octubre 23, 2013

Nuevamente una vez más II

«—Entiende, esas personas no son para ti. Aunque decidas quedarte aquí, Laia ¿Cuánto tiempo duraran aquí, contigo? Un simple parpadeo y estarán muertos, los humanos son así de frágiles —le susurro el hombre de negro mientras pasaba a su lado.

—Hasta entonces, estaré aquí —concluyó ella.

—Ya veremos —desafió el hombre mientras se perdía entre la multitud.

Poco después comenzaron los gritos» -Fragmento del libro 1 de la Saga Eterna, Prólogo: Finito

Las clases habían acabado y la vida había regresado al salón de clases, todos guardaban con agilidad sus cosas mientras hacían planes con sus amigos, el salón dejaba de ser un limitante y personas de diferentes grupos y grados convergían en donde les fuera más sencillo para poder conversar sobre el día, pensar en el futuro más próximo y desbordar esa energía vital que caracteriza a los adolescentes.

Dentro de todas esas acciones, una chica de chamarra rosa no participaba, ella guardaba sus pertenencias en silencio prestando especial cuidado a un libro viejo que acarició antes de guardarlo con todo lo demás y ponerse de pie.

Ella saco un celular de su bolsa y escribió un mensaje que decía «estación E en media hora» y lo mando al único contacto que tenía, uno que decía Éter.

Guardó el celular y emprendió su marcha, nadie se despidió cuando dejo el salón y nadie camino a su lado pero todos la miraban, en silencio. Caminó por el pasillo, bajo las escaleras, llego a la explanada de la preparatoria y justo cuando estaba por cruzar el portón un muchacho de estatura pequeña y cabello corto, color dorado, se le acercó corriendo.

—Espera ¿tú eres Lia no?—el muchacho incluso se patinó sobre el concreto empolvado al detenerse frente a la chica, ella solo lo miro algo desconcertada.

—Sí —le respondió ella, mirándolo con curiosidad.

—Creo que seguimos el mismo camino ¿te molestaría ir conmigo? —preguntó el muchacho.

—Lo siento, tengo algo de prisa, alguien me está esperando —ella sonrió amablemente aunque en realidad no lo sentía.

—Ya veo —él parecía decepcionado— ¿entonces podrías leer esto por favor? —el muchacho agacho la cabeza y con ambas manos le presentó un sobre color rosa cerrado con una estampa de corazón— ya no te detengo, cuando lo leas por favor infórmame.

«Anticuado ¿Hace cuantos años que no se usa esto? De hecho ¿Cuándo se ha usado esto?» Fue el único pensamiento que tuvo la chica mientras sonreía y la aceptaba.


Mientras tanto, en la estación el muchacho había acabado de leer el libro nuevamente y la chica no aparecía. Probablemente le habían jugado una broma compleja, era lo más seguro ¿Qué clase de persona había sido él como para que alguien como ella se encontrara interesada? Era ridículo pensar que podía tener tanta suerte.

¿Quién más quedaba en la estación? Otra chica, con mala pinta, vestida con un pants y una chamarra deportiva, ambos color beige con motivos en blanco y parecía perdida en su celular ¿también esperaba a alguien? ¿Era parte de la broma? Le parecía haberla visto en la escuela alguna vez pero no estaba seguro. No era mal parecida sin duda, solo que su miraba se veía tensa y su lenguaje corporal denotaba una personalidad fuerte y agresiva, como si perteneciera a una especie de banda si querías pensarlo así.

Se puso de pie y se estiró cuando una voz familiar lo alertó.

—Éter —Lia se acercó agitando las manos de manera ruidosa y él se encogió, deseó que se lo hubiera tragado la tierra. Incluso la chica pandillera levantó la cabeza de su celular para verlos y sonrió discretamente.

—¿Podrías ser más discreta? —le susurró.

—Lo siento, pensé que no me esperarías —ella inclinó ligeramente la cabeza, pidiendo disculpas.

—No te estaba esperando a ti, solo que el tren se retrasó —justificó él rápidamente. Vaya que era bueno haciendo sentir bien e importante a una chica.

Dicho eso, llego un tren a la estación y ambos abordaron, la chica del celular y la ropa deportiva entró detrás de ellos pero no dijo nada y se movió hasta el otro extremo del carro. Lia y él se sentaron uno al lado del otro con él viendo la ventana.

—Eso me recuerda, no sé tu nombre en esta vida —¿de qué hablaba?

—Mi nombre, es Alón — intentó ignorar la rareza de su forma de preguntar.

—para ser Aloin no eres muy amistoso —se burló ella.

—Alón, no Aloin —corrigió él. No es como si Alón si fuera un nombre apropiado.

—Veo que estabas releyendo el último libro —Y la mentira debería profundizarse.

—Quería encontrar la explicación al final, pero solo detecte más errores —mintió a medias Alón, la realidad era que al fin había leído lo que le faltaba—. Esa niñita que apareció de la nada y que nunca esclarecieron quien era o de dónde venía ¿No fue muy coincidente que surgiera justo en el momento final de los protagonistas? ¿Cómo sobrevivió si habían eliminado a todo el mundo? No lo entiendo.

Lía se distrajo, mirando la ventana fijamente.

—Siento como si quien lo escribió eliminó más de la mitad del libro, toda la parte de las explicaciones y no lo entiendo.

—Sí, es difícil de explicar, yo tampoco lo entiendo muy bien —comentó como en un estado de hipnosis— ¿Por qué termino ahí?

—Y bueno, ella sería la sucesora de tu casi epónima —Alón celebró internamente ante el chiste que había armado.

—Me hubiera gustado más que me hubieras salvado —y ella insistía con lo de Éter ¿Qué estaba loca?

—Hubiera sido interesante que Éter hubiera logrado salvar a Laia, sí. Aunque me hubiera parecido algo genérico ¿no te gustaba toda la idea de Aschra? Él fue el héroe y la victima de esa historia —comentó Alón.

—Aschra empezó siendo el personaje más heroico pero su amor por Laia lo hizo caer en algo similar a la locura, abandono sus sueños y no quería vivir en el mundo de paz que buscaba crear porque entonces Laia se iría con Éter. Podría decirse que ella jugo con ambos y los condeno a un duelo a muerte —analizó Lía.

—Estoy de acuerdo, las metas nobles de Éter y de Aschra se perdieron en sentimentalismos  aunque creo que ellos ya estaban condenados a matarse uno al otro, no eran compatible —aventuró el muchacho— Desde el momento que Aschra mató al padre de Éter, incluso si fue justificado, y desde el momento que Laia decidió irse con él, Éter no lo dejaría vivo aún si se comportó con su maestro y estaba de acuerdo con sus ideales.

—Condenados, no me agrada ese pensamiento —admitió la chica— siento que debió haber habido una forma de que todo terminara bien.

—Quizá, pero la autora quiso que terminara mal y por eso ahora tenemos un libro con calidad sub-par —Alón cogió el libro con las puntas de sus dedos.

—¿Y si el libro se saló de sus manos? Qué tal si quería un final bueno pero no era posible con lo que había acontecido hasta ese momento — ella estaba necia en la posibilidad de otro final— qué tal si solo espera el momento para que se escriba un mejor…

Los ojos de la chica se perdieron en la distancia, su cara se distorsionó en angustia y tomó a Alón de la mano, jalándolo para que comenzara a moverse. El tren llegaba a la estación y las puertas se abrirían en unos segundos.

—Hay algo que tengo que decirte pero no será aquí —la otra chica, que había subido con ellos miró por la ventana, intentando ver que asustaba tanto a Lia pero no tuvo éxito y no le quedó más remedio que verlos irse.

En la estación los recibió un mar de gente a pesar de que ya era noche ¿Tanto había esperado Alón por Lia?

—Vámonos —ella lo que quería era un lugar privado, quería escapar de aquello que la perseguía, quería estar sola con él, realmente sola.

—¿A dónde? —preguntó el muchacho, confundido.

—Donde sea —le respondió ella mientras salía de la estación y comenzaba a apresurar el paso.

—Pero tengo que volver a mi casa —Alón se resistió.

Ella ya podía ver como frente a sus ojos, en la estación, aparecían una especie de aperturas que todos ignoraban, como si la imagen se estuviera descociendo, distorsionando. Era tan terrible como aquella vez.

—Te necesito, necesito que me protejas, que me rescates —lloriqueo ella mientras todos comenzaban a fijarse en la pareja.

—No lo entiendo ¿de qué? —Alón estaba completamente extrañado.

—Eres tú, tú tienes que ser Éter —¿estaba llorando?

¿Que debía hacer en esos casos? Todos lo miraban expectantes, les señalaban y los juzgaban ¿Qué era lo que ella quería?

—Lo siento —Alón bajo la cabeza y comenzó a hablar en voz muy baja— te equivocaste de persona.

—¡Te odio! —ella le arrojó su celular y se fue corriendo, Alón solo suspiró y lo recogió. Ya se lo daría luego si es que quería verlo de nuevo.

Ya estaba oscuro cuando entró, desanimado y extrañado, a su casa. Poco podía esperarse de lo que ocurriría:

—¿Así que estas son tus horas de llegar? —Era su madre.

—Lo siento, el tren se retrasó por unas horas —se excusó él.

—Nada de eso ¿Qué estabas haciendo? —Sus padres no vivían con ellos, solo viajaban desde su lugar de trabajo hasta su casa de vez en cuando para monitorearlos, nunca eran buenos momentos para él.

— Una chica con problemas mentales estaba convencidísima de que era un personaje de un libro —admitió desanimado— se negaba a dejarme y tuve que ser duro con ella.

—No te creo —Ni él se lo creía.

—¿Qué supones entonces que estaba haciendo? —retó, estúpidamente, el joven.

—No lo sé, perder el tiempo como siempre —las miradas de ambos se encendieron justo cuando el hermano de Alón iba a asomarse para ver a su hermano y solo pudo quedarse mirando, resignado. Era cosa de cada visita.

—Entonces creo que no tiene nada de malo, es lo que hago a final de cuentas —se burló descaradamente.

—Alón, ¿Por qué nos haces esto? —Cuestionó su madre, suplicante— tu hermano tampoco es bueno en los estudios pero hace deporte ¿y tú? Ni estudias, ni haces deporte y ni si quiera tienes amigos.

Alón volteó a ver a su hermano, que bajo la cabeza apenado. No sabía que decir ante tal acusación, era cierto.

—Te equivocas, si estudio. Al menos no repruebo —con algo tenía que defenderse, aunque no tuviera mucho.

—¡Y se hizo amigo de Elizabeth, la de la familia Luer! —dijo rápidamente su hermano.

—Luis, no mientas por él —le reprimió la madre.

—¿Por qué tendría que mentir? —el padre entró en la sala e intentó detener la pelea— Él hace las cosas a su manera, ya vez que le gusta leer y escribir.

—Eso no lo va a llevar a ningún lado, son sueños locos —Alón se resignó y se puso estoico, rodeo a su madre y se movió en dirección de las escaleras a su cuarto.

—Alón —su padre puso su mano en el hombro, él siguió avanzando con fuerza, liberándose violentamente de ese agarre que parecía ser afectivo.

La puerta se cerró y todos quedaron en silencio.

—Bueno, yo los acompañaré a la estación de autobús, solo déjenme ir por llaves y una chamarra —Luis rápidamente se movilizó a su habitación, tomo lo que había dicho y además una moneda de oro, con un motivo gravado en verde de cuatro cuñas organizadas de tal manera que formaban la vaga forma de un trébol.


La noche estaba en todo su apogeo y la historia comenzaba a escribirse con base en una tragedia.

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