Un
recuerdo doloroso seguía en lo profundo de mi mente y me visitaba cada que
dormía:
—¿Sabes
hijo? Deberías irte de aquí a estudiar a
la ciudad, conseguí que tuvieras un
apartamento ahí y así podrías estar más cómodo —mi padre abordo ese tema cuando
ya estaban hechas mis maletas— no queremos exponerte a la sociedad, por eso
empezarás desde cero en otro lugar y formaras nuevos amigos.
—¿Y
no tienes miedo de que los vuelva a matar? —una sonrisa torcida, la única
sonrisa que parecía tener cuando me encontraba ahí.
—Tú
no los mataste —dijo mi padre sin estar convencido— eso salió en la corte.
—
Cierto, cierto —notificaba mi desprecio con cada palabra, mi frustración ante
el sentimiento de impotencia—. Yo, Isaías, no maté a nadie pero que no te vean
conmigo el asesino aquí ¿no es así? Qué pensara la gente de que lo dejes suelto
por la vida ¿Por qué no mejor que huya a la ciudad? Así todos terminan felices.
En
ese momento mi padre alzó el brazo para golpearme y yo desperté, sobresaltado,
en la realidad. Me encontraba en el tren de la tarde rumbo a esa ciudad, iba
completamente solo en el vagón y consideraba mis opciones.
Era
cierto que era un nuevo comienzo, a nadie le interesaba lo que pasaba en un
lugar pequeño como en el que solía vivir y por tanto no había difusión.
Fiscalmente no había nada en mi contra y solo en ese lugar en medio de la nada
se había decidido extraoficialmente mi culpabilidad. Todo había quedado atrás y
ahora no tenía nada.
Por
un momento pasó por mi cabeza que él, si estuviera vivo, me apoyaría pero
entonces, si él estuviera vivo, no estaría en esta situación.
El
timbre de llegada sonó mientras que el tren comenzaba a detenerse, tome mis cosas y distraje mi mente de
pensamientos negativos pues ahí tendría un nuevo comienzo y quizás, aún si ya
no podía verla, seguiría con la mentalidad que me dio, seguiría adelante. Una
persona que me marcó sin haber conocido.
Aún
quedaba un largo camino a donde viviría y la luna ya se había mostrado en los
cielos, afortunadamente me encontraba en la parte rica de la ciudad y aunque no
fuera así, no tenía nada por lo que valiera la pena atracarme, simplemente
podría avanzar a mi paso hasta el lugar que había conocido mi padre.
¿Por
qué viniste a la ciudad? Será una pregunta que deberé contestar muchas veces y
mi respuesta sería “para estudiar arte” ya lo tenía todo resuelto, dejaría a mi
yo del pasado atrás, por completo y para siempre, a excepción de esa parte de
mí que no quiero abandonar y esa es el vivir por los demás, para los demás.
La
ciudad estaba bien alumbrada, con constantes faros y los edificios seguían con
las luce encendidas, parecía haber vida nocturna pero no estaba interesado en
ello. Al menos podía creer que fuera de los ocasionales callejones oscuros, no
habría mucho crimen aquí. Eso era bueno.
Mientras
caminaba, aún perdido en mis pensamientos acerca de mi nuevo lugar, escuche un
estruendo venir de los mencionados callejones y me paralicé, dudando por un
momento intervenir. No podía mancharme más.
—¿Tres
contra uno? ¿Tanto así quieren a esta muchacha que, si no me equivoco, ya les
ha dicho que no? —una voz masculina joven hizo eco pero nadie acudió a ella.
—¡No
nos interesa lo que ella diga, se le necesita en la central y vendrá con
nosotros! —una voz mayor, igual perteneciente a un hombre, se escuchó como
réplica.
Pisotones,
gruñidos y un quejido. No aguantaba más y decidí entrar al callejón.
Los
tres hombres tenían al muchacho en el suelo y una chica joven (probablemente
ambos serían de preparatoria) lo miraba asustada y al borde de las lágrimas.
Había una botella de cristal en el suelo.
—¿Nada
mejor que molestar menores? —grito para llamar su atención, tenía un plan.
En
cuanto los hombres voltearon, di una patada a la botella que impacto contra el
pecho de uno de los hombres que retrocedió por el golpe pero los otros dos se
abalanzaron sobre mí, me preparé para recibirlos y entonces ocurrió lo más
inesperado.
Por
un momento, fue como si el tiempo se arrastrara y pude verlos suspendidos en el
aire por lo que sentí como si fueran varios segundos pero los pedazos de
cristal de la botella, que caían lentamente, me indicaron que algo raro estaba
pasando. Cuando termino ese fenómeno solo estábamos la chica, el muchacho y yo
en ese callejón, no había señal de los maleantes.
—¿Estás
bien? —ayudo a levantarse al muchacho.
—Sí,
no es normal que nos hayan atacado aquí, en la ciudad más segura del mundo —el
muchacho se levantó con el ojo hinchado y sangraba del labio pero nada grave.
—Una
ciudad donde no pasa nada, dirás —corrigió su acompañante femenino—. Él es
Oscar y mi nombre es Ann.
—Isaías
—respondí algo distraído.
—Bueno,
encontré lo que buscaba, hora de irnos, Oscar —Ann se giró con toda
tranquilidad hacía el muchacho que aún se encontraba lamiéndose sus heridas de
manera metafórica—. Definitivamente tenemos que curarte eso.
—Gracias
—el muchacho otra vez me agradeció, incluso con una leve inclinación de cabeza.
—¿Por
qué no invitamos a Isaías a comer mañana como agradecimiento? A final de
cuentas el encontró lo que buscaba —Ann se veía demasiado tranquila para recién
haber sido atacada—. Sí, Oscar te invitará una comida o algo y yo a cambio te
mostraré mi agradecimiento con unas palabras.
La
muchacha tomó una de mis manos y la colocó sobre la suya ¿Leía manos?
—Tengo
una amiga que está algo perdida y que sería perfecto para ti el conocerla, si
la vieras sabrías que es ella y ciertamente te recomiendo acercarte a ella. —No
entendí lo que dijo pero asentí.
—¿Qué
buscábamos? —Oscar parecía apenas haber razonado que no sabía que era lo que
buscaban y por lo que casi lo golpean.
—Problemas
—respondió Ann— tenía fe en que aparecería Isaías a ayudarnos pero llegó algo
tarde además de que como pudiste ver, algo esconde todos los problemas de la
ciudad.
La
muchacha era excéntrica, parecía saber lo que hacía y ví de primera instancia que
había algo raro ahí pero el ponerse en peligro porque confiaba que alguien
aparecería a salvarla me pareció demasiado. Oscar, el muchacho que parecía
estar enamorado de ella, había sufrido por culpa de sus acciones y eso era
reprobable.
Los
tres salimos de dónde estábamos, Ann paró un taxi y lo envió a dónde vivía
pagando con anticipación y por lo tanto llegue a mi nuevo hogar mucho antes de
lo esperado pero no importaba, ya todo estaba preparado para mi destierro.
Entré
a la habitación, me deje caer sobre la cama y encendí la televisión dónde
estaba un reportaje de los bajos índices delictivos que presentaba la ciudad,
recién nombrada la ciudad más segura del mundo.
—¡Por
allá! —gritos, acompañados de una fluctuación de luz, me hicieron ponerme en
pie y preparado para lo que fuera a pasar.
La
luz entraba con fuerza desde detrás de la puerta principal del departamento, se
podían ver al menos 3 sombras de personas distintas por la luz y pasaban en
cadena, como si se tratara de una persecución.
Consideré
salir a ver qué pasaba pero mi decencia me hizo quedarme en mi lugar, esperando
a ver cómo evolucionaba la situación.
Al
final, la luz desapareció y un libro algo maltratado se deslizó por debajo de
mi puerta hasta mis pies. Contenía un mensaje que pedía “No olvidar” y parecía
estar escrito en manera de novela.
Leí
entre líneas algunas hojas y me sorprendió, contaba la historia de un muchacho
llamado Isaías, atrapado en un ciclo temporal severo y todo lo que le había
afectado mentalmente.
Primero
intentó combatir con esperanza el ciclo y fracasó, su segundo intento fue con
más cinismo y bajo el seudónimo de Isaac. También fracaso.
En
ese mismo fracaso, se intentó criar a si mismo pero su otro yo murió junto con él
y así se instauro un cambio en el tiempo de niveles cataclismos. La vidente
podía manipular el tiempo a su antojo y así podría lograr la paz por la que
tanto se había luchado.
El
último acto de piedad de la vidente fue otorgar a Isaías, que de otra forma
habría muerto, la oportunidad de vivir una vida normal, lejos de todos los
conflictos que rodeaban la manipulación temporal.
La
historia estaba firmada por una supuesta Ivy.
El
tiempo volvió a arrastrarse y cuando lo noté, ya no tenía el cuaderno en mis
manos ¿Qué estaba pasando?
El
cielo rugió con fuerza y la lluvia comenzó a caer, parecía ser que mi llegada
había sido en un muy mal momento climático.
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