marzo 15, 2013

Capítulo 10: Viernes tormentoso -Simulacro


Un recuerdo doloroso seguía en lo profundo de mi mente y me visitaba cada que dormía:

—¿Sabes hijo?  Deberías irte de aquí a estudiar a la ciudad, conseguí  que tuvieras un apartamento ahí y así podrías estar más cómodo —mi padre abordo ese tema cuando ya estaban hechas mis maletas— no queremos exponerte a la sociedad, por eso empezarás desde cero en otro lugar y formaras nuevos amigos.

—¿Y no tienes miedo de que los vuelva a matar? —una sonrisa torcida, la única sonrisa que parecía tener cuando me encontraba ahí.

—Tú no los mataste —dijo mi padre sin estar convencido— eso salió en la corte.

— Cierto, cierto —notificaba mi desprecio con cada palabra, mi frustración ante el sentimiento de impotencia—. Yo, Isaías, no maté a nadie pero que no te vean conmigo el asesino aquí ¿no es así? Qué pensara la gente de que lo dejes suelto por la vida ¿Por qué no mejor que huya a la ciudad? Así todos terminan felices.

En ese momento mi padre alzó el brazo para golpearme y yo desperté, sobresaltado, en la realidad. Me encontraba en el tren de la tarde rumbo a esa ciudad, iba completamente solo en el vagón y consideraba mis opciones.

Era cierto que era un nuevo comienzo, a nadie le interesaba lo que pasaba en un lugar pequeño como en el que solía vivir y por tanto no había difusión. Fiscalmente no había nada en mi contra y solo en ese lugar en medio de la nada se había decidido extraoficialmente mi culpabilidad. Todo había quedado atrás y ahora no tenía nada.

Por un momento pasó por mi cabeza que él, si estuviera vivo, me apoyaría pero entonces, si él estuviera vivo, no estaría en esta situación.

El timbre de llegada sonó mientras que el tren comenzaba a detenerse,  tome mis cosas y distraje mi mente de pensamientos negativos pues ahí tendría un nuevo comienzo y quizás, aún si ya no podía verla, seguiría con la mentalidad que me dio, seguiría adelante. Una persona que me marcó sin haber conocido.

Aún quedaba un largo camino a donde viviría y la luna ya se había mostrado en los cielos, afortunadamente me encontraba en la parte rica de la ciudad y aunque no fuera así, no tenía nada por lo que valiera la pena atracarme, simplemente podría avanzar a mi paso hasta el lugar que había conocido mi padre.

¿Por qué viniste a la ciudad? Será una pregunta que deberé contestar muchas veces y mi respuesta sería “para estudiar arte” ya lo tenía todo resuelto, dejaría a mi yo del pasado atrás, por completo y para siempre, a excepción de esa parte de mí que no quiero abandonar y esa es el vivir por los demás, para los demás.

La ciudad estaba bien alumbrada, con constantes faros y los edificios seguían con las luce encendidas, parecía haber vida nocturna pero no estaba interesado en ello. Al menos podía creer que fuera de los ocasionales callejones oscuros, no habría mucho crimen aquí. Eso era bueno.

Mientras caminaba, aún perdido en mis pensamientos acerca de mi nuevo lugar, escuche un estruendo venir de los mencionados callejones y me paralicé, dudando por un momento intervenir. No podía mancharme más.

—¿Tres contra uno? ¿Tanto así quieren a esta muchacha que, si no me equivoco, ya les ha dicho que no? —una voz masculina joven hizo eco pero nadie acudió a ella.

—¡No nos interesa lo que ella diga, se le necesita en la central y vendrá con nosotros! —una voz mayor, igual perteneciente a un hombre, se escuchó como réplica.

Pisotones, gruñidos y un quejido. No aguantaba más y decidí entrar al callejón.

Los tres hombres tenían al muchacho en el suelo y una chica joven (probablemente ambos serían de preparatoria) lo miraba asustada y al borde de las lágrimas. Había una botella de cristal en el suelo.

—¿Nada mejor que molestar menores? —grito para llamar su atención, tenía un plan.

En cuanto los hombres voltearon, di una patada a la botella que impacto contra el pecho de uno de los hombres que retrocedió por el golpe pero los otros dos se abalanzaron sobre mí, me preparé para recibirlos y entonces ocurrió lo más inesperado.

Por un momento, fue como si el tiempo se arrastrara y pude verlos suspendidos en el aire por lo que sentí como si fueran varios segundos pero los pedazos de cristal de la botella, que caían lentamente, me indicaron que algo raro estaba pasando. Cuando termino ese fenómeno solo estábamos la chica, el muchacho y yo en ese callejón, no había señal de los maleantes.

—¿Estás bien? —ayudo a levantarse al muchacho.

—Sí, no es normal que nos hayan atacado aquí, en la ciudad más segura del mundo —el muchacho se levantó con el ojo hinchado y sangraba del labio pero nada grave.

—Una ciudad donde no pasa nada, dirás —corrigió su acompañante femenino—. Él es Oscar y mi nombre es Ann.

—Isaías —respondí algo distraído.

—Bueno, encontré lo que buscaba, hora de irnos, Oscar —Ann se giró con toda tranquilidad hacía el muchacho que aún se encontraba lamiéndose sus heridas de manera metafórica—. Definitivamente tenemos que curarte eso.

—Gracias —el muchacho otra vez me agradeció, incluso con una leve inclinación de cabeza.

—¿Por qué no invitamos a Isaías a comer mañana como agradecimiento? A final de cuentas el encontró lo que buscaba —Ann se veía demasiado tranquila para recién haber sido atacada—. Sí, Oscar te invitará una comida o algo y yo a cambio te mostraré mi agradecimiento con unas palabras.

La muchacha tomó una de mis manos y la colocó sobre la suya ¿Leía manos?

—Tengo una amiga que está algo perdida y que sería perfecto para ti el conocerla, si la vieras sabrías que es ella y ciertamente te recomiendo acercarte a ella. —No entendí lo que dijo pero asentí.

—¿Qué buscábamos? —Oscar parecía apenas haber razonado que no sabía que era lo que buscaban y por lo que casi lo golpean.

—Problemas —respondió Ann— tenía fe en que aparecería Isaías a ayudarnos pero llegó algo tarde además de que como pudiste ver, algo esconde todos los problemas de la ciudad.

La muchacha era excéntrica, parecía saber lo que hacía y ví de primera instancia que había algo raro ahí pero el ponerse en peligro porque confiaba que alguien aparecería a salvarla me pareció demasiado. Oscar, el muchacho que parecía estar enamorado de ella, había sufrido por culpa de sus acciones y eso era reprobable.

Los tres salimos de dónde estábamos, Ann paró un taxi y lo envió a dónde vivía pagando con anticipación y por lo tanto llegue a mi nuevo hogar mucho antes de lo esperado pero no importaba, ya todo estaba preparado para mi destierro.

Entré a la habitación, me deje caer sobre la cama y encendí la televisión dónde estaba un reportaje de los bajos índices delictivos que presentaba la ciudad, recién nombrada la ciudad más segura del mundo.

—¡Por allá! —gritos, acompañados de una fluctuación de luz, me hicieron ponerme en pie y preparado para lo que fuera a pasar.

La luz entraba con fuerza desde detrás de la puerta principal del departamento, se podían ver al menos 3 sombras de personas distintas por la luz y pasaban en cadena, como si se tratara de una persecución.

Consideré salir a ver qué pasaba pero mi decencia me hizo quedarme en mi lugar, esperando a ver cómo evolucionaba la situación.

Al final, la luz desapareció y un libro algo maltratado se deslizó por debajo de mi puerta hasta mis pies. Contenía un mensaje que pedía “No olvidar” y parecía estar escrito en manera de novela.

Leí entre líneas algunas hojas y me sorprendió, contaba la historia de un muchacho llamado Isaías, atrapado en un ciclo temporal severo y todo lo que le había afectado mentalmente.

Primero intentó combatir con esperanza el ciclo y fracasó, su segundo intento fue con más cinismo y bajo el seudónimo de Isaac. También fracaso.
En ese mismo fracaso, se intentó criar a si mismo pero su otro yo murió junto con él y así se instauro un cambio en el tiempo de niveles cataclismos. La vidente podía manipular el tiempo a su antojo y así podría lograr la paz por la que tanto se había luchado.

El último acto de piedad de la vidente fue otorgar a Isaías, que de otra forma habría muerto, la oportunidad de vivir una vida normal, lejos de todos los conflictos que rodeaban la manipulación temporal.

La historia estaba firmada por una supuesta Ivy.

El tiempo volvió a arrastrarse y cuando lo noté, ya no tenía el cuaderno en mis manos ¿Qué estaba pasando?

El cielo rugió con fuerza y la lluvia comenzó a caer, parecía ser que mi llegada había sido en un muy mal momento climático.

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