El
primer sábado de lluvia del mes de Julio, aquel que comenzó todo, fue muy
diferente al que describí anteriormente:
El
clima y el lugar eran los mismos, una calle transitada con adoquines mojados y una muchacha empapada
en el centro que era ignorada por todos los demás peatones. En ese momento
creía en la amabilidad por sobre todas las cosas y decidí asistirla en todo lo
posible.
—¿Necesitas
ayuda? —pregunté al acercarme y utilizar mi paraguas para cubrirla de la
lluvia.
—¿Cuáles
son tus intenciones al socorrer a una desconocida? —preguntó de manera afilada—
gracias de todas formas
—¿Qué
más podría desear además de ayudarte? —pregunté con seguridad.
—No
sé —admitió y hubiera estado bien que se hubiera quedado callada pero decidió
añadir más—; podrías ser un príncipe azul con corazón de dragón— tomó de manera
teatral el paraguas y se giró para darme la espalda pero se las ingenió para no
dejar de cubrirme la lluvia aún si ella era más baja que yo— ¿Qué gana el dragón
por está acción?
—Que
estés bien —me resultó algo alienante su actitud así que me dispuse a partir.
—¿Jugando
al caballero blanco? ¿Ese que defiende desinteresadamente pero en el fondo
busca que una dama se enamore de él? Cuantas veces hemos visto ya a ese
personaje ¿No tienes algo más que presentar? — ¿qué necesidad de desconfiar de
las personas? A caballo regalado no se le ve colmillo. Los caballos son
herbívoros para empezar.
—Cree
lo que quieras —no iba a discutir con necios. Comencé a caminar y fui empapado
en cuanto salí de la sombra protectora del paraguas, ya estaba mentalizado para
eso pero no pude evitar estirarme por el escalofrío de tener agua fría
escurriendo por la espalda de manera súbita.
—¡Espera!
¿A dónde vas? —yo solo señalé la dirección general de mi edificio— ¡Genial!
Tenemos la misma ruta.
—¿Ah
si? —no era algo que me emocionara.
—Carga
el paraguas y así los dos nos quedamos secos —ofreció y me entregó el paraguas,
poco después ya estábamos caminando ambos bajo él.
—De
alguna manera, no creo que podamos quedarnos secos ninguno de los dos pero ¿con
que objetivo devuelves un paraguas que te fue entregado por amabilidad? —las
cosas no se iban a quedar así, la derrotaría con sus propios argumentos.
—No
aburrirme —y así, su argumento se convirtió en basura dentro de mi boca— no es
divertido ir sola ¿Cómo te llamas?
—Eres
demasiado directa y…—no terminé de regañarla porque detecte la última parte—
¿Qué? No deberías cambiar súbitamente el tema.
—Dame
tu nombre o te pondré uno yo —amenazó y yo la creí capaz de hacerlo.
—Isaías
—contesté— ¿Cuál es el tuyo?
—Nombre
apropiado para un tonto —ignoró por completo mi pregunta y además me insultó.
—¿Qué
dijiste? —no podía transmitir mi indignación de manera educada además de pedir
que me repitiera lo que había dicho.
—Te
dije tonto —lo había tomado literal, como lo imaginé— Dime entonces cómo llamas
a alguien amable, excesivamente amable, amable como tú ¿Qué además de tonto?
—Creo
que amable sería apropiado —resalté lo obvio intentando hacerla caer en sus
propios juegos.
—No,
alguien amable lo haría sin fines de
lucro, por eso es amable, de que lo puedo amar y lo amaría inevitablemente,
sería una persona buena con la quien también me gustaría comportarme amable
para que me amara de igual forma —vaya manera de jugar con las palabras—. Sin
embargo, ese amor sería una mentira, todos queremos ganar algo así que ya
decídete por que es lo que quieres ¿Amor? ¿Sexo? ¿Reconocimiento? ¿Estás tan
aburrido como yo?
—No
quiero nada —me miraba con pena, como si fuera un muerto terminal.
—¿Eres
capaz de hacer lo que sea por una extraña? —Sonrió sarcásticamente— ¿Incluso
violar la realidad? No, me parece que eso solo en historias cursis con finales
falsos.
—No
tienes ni idea de lo que dices —solté— no me importaría ni su sexo, solo
intentaría hacer lo que estuviera dentro de mis capacidades ¿Quién te crees que
soy? No soy ningún héroe ni ningún dragón, ni soy el deseo de una chica ni soy
el olvido, soy un humano común y corriente.
Percibí
cierta turbación en su sonrisa.
—Al
menos no eres ningún hipócrita —dejo pasar así las cosas. Que equivocada
estaba.
Era
un hipócrita, jamás haría las cosas a fondo, me comportaba como un caballero
cuando nadie me interesaba en lo absoluto ¿Qué quería? Admiración, amor,
reconocimiento y no sentirme tan
insignificante.
Sentía
un interés morboso por los problemas de los demás, como esos que ven los programas dónde pasan
puros accidentes, prometía que haría lo que estuviera dentro de mis capacidades
y lo cumplía, no podía hacer nada por nadie.
Bueno si algo es cierto es que hasta ahora percibo algo que me gusta de simulacro. Tiene lo personajes más humanos que te he leido.
ResponderBorrarPor lo complejos y simples que son a la vez, porque dudan de si mismos y aun asi hacen cosas, y lo más importante, por su manera de hablar. Siempre tratamos de parecer versatiles y dificiles de entender, cuando las razones detras a veces son tan simples que dan risa ¿No?
Me gusta como se da la relacion de estos dos, es inusual para ti, y te quedo bastante bien. Sobre todo Isaías es distinto a otros protagonistas que te he leido. No lo firmaria ante notario, pero me da otra impresion.
Me gusta como va todo... buen trabajo viejo.