«—Entiende,
esas personas no son para ti. Aunque decidas quedarte aquí, Laia ¿Cuánto tiempo
duraran aquí, contigo? Un simple parpadeo y estarán muertos, los humanos son
así de frágiles —le susurro el hombre de negro mientras pasaba a su lado.
—Hasta
entonces, estaré aquí —concluyó ella.
—Ya
veremos —desafió el hombre mientras se perdía entre la multitud.
Poco
después comenzaron los gritos»
-Fragmento del libro 1 de la Saga Eterna, Prólogo: Finito
Las clases habían acabado y la vida había
regresado al salón de clases, todos guardaban con agilidad sus cosas mientras
hacían planes con sus amigos, el salón dejaba de ser un limitante y personas de
diferentes grupos y grados convergían en donde les fuera más sencillo para
poder conversar sobre el día, pensar en el futuro más próximo y desbordar esa
energía vital que caracteriza a los adolescentes.
Dentro de todas esas acciones, una chica de
chamarra rosa no participaba, ella guardaba sus pertenencias en silencio
prestando especial cuidado a un libro viejo que acarició antes de guardarlo con
todo lo demás y ponerse de pie.
Ella saco un celular de su bolsa y escribió un
mensaje que decía «estación E en media hora» y lo mando al único contacto que
tenía, uno que decía Éter.
Guardó el celular y emprendió su marcha, nadie
se despidió cuando dejo el salón y nadie camino a su lado pero todos la
miraban, en silencio. Caminó por el pasillo, bajo las escaleras, llego a la
explanada de la preparatoria y justo cuando estaba por cruzar el portón un
muchacho de estatura pequeña y cabello corto, color dorado, se le acercó
corriendo.
—Espera ¿tú eres Lia no?—el muchacho incluso se
patinó sobre el concreto empolvado al detenerse frente a la chica, ella solo lo
miro algo desconcertada.
—Sí —le respondió ella, mirándolo con
curiosidad.
—Creo que seguimos el mismo camino ¿te
molestaría ir conmigo? —preguntó el muchacho.
—Lo siento, tengo algo de prisa, alguien me
está esperando —ella sonrió amablemente aunque en realidad no lo sentía.
—Ya veo —él parecía decepcionado— ¿entonces
podrías leer esto por favor? —el muchacho agacho la cabeza y con ambas manos le
presentó un sobre color rosa cerrado con una estampa de corazón— ya no te
detengo, cuando lo leas por favor infórmame.
«Anticuado ¿Hace cuantos años que no se usa
esto? De hecho ¿Cuándo se ha usado esto?» Fue el único pensamiento que tuvo la
chica mientras sonreía y la aceptaba.
Mientras tanto, en la estación el muchacho
había acabado de leer el libro nuevamente y la chica no aparecía. Probablemente
le habían jugado una broma compleja, era lo más seguro ¿Qué clase de persona
había sido él como para que alguien como ella se encontrara interesada? Era
ridículo pensar que podía tener tanta suerte.
¿Quién más quedaba en la estación? Otra chica,
con mala pinta, vestida con un pants y una chamarra deportiva, ambos color
beige con motivos en blanco y parecía perdida en su celular ¿también esperaba a
alguien? ¿Era parte de la broma? Le parecía haberla visto en la escuela alguna
vez pero no estaba seguro. No era mal parecida sin duda, solo que su miraba se
veía tensa y su lenguaje corporal denotaba una personalidad fuerte y agresiva,
como si perteneciera a una especie de banda si querías pensarlo así.
Se puso de pie y se estiró cuando una voz
familiar lo alertó.
—Éter —Lia se acercó agitando las manos de
manera ruidosa y él se encogió, deseó que se lo hubiera tragado la tierra.
Incluso la chica pandillera levantó la cabeza de su celular para verlos y
sonrió discretamente.
—¿Podrías ser más discreta? —le susurró.
—Lo siento, pensé que no me esperarías —ella
inclinó ligeramente la cabeza, pidiendo disculpas.
—No te estaba esperando a ti, solo que el tren
se retrasó —justificó él rápidamente. Vaya que era bueno haciendo sentir bien e
importante a una chica.
Dicho eso, llego un tren a la estación y ambos
abordaron, la chica del celular y la ropa deportiva entró detrás de ellos pero
no dijo nada y se movió hasta el otro extremo del carro. Lia y él se sentaron
uno al lado del otro con él viendo la ventana.
—Eso me recuerda, no sé tu nombre en esta vida
—¿de qué hablaba?
—Mi nombre, es Alón — intentó ignorar la rareza
de su forma de preguntar.
—para ser Aloin no eres muy amistoso —se burló
ella.
—Alón, no Aloin —corrigió él. No es como si
Alón si fuera un nombre apropiado.
—Veo que estabas releyendo el último libro —Y
la mentira debería profundizarse.
—Quería encontrar la explicación al final, pero
solo detecte más errores —mintió a medias Alón, la realidad era que al fin
había leído lo que le faltaba—. Esa niñita que apareció de la nada y que nunca
esclarecieron quien era o de dónde venía ¿No fue muy coincidente que surgiera
justo en el momento final de los protagonistas? ¿Cómo sobrevivió si habían
eliminado a todo el mundo? No lo entiendo.
Lía se distrajo, mirando la ventana fijamente.
—Siento como si quien lo escribió eliminó más
de la mitad del libro, toda la parte de las explicaciones y no lo entiendo.
—Sí, es difícil de explicar, yo tampoco lo
entiendo muy bien —comentó como en un estado de hipnosis— ¿Por qué termino ahí?
—Y bueno, ella sería la sucesora de tu casi
epónima —Alón celebró internamente ante el chiste que había armado.
—Me hubiera gustado más que me hubieras salvado
—y ella insistía con lo de Éter ¿Qué estaba loca?
—Hubiera sido interesante que Éter hubiera
logrado salvar a Laia, sí. Aunque me hubiera parecido algo genérico ¿no te
gustaba toda la idea de Aschra? Él fue el héroe y la victima de esa historia
—comentó Alón.
—Aschra empezó siendo el personaje más heroico
pero su amor por Laia lo hizo caer en algo similar a la locura, abandono sus
sueños y no quería vivir en el mundo de paz que buscaba crear porque entonces
Laia se iría con Éter. Podría decirse que ella jugo con ambos y los condeno a
un duelo a muerte —analizó Lía.
—Estoy de acuerdo, las metas nobles de Éter y
de Aschra se perdieron en sentimentalismos
aunque creo que ellos ya estaban condenados a matarse uno al otro, no
eran compatible —aventuró el muchacho— Desde el momento que Aschra mató al
padre de Éter, incluso si fue justificado, y desde el momento que Laia decidió
irse con él, Éter no lo dejaría vivo aún si se comportó con su maestro y estaba
de acuerdo con sus ideales.
—Condenados, no me agrada ese pensamiento
—admitió la chica— siento que debió haber habido una forma de que todo
terminara bien.
—Quizá, pero la autora quiso que terminara mal
y por eso ahora tenemos un libro con calidad sub-par —Alón cogió el libro con
las puntas de sus dedos.
—¿Y si el libro se saló de sus manos? Qué tal
si quería un final bueno pero no era posible con lo que había acontecido hasta
ese momento — ella estaba necia en la posibilidad de otro final— qué tal si
solo espera el momento para que se escriba un mejor…
Los ojos de la chica se perdieron en la
distancia, su cara se distorsionó en angustia y tomó a Alón de la mano,
jalándolo para que comenzara a moverse. El tren llegaba a la estación y las
puertas se abrirían en unos segundos.
—Hay algo que tengo que decirte pero no será
aquí —la otra chica, que había subido con ellos miró por la ventana, intentando
ver que asustaba tanto a Lia pero no tuvo éxito y no le quedó más remedio que
verlos irse.
En la estación los recibió un mar de gente a
pesar de que ya era noche ¿Tanto había esperado Alón por Lia?
—Vámonos —ella lo que quería era un lugar
privado, quería escapar de aquello que la perseguía, quería estar sola con él,
realmente sola.
—¿A dónde? —preguntó el muchacho, confundido.
—Donde sea —le respondió ella mientras salía de
la estación y comenzaba a apresurar el paso.
—Pero tengo que volver a mi casa —Alón se
resistió.
Ella ya podía ver como frente a sus ojos, en la
estación, aparecían una especie de aperturas que todos ignoraban, como si la
imagen se estuviera descociendo, distorsionando. Era tan terrible como aquella
vez.
—Te necesito, necesito que me protejas, que me
rescates —lloriqueo ella mientras todos comenzaban a fijarse en la pareja.
—No lo entiendo ¿de qué? —Alón estaba
completamente extrañado.
—Eres tú, tú tienes que ser Éter —¿estaba
llorando?
¿Que debía hacer en esos casos? Todos lo
miraban expectantes, les señalaban y los juzgaban ¿Qué era lo que ella quería?
—Lo siento —Alón bajo la cabeza y comenzó a
hablar en voz muy baja— te equivocaste de persona.
—¡Te odio! —ella le arrojó su celular y se fue
corriendo, Alón solo suspiró y lo recogió. Ya se lo daría luego si es que
quería verlo de nuevo.
Ya estaba oscuro cuando entró, desanimado y
extrañado, a su casa. Poco podía esperarse de lo que ocurriría:
—¿Así que estas son tus horas de llegar? —Era
su madre.
—Lo siento, el tren se retrasó por unas horas
—se excusó él.
—Nada de eso ¿Qué estabas haciendo? —Sus padres
no vivían con ellos, solo viajaban desde su lugar de trabajo hasta su casa de
vez en cuando para monitorearlos, nunca eran buenos momentos para él.
— Una chica con problemas mentales estaba
convencidísima de que era un personaje de un libro —admitió desanimado— se
negaba a dejarme y tuve que ser duro con ella.
—No te creo —Ni él se lo creía.
—¿Qué supones entonces que estaba haciendo?
—retó, estúpidamente, el joven.
—No lo sé, perder el tiempo como siempre —las
miradas de ambos se encendieron justo cuando el hermano de Alón iba a asomarse
para ver a su hermano y solo pudo quedarse mirando, resignado. Era cosa de cada
visita.
—Entonces creo que no tiene nada de malo, es lo
que hago a final de cuentas —se burló descaradamente.
—Alón, ¿Por qué nos haces esto? —Cuestionó su
madre, suplicante— tu hermano tampoco es bueno en los estudios pero hace
deporte ¿y tú? Ni estudias, ni haces deporte y ni si quiera tienes amigos.
Alón volteó a ver a su hermano, que bajo la
cabeza apenado. No sabía que decir ante tal acusación, era cierto.
—Te equivocas, si estudio. Al menos no repruebo
—con algo tenía que defenderse, aunque no tuviera mucho.
—¡Y se hizo amigo de Elizabeth, la de la
familia Luer! —dijo rápidamente su hermano.
—Luis, no mientas por él —le reprimió la madre.
—¿Por qué tendría que mentir? —el padre entró
en la sala e intentó detener la pelea— Él hace las cosas a su manera, ya vez
que le gusta leer y escribir.
—Eso no lo va a llevar a ningún lado, son
sueños locos —Alón se resignó y se puso estoico, rodeo a su madre y se movió en
dirección de las escaleras a su cuarto.
—Alón —su padre puso su mano en el hombro, él
siguió avanzando con fuerza, liberándose violentamente de ese agarre que
parecía ser afectivo.
La puerta se cerró y todos quedaron en
silencio.
—Bueno, yo los acompañaré a la estación de
autobús, solo déjenme ir por llaves y una chamarra —Luis rápidamente se
movilizó a su habitación, tomo lo que había dicho y además una moneda de oro,
con un motivo gravado en verde de cuatro cuñas organizadas de tal manera que
formaban la vaga forma de un trébol.
La noche estaba en todo su apogeo y la historia
comenzaba a escribirse con base en una tragedia.
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