febrero 19, 2013

Capitulo 13 -las lagrimas de los caídos


Ancel entro en el salón de clases como si nada hubiera pasado. Se digirió a la mesa que le correspondía y aventó su mochila a un lado. Alzo la mirada para buscar a la chica del listón verde y ojos caramelo, pero ella no estaba ahí. ¿Llegaría tarde? Eso podría ser algo malo para ella, nadie podía llegar más tarde que él, era de ley.

Había pasado ya media hora desde el comienzo de la clase y ella seguía sin llegar, por alguna extraña razón Ancel comenzaba a sentirse preocupado, varios pensamientos cruzaban por su mente mientras la profesora -una persona que rondaba los 50 años pero el tiempo la había tratado bien- intentaba explicar la técnica del sfumatto inventada por algún genio del tiempo antiguo. Entre pestañeo y pestañeo Ancel alcanzo a notar el contorno de una mano en la pequeña ventanita que tenía la puerta. La mano le saludaba y le indicaba que tenía que salir.

No es algo muy común hacer caso a órdenes de extraños, pero aun así el joven mago tomó su mochila y –como tantas otras veces había hecho- abandonó la clase sin decir más.

El pasillo se hallaba vacío (en toda la extensión de la palabra). Solo podía sentir la típica ráfaga de viento que entraba de la puerta sur a la norte y siempre revolvía los anuncios del tablón magnético.

Ancel caminó y caminó hasta salir del edificio, podía jurar que esa mano era de la chica. Y tenía razón. Allí estaba ella, sentada en las escaleras que daban al subterráneo pero que en esa hora del día se iluminaban con los rayos del sol. Ella sonrió y le saludo con un gesto sincero indicándole que se acercara. Él noto que sus ropas eran diferentes, ahora usaba el uniforme de la academia, y tambien notó que el suéter le sentaba muy bien.

Cuando llego junto a ella solo tenía una cosa que decirle: -¿Cuál es tu nombre?- preguntó

- Mira, parece que me estas siguiendo y si eres algún tipo de espía o agente encubierto, está bien, pero me gustaría saber con quién estoy lidiando- explico.

Ella rio y tendiéndole la mano dijo –Dime Cam- a lo que él respondió estrechando su mano aun desconfiando.

-¿Y bien?- pregunto Cam.

-¿bien qué?- dijo Ancel.

-¿Ya lo tienes?- volvió a decir ella.

-¿Qué?- al parecer Ancel no entendía que es lo que Cam quería decir.

Ella comenzó a reír y se cubrió el rostro con las manos, llena de desesperación.

-¡No puedo creerlo! ¡Eres tan…tan…! –pero no podía completar la frase, en sus ojos se leía frustración y de la mala.

-¿tan qué?- dijo algo molesto, ya se estaba cansado de seguirle el juego, además ¿Por qué lo hacía? Lo mejor era irse.

-sabes que, me largo, no tengo porque estar soportándote.- comenzó a caminar de regreso al edificio con el viento de frente despeinándolo cuando de pronto sintió como una fuerza lo lanzaba hacia atrás, de vuelta a las escaleras.

Lo primero que pensó fue que  a Cam no le gustaba que a dejaran hablando sola y estuvo a punto de quemarle la falda cuando paso a un lado de ella y vio que lucía desconcertada.

-¿¡que me haces?!

-¡Yo no soy!- respondió Cam al tiempo que él fue sumergido en las tinieblas del subterráneo.

El golpe de su espalda contra el suelo fue abrumador pero no le impidió levantarse rápidamente y ponerse en guardia. De sus manos ya emanaba una especie de luz y casi quemaba a Cam por segunda vez en menos de 5 min cuando la vio caer junto a él, pero de una manera más elegante.

-¿Estás bien? –

-Sí, estoy bien, solo fue el golpe

-y vaya golpe que fue…- apunto Cam mirando la espalda de Ancel y vio que estaba todo sucio y desgarrado.

-No me toques – dijo algo cortante Ancel cuando Cam le toco la espalda, a lo que ella retiro inmediatamente su mano

-¡Uy!, perdón su Alteza…- era la primera vez que Cam se encontraba en el subterráneo, y no era malo, hasta ahora no había razón para que estuviera ahí, normalmente ese sitio estaba destinado a los magos de Tierra e investigadores comunes y corrientes. Así que, como podrán adivinar, tambien era la primera vez de Ancel.

Era todo un nuevo mundo, había humedad en el ambiente, pues las paredes estaban hechas de tierra y de ellas crecía musgo y parecía haber raíces recortadas recientemente, aunque podría parecer un lugar sucio, todo estaba en perfecto orden y armonía, un camino de cantera rosa se extendía hacia el frente y hacía varias “cuevas” pequeñas, que los dos asumieron serian otros laboratorios y en lugar donde se encontraban era una especie de vestíbulo.

Se sorprendieron cuando una puerta metálica se abrió a su izquierda y de ella salió un hombrecillo, casi del tamaño de Cam pero no más alto que ella, llevaba una bata negra abrochada hasta el cuello y grandes lentes de cobre con cristal oscuro.

El extraño miro a Cam y luego a Ancel, miro sus ropas y sus rostros examinándolos meticulosamente.
 -¿Qué se les ofrece?- preguntó muy educadamente sin dejar de mover el tubo de ensayo que tenía en sus manos.

Ellos se miraron, como buscando una respuesta en los ojos del otro y comenzaron a tartamudear y a decir cosas sin sentido, totalmente casuales, como si el destino los hubiera llevado ahí.

Actuaban de esa manera porque se sintieron intimidados por ese hombrecillo y porque es bien sabido que no se debe husmear en un laboratorio sin supervisión, o al menos eso aprendieron de las películas.

 -Este…bueno…

-Si…nosotros...pues- siguió diciendo Ancel

-Nosotros… ya, ya nos íbamos- señalo Cam a la entrada y caminaron nerviosamente hacia allá, seguidos por las miradas del extraño y de las cámaras de seguridad.

-Hacen bien- dijo el hombrecillo y dio la vuelta sin dejar de mover el tubo de ensayo. Antes de seguir los pasos de Cam, Ancel noto que ese tubo contenía unas piedrecillas azules que ya había visto, pero no recordaba donde.

Ya afuera de los laboratorios, notaron que las clases habían terminado y ahora la gente se arremolinaba en las entradas de los salones y edificios.

-Me tengo que ir- dijo Cam tomando su bolso y echándoselo al hombro mientras comenzaba a fundirse con la gente algo apresurada.

Ancel no le dio gran importancia a eso y vio que ella se dirigía a la misma fuente que él, pero ya no quería cruzarse con ella, por lo que tomo el camino más largo que se le pudo ocurrir.

Rodeo los campos de entrenamiento (los cuales eran muy largos y anchos) sin prestar atención a quien se encontraba ahí, seguramente solo una bola de adictos al deporte, luego bajo y bajo por la colina que normalmente los estudiantes usaban para relajarse ya que se encontraba apartada de todo el bullicio y luego cruzo los arcos históricos, alguna vez había oído en su clase de historia que esos arcos se habían encontrado recientemente y sus bajorrelieves contaban una historia que en ese momento no podía recordar. Vaya memoria la que tenía.

Finalmente llego al patio trasero, que no tenía nada de patio y desde otro punto de vista tampoco era trasero, era más como una gran explanada con una fuente en el centro que servía como punto de conexión con todos los niveles de educación en el campus, era el único punto en el que todo el alumnado podía coincidir.

Sentados en una banca estaban Merrick, Johan y Lixi, parecían llevar algo de tiempo ahí, la fuente estaba encendida y refrescaba al instante pues había brisa.

-¡Hey!- le llamo Merrick aunque él ya los había visto. –Acabo de ver a Emi salir de aquí, parecía apresurada.- le dijo algo curioso.-

-Tal vez olvido algo o va a ver a alguien, yo que sé ella tendrá sus asuntos- respondió Ancel.

Todos se levantaron y caminaron, el tiempo que tardaron en llegar a la salida lo pasaron hablando de que le podrían llevar a Gael, la actitud de los chicos había cambiado, parecía que comprendían un poco más a Ancel, ya que este era su mejor amigo, ¿Quién no habría protegido a su mejor amigo de cualquier cosa?

En ese punto el mínimo desliz de información podría resultar crucial para que los “terroristas”, como Lixi los designo, atacaran de nuevo, así que acordaron que tenían que ser muy cuidadosos con todo lo que hablaran y con quien lo hacían. A Ancel al principio no le pareció eso de andar cuidándose las espaldas, no le gustaba estar atado a algo o a alguien, pero no se le podía hacer nada, lo que fuera por el bien de Gael. Aun así, no podía evitar sentir algo de pesar por todo lo que estaba pasando.

Johan y Lixi iban delante del grupo, no sabían exactamente donde vivía Gael, pero tenían una vaga idea. Su plan era ir primero a la casa de Gael para curiosear y luego ir a verlo a él. No encontraban nada de malo en pasar por una casa que incluso algunos vecinos olvidaban que estaba ahí.

Ancel había quedado un poco rezagado por ir metido en sus pensamientos, lo que Merrick notó y se atrasó para quedar a la par de él.

Merrick no era un gran mago de agua, pero no era su culpa, sus padres no eran magos por lo que no había recibido la misma instrucción que Ancel o Johan o Lixi, cuyos padres (al menos uno de ellos) si lo eran. Pero su falta de conocimiento sobre la magia de agua lo compensaba con una genialidad en el mundo vegetal, su padre era botánico y su madre periodista, y juntos habían publicado varios libros y artículos sobre el reino vegetal, pero el precio de la fama fue el tiempo que pasaban con su familia. Esa era la razón por la que Victoria y Merrick siempre se encontraban solos.

Ancel noto la intención de Merrick de querer animarlo con sus bromas y comentarios sobre el futuro de Johan y Lixi, de su boda y sus hijos. Éste reía al imaginar a Lixi como una ama de casa criando a dos pequeños Johancitos o a dos lixicitas, pero no era su risa natural, era más por compromiso.

-Yo sé que solo digo tonterías- rio Merrick- pero solo quiero animarte, toma esto. – y le extendió un saquito de gamuza verde.

Ancel lo tomo y extendió en su mano las piedrecillas color carne en su mano, no eran muchas y eran muy pequeñas.

-Mi padre dijo que era carneola, fue su regalo de despedida antes de salir de viaje el año pasado, no sabía muy bien para que servían pero tambien dijo que me daría alegría siempre que las cargara conmigo, al parecer tú las necesitas más que yo.- dijo sonriendo

-¿Pero no se va a enojar si me las das?

-No te las estoy dando, te las estoy prestando, además es solo la mitad, cuando te sientas mejor, ya me las devuelves.- dijo sonriendo.

Ancel le agradeció y le rodeo con su brazo, Merrick era más bajo que el por lo que sus hombros le servían más de recargadera.

-Mer…Mer…. ¿Por qué mi hermana no puede ser más como tú?

Siguieron caminando hasta la esquina de la avenida principal donde se desviaban para llegar directo a su casa, en su trayecto habían ignorado a todos los enérgicos comerciantes y a todos los vagabundos desahuciados, pero no fue así por mucho más tiempo, cuando  todos empezaron a gritar “¡FUEGO! ¡FUEGO EN LA CASA DE LA ENTRENADORA!”.

-Pero que desastre…- dijo Lixi con cierto pesar pero no alarmada.

Ancel hubiera reaccionado igual de no haber visto a toda la multitud doblando la esquina y de no haber sabido que en toda esa calle su madre era la única entrenadora.

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