abril 20, 2013

Capítulo 14 - las lágrimas de los caídos


Fueron casi los últimos en llegar, en el lugar ya se hallaban varias personas intentando controlar el incendio. Ancel tuvo que derribar gente para poder pasar mientras gritaba “¡Es mi casa!, ¡Déjenme ir!” Johan y Merrick lo tenían por los brazos y con cierta dificultad podían controlarlo.

-Tranquilo chico, lo tenemos controlado- le dijo un hombre tomándolo por los hombros y buscando su mirada en un intento por tranquilizarlo.

Parecía no haber comenzado hace mucho, el fuego venía del interior y por las ventanas se  alcanzaba a ver como las cortinas eran consumidas con gran facilidad. La puerta principal se abrió y de ella salieron dos hombres cargando el cuerpo flácido de su madre, y la depositaron cerca de la acera, Ancel se liberó de Johan y Merrick y corrió hacia ella, su cara estaba llena de hollín y tenía un golpe en la cabeza no parecía ser muy grave pero su cabello ya se había manchado de sangre.

-Ella está bien, solo fue el golpe- dijo uno de los hombres, cuando Ancel lo miro vio que era su padre ¿Por qué no lo había reconocido? Tal vez fue por la ausencia del suéter de siempre y porque no llevaba los lentes, no lo sabía con exactitud, se encontraba algo aturdido.

Una explosión hizo que todos miraran al otro lado de la calle y la casa que estaba justamente en frente ahora también estaba en llamas.

-¿Pero qué demonios?...-exclamaron varias personas cuando una segunda explosión se dio, pero esta vez fue un poco más allá, en la segunda casa a la derecha. Fue como una reacción en cadena una tercera…cuarta…hasta que finalizo con la de Gael, y ahí se desato el caos. La gente corría a sus respectivos hogares, perplejos miraban como comenzaban a consumirse y pronto la atención de las personas estaba distribuida entre todas las familias, ya no solo era Ancel el afectado, sus vecinos no sabían que hacer, algunos lanzaban agua y tierra como podían mientras que los magos intentaban controlar el fuego con sus poderes con la esperanza de callar los gritos de sus seres queridos.

Una señora imploraba ayuda, ella no era maga y ya era algo mayor. Sollozaba algo. Un nombre.
-¡AYUDA! ¡AYUDA! ¡MI POBRE JULE!- decía – ¡Estaba adentro! ¡Aún sigue ahí!- le explico a un hombre que se acercó a ayudarla.

Lixi estaba a un lado de Amanda,  se había acercado para ayudar,  Johan y Merrick se dedicaban a intentar extinguir las llamas de la casa de Ancel quien seguía desorientado. Luego como si fueran agujas en su corazón, gritos salieron de su casa, gritos que reconoció al instante. Kylie y Emi estaban dentro.

Sihab también los oyó y se levantó al instante y corrió, pero no llego muy lejos. Su pierna estaba herida y nadie lo había notado, tal vez fue la adrenalina lo que le ayudo a sacar a Amanda de la casa, pero ahora el también estaba en problemas. Estaba rojo de coraje y frustración.

Ancel se levantó y corrió hacia la casa ignorando los gritos de Johan y Merrick cuando paso a un lado de ellos. Saltó los escalones principales y entró. El humo y el calor le golpearon inmediatamente e intentaba guiarse por los gritos de sus hermanas.

-¡EMIIII! ¡KYLIEEE!- las llamaba – ¡No dejen de gritar! ¡Ya voy!- al parecer se encontraban en la sala de entrenamiento.

Sorteo el camino hasta allá y no fue algo fácil, había una ráfaga de viento algo peculiar que hacía que las brasas se alzaran, algunas de ellas las pudo esquivar pero otras le dieron en la cara o le quemaban el cabello de a mechones.

Por fin llego al garaje, la puerta estaba medio abierta y entro sin pensarlo.

Emi y Kylie estaban agazapadas en la esquina izquierda, una contra la otra abrazadas y llorando. Aún llevaban el uniforme de la escuela. Parecía que Emi había tratado de usar su magia sin éxito, pues había todavía algunas gotas de agua sin consumir.

Su hermano se lanzó contra ellas y las abrazó fuertemente.

 -¿están bien? – les preguntó tomándolas de la cara y examinándolas, pero ellas no parecían responder, tenían los ojos fijos hacia el frente.

-Ellas están bien- dijo alguien detrás de él, y giro para ver de quien se trataba.

Dos mujeres enfundadas en negro estaba ahí, una de ellas parecía estar usando su magia pues sus alhajas brillaban. Y la otra, claro que la reconocía, era la misma mujer de la cafetería, la que ataco a Daniel. Pero no fueron ellas las que hablaron, fue el hombre que estaba recargado en el equipo de entrenamiento y detrás de él había algo en la pared.

Desde que tuvo la visión, cada día trataba de olvidarla, convenciéndose de que solo había sido un mal sueño o de que algo estaba mal con él. Pero ese mal sueño lo había alcanzado.

Ahí, en esa pared, se hallaban el cuerpo del hombre a quien salvo hace días, con la piel desgarrada, sin cabello, solo con un pedazo de tela cubriéndole y lo miro directo a los ojos fugazmente, se veía en paz.

Y sin decir más, una flecha le atravesó la cabeza, acabándolo.

-Bueno, creo que está hecho –dijo el hombre a quien no identificaba de todo, no parecía de por ahí, se parecía mucho al padre de Gael, pero no era él, esta persona era algo mayor y tenía los ojos tan azules que cualquier chica podría perderse en ellos. Se levantó y miro a las otras dos.

-¿Este es el chico?- preguntó.

-Sí- respondió la pelirroja

- ¿Y no lo reconociste?- volvió a preguntar el hombre.

-¡Yo no sabía, ok!- dijo algo molesta- ¡No voy por la vida preguntando a la gente si llevan caídos!
-Pues deberías- dijo el tipo sin cambiar su expresión y se acercó a él mirándolo a los ojos.

-Parece que tú tienes algo especial, una clase de…regalo, ¿no?- pregunto inclinándose un poco para quedar a su altura, él era bastante más alto que Ancel, casi parecía de otro mundo.

Ancel no respondió.

-Mira Ancel… yo quiero hacer esto por las buenas, solo quiero lo que te dio tu amigo Gael – dijo pacientemente, como quien explica las sumas con manzanas.

Ancel se sorprendió por un momento, no solo de que supiera su nombre y el de Gael, sino porque sabía que éste le había dado algo.

Su collar no brillaba ahora, porque no estaba usando magia, pero lo llevaba puesto y su silencio y mirada inestable parecía haberlo delatado.

El extraño sonrió.

-¿Lo estas usando, no?

Ancel siguió sin responder, no porque no pudiera, sino porque el cadáver que estaba detrás de él lo distraía. Fue gracias a un gran chasquido de madera que pudo reaccionar.

-Aléjate- dijo automáticamente y luego pensó “Genial Ancel, este tipo puede matarte si lo quiere y tú todavía le das ordenes, ¡qué estúpido eres!”

-Eso no es algo que te importe- contestó inmediatamente el extraño y le tomo con sus dos grandes manos en pecho y le abrió la chaqueta de un tirón, dejando relucir la piedra azul atada a la cadena de su cuello.

Y algo curioso pasó, el extraño llevaba un anillo con una gema del mismo color que su collar, y las dos piedras comenzaron a brillar con la misma intensidad y al mismo tiempo.

Ancel reacciono y como impulsado por una descarga eléctrica prendió fuego a su puño e intento golpear el rostro del hombre.

El rostro del extraño cambio de ser sereno a una ira incontrolable y fue más rápido que Ancel, pues esquivo el golpe y se lo devolvió, todo en el mismo instante.

-¡No hagas eso!- le ordeno con voz potente, aún enfadado y reprendiéndolo cual padre a su hijo.
Por un momento Ancel se sintió mareado, como si le hubieran exprimido toda la sangre del cuerpo de un momento a otro, pero todo pasó cuando el hombre le arranco el collar con gran facilidad, entonces el brillo cesó.

-Querida, mi niña…ya estás de vuelta- susurró el hombre, incorporándose totalmente y girando para volver con sus compañeras.- Tranquila, cuando llegue a casa te quitare esa suciedad de piedra que te pusieron.

Ancel ya estaba en el suelo, muy cerca de Emi y Kylie, quien sollozaba totalmente quieta y acurrucada en su hermana. Otra explosión se dio, esta vez fue mucho menos potente y cuando Ancel volvió el rostro vio a los tres salir por un hoyo en la pared.

-Gracias por devolverme a mi hija- dijo al final el hombre.

Los gritos de sus amigos y familiares lo regresaron a la realidad y no pudo pensar en otra cosa que escapar de ahí, se levantó y tomo a Kylie en brazos, cargándola y los tres salieron por el mismo agujero que los otros.

Sus amigos ya los estaban esperando, su padre tomo a Kylie y estrecho a sus hijas contra sí.
-Mis niñas, mis bebes…- susurraba Sihab.

Mientras tanto Ancel miraba a todos lados, buscando a los extraños de negro, pero entre todo el humo y la gente en la calles no podía distinguirlos con claridad, aunque estaba seguro que eran las tres figuras que caminaban tranquilamente hacia una camioneta parqueada más allá.

El joven intento correr, pero la adrenalina ya había hecho todo lo posible y el ardor de las quemaduras se estaba haciendo presente. Merrick lo cacho en el aire antes de que se desvaneciera en el pasto

-¡No está usando piedras! ¡No tiene nada!- dijo una voz femenina en su delirio, movió la cabeza hacia su derecha para ver la camioneta, pero ésta ya no estaba, se sentía sofocado y tenía los ojos llorosos.

-¡Maldito idiota imprudente, si se duerme lo mato!- dijo otra persona.

-¡Ancel! ¡Ancel!- le llamaba alguien familiar, y sintió el tacto de una fría cadena en su cuello y de una mano en su pecho. No supo de quien era la voz, alzo la mirada y noto que el cielo se movía rápidamente mezclándose con los rostros de Lixi, Johan, Merrick y Gael.

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