante melena
rizada y una piel pálida, solo que Merrick tenia una mirada más calmada que la
de su hermana.
-No
Viky, ni idea…- respondió y se encerró en su cuarto con su gato, de su mochila
saco un trozo de piedra brillante, lo
tomó del suelo de la cafetería, justo cuando los demás se preocupaban por
Daniel. Jugueteo con el entre sus dedos y lo examino más a detalle, era ópalo negro de eso no tenia duda, lo que
le intrigaba eran los colores que tenía dentro, parecían parpadear como
pequeñas estrellas atrapadas…
Al
siguiente día Lixi mando un mensaje masivo a los 4 para ir a visitar a Gael
después de clases, todos confirmaron y fijaron que el punto de encuentro sería
la fuente del patio trasero.
Era
la hora de su almuerzo y los demás tenían clases, lo que significaba otro día
en solitario para Ancel, no podía ser tan malo como sonaba, subiría a su
escondite, leería o tomaría algo y luego regresaría para clases.
Entro
en el edificio de Humanidades, donde tomaba clases de Historia y Psicología básica, se escabullo por los
pasillos para llegar a la escalera detrás de las cajas abandonadas y subió.
Por
un momento se sintió libre, sin preocupaciones y dejo que la luz que se
filtraba por el rosetón le bañara, sintió como si unos suaves y cálidos brazos
le rodearan, manteniéndolo en paz.
-¡pero
que bonito lugar tienen acá arriba!- Ancel reconoció al instante esa voz.
-¡TU!-
grito Ancel, señalando a la chica del listón verde que estaba recostada en su
sillón, el que estaba por el librero.
-¿Yo?-
respondió ella, señalándose –No, yo no hice nada, esto es de ustedes- corroboró
sonriendo.
-¿Qué
haces aquí?- dijo algo molesto Ancel. No hacían falta motivos para que explotara
pero tampoco era como que disfrutara mucho la compañía de esa extraña, porque
eso era lo que seguía siendo para él.
-Pues…
decidí explorar- dijo - por aquí hay taaaantos lugares misteriosos, que se me
antojo conocerlos todos- explico dando pequeños pasos y acariciando el lomo de
los libros.
-¿Pues
ya conociste este no? Ya vete, vete o…-amenazó el joven aun señalándola.
-¿o
qué?- reto ella mientras hojeaba un tomo de “Las crónicas de los cuatro”.
¿O
qué?, se pregunto Ancel, ¿o qué?, ¿le iba a gritar?, ¿haría una rabieta cual
niño de 5 años?, ¿lanzaría fuego?, ¿se atrevía a herirla?, ¿golpearía de verdad
a una chica?
Ancel
seguía pasmado, sin saber que responder-Tal como lo pensaba…- dijo ella
suspirando, lanzo el libro hacia el sillón, y yendo hacia las escaleras saltó
no sin antes decir con una sonrisa –nos vemos en clase
Y
él, seguía ahí, parado y mirando a la nada. El “tan” aun resonaba en su cabeza.
Su padre tenía razón en cuanto a la magia del viento, los magos que la
dominaban parecía impregnarte de ella. Con un poco de dificultad se recostó en
el sillón, apartando el libro de un manotazo. Ahora sí se encontraba solo, pero
parecía que todos quisieran verlo explotar. Cuando la cabeza se le enfrió,
sabia que no era gran cosa, después de todo… ese lugar seguía siendo parte del
campus, cualquiera pudo haber entrado. Ese era el problema. No soportaba que
alguien además de sus amigos hubiera entrado.
Pero
ya no quería pensar en nada más, cerro los ojos y dejo que la oscuridad lo
poseyera, tal vez así podría despejar su mente.
Lo
cual no ocurrió pues en vez de calma, todas las escenas de cadáveres sin
miembros, cuerpos quemados y cafeterías estallando pasaban frente a él cada que
lograba conciliar el sueño. Así estuvo durante un buen rato, hasta que sonó la
alarma de su reloj. Era hora de clase. ¿Por qué demonios tenia la alarma
encendida, si de cualquier manera siempre llegaba tarde a todas las clases? No
quería levantarse, su siguiente clase era arte, así que solo rodo en el sillón
hasta dar con el borde y fue cuando algo duro cayó sobre su rostro.
Se
sobó la nariz y miró de reojo el libro entreabierto, tenia una hoja doblada por
la mitad lo cual le llamo mucho la atención, Gael nunca trataba de esa manera
sus libros y mucho menos alguno como ese, que tenia cara de ser antiguo. Lo
tomó por la pasta dura y lo jalo hacia él.
“Historia
uno” leyó para sí el gran título plasmado en toda la hoja con letras miniadas
“Los caídos del viento”.
-¿Caídos?- dijo en voz alta sin tomarle mucha
importancia, al final, ese parecía ser un asunto de Gael.
Tomó su mochila y la arrastró hasta
las escaleras dejándola caer y antes de bajar por las escaleras solo pensó que
necesitaban un buen método para esconder el escondite. Valga la expresión.
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