La
mañana comenzó de una manera pesada. Me dolía todo el cuerpo y sentía que había
olvidado algo del día anterior, no recordaba haberme ido a dormir y sentía
cierta sensación de mareo.
Una
inesperada llamada de Ann me sacó de mi ensueño, me invitaba a comer y pedía
que, de favor, invitara también a la chica que vivía en la habitación continua.
Todo bien, solo había algo que me molestaba:
—Ann,
una pregunta —dije interrumpiendo su rápida explicación de cosas que no me
interesaban—. ¿Cómo conseguiste mi número?
—Ah,
eso, es que tu número nunca cambia, es una constante —explicó como si fuera lo
más normal del mundo aunque yo no entendí. Preferí no continuar insistiendo.
Termino
de darme la dirección y la hora, que confirme varias veces y me dispuse a salir
para avisarle a mi vecina, a quien no conocía, que había sido invitada a comer
con una chica increíblemente excéntrica pero cuando abrí la puerta se escuchó
un fuerte golpe, seguido de cosas cayendo al suelo y un sonido más fuerte,
parecía ser que alguien se había estrellado contra mi puerta.
—¿Estás
bien? —salí rápidamente y comencé a recoger por instinto los libros, simulando
lo mismo que la chica que se veía apresurada al hacerlo—. Lo siento, debí abrir
con menos fuerza —dije con pena.
—Fue
mi culpa, la torre era tan grande que no veía —dijo ella con una radiante
sonrisa— prometo no volver a hacerlo.
—Permíteme
como compensación por derribarte el ayudarte a llevarlos —dije con orgullo
masculino.
—No
será mucho, vivo aquí junto —así que ella era a quien debía invitar— agradezco
la ayuda.
—Demasiados
libros en blanco ¿no? —comenté casualmente.
—¿En
blanco? —Pareció sorprenderse de pronto, casi al borde de las lágrimas pero
solo por unos segundos antes de recomponerse— Soy escritora de no ficción
—respondió mecánicamente, como si fuera una excusa.
Cada
libro estaba marcado con un rango ascendente y si cada libro era como los que
habían caído abiertos entonces todos estarían en blanco ¿Por qué le afectaba
tanto eso?
—Por
cierto ¿Conoces a Ann? —Decidí hacerlo de una vez— quería verte para comer en
la tarde— era tan extraño— También iré así que si me permites presentarme, soy
Isaías y es un gusto conocerte.
—Sí, la conozco —respondió algo
sorprendida— Mi nombre es Ivy, también es un gusto.
—¿Y en que te enfocas al
escribir? —pregunté, más por educación que por interés.
—En esta ciudad —Ivy seguía
dudando, como si fuera de suma importancia medir sus palabras, incluso volteaba
a los lados como para asegurarse de que no la miraban— esta es una ciudad muy
rara, no hay crimen pero hay unas cuantas personas que creemos que no es así
realmente.
—Sí, ayer con Ann presencie
algo— dudé un poco ¿Por qué tenía la sensación de que olvidaba algo?— raro pero
no puedo decir qué, la verdad no lo recuerdo muy bien.
—Y mis libros antes no estaban
en blanco, pero ya ni recuerdo lo que puse ahí —se veía bastante atormentada,
pero en cuanto lo notaba recomponía esa sonrisa ensayada hasta la perfección—
Honestamente no creo que tenga poder de cambiar nada.
—Probablemente no —admití— ¿Pero
qué no el que desaparezca el crimen es algo bueno?
—No —su respuesta fue tajante—.
Al menos no de la manera en que lo hace, algo me hace sentir como si solo lo
metieran donde no podemos verlo.
—Quizá —no lo había pensado así—
pero así podemos vivir más cómodos.
Ivy solo frunció el ceño con
molestia.
—Gente desaparece, otra
enloquece y hay quienes ni si quiera están seguros si están cuerdos o locos
¿Eso te parece correcto? —preguntó de pronto de una manera violenta.
—No, aunque no entiendo que
tiene que ver con la ausencia de mal aquí —honestamente no lo entendía y no me
agradaba como estaba tratándome, como si debiera saber más aunque apenas
llegué.
—¿Por qué no piensas que estoy
loca por decir que libros que estén en blanco no lo estaban el día anterior?
—No me pareces alguien que
mentiría.
—Entonces si fuera más fea…
—No me refiero a eso, hablo de
que no siento que tengas un motivo para decir que esos libros están escritos.
Es como un presentimiento sin fundamentos reales, honestamente.
—Tus presentimientos me agradan
—al fin, pareció contentarse— ¿Entonces por esos presentimientos confías en
Ann?
—Eso es algo que no recuerdo —confesé— la
noche anterior fue confusa.
—Sí, Ann tiene ese efecto en las personas
—comentó ella—. También un día, de la nada, se acercó a mí y comenzó a hablar
de cosas que no entendería hasta después.
—No recuerdo ni el tema que hablamos, lo
siento —era extraño, no recordaba ni cómo había llegado a la ciudad el día
anterior. Estaba seguro que me había ido de casa por problemas de popularidad
después de tener problemas legales, que había llegado aquí el día de ayer y
sabía a quienes había conocido ayer pero nada específico.
—Ann puede ver cosas —siguió hablando,
ignorando mi comentario— cosas que las demás personas no pueden ver, ella sabe
cosas que no debería saber de cada persona y utiliza esa habilidad para
investigar lo que ocurre en esta ciudad.
—Como mi teléfono —agregué.
—Es como si ya todo lo tuviera planeado,
como si ya lo hubiera visto antes —de pronto vino una idea a mi mente.
—Ella habló de constantes anteriormente, así
que probablemente haya visto las cosas más de una vez — como el demonio de
Laplace—. Si mi número era una constante, probablemente ella hable por las
constantes que encuentra pero ¿Y si no estaba ella para notar lo que le
faltaba? ¿No sería mala idea ponerse al frente? Si es una persona, que
probablemente lo sea, quien está haciendo todo esto creo que debería protegerse
más.
Ivy se iluminó de pronto, como si me
volviera a reconocer.
—¿Cómo lograste conectar todo eso? No tiene
mucho sentido —no esperaba que dijera eso.
Intente hacer memoria ¿Qué me había hecho
pensar en el demonio de Laplace? ¿Por qué estaba pensando en realidades
alternas? No lo recordaba.
—Este es otro presentimiento sin razones
fuertes —confesé—. Solo siento saberlo.
La chica que estaba frente a mí se desanimó
nuevamente.
—Será mejor que nos preparemos, gracias por
la ayuda —Ivy entró a su habitación y yo hice lo mismo.
Comencé a prepararme, como me había dicho,
pero nada me quitaba de la cabeza el supuesto peligro al que se exponía Ann,
sentía como si ya hubiera visto lo que pasaba si se descuidaba. Ella tenía un
chico que besaba el piso dónde ella caminaba, debería tener más aprecio por su
propia vida.
Esa idea me carcomió durante el resto de la
mañana.
—Me voy —pasé a avisar a la puerta de Ivy,
pero aparentemente no estaba pues no obtuve respuesta alguna.
Los cambios anímicos de Ivy eran otra cosa
que llamaba mi atención, era como si esperara algo de mí y cuando no decía lo
que ella esperaba se molestaba conmigo. No la entendía, no parecía una mala
persona pero me exasperaba un poco su manera de actuar ¿había alguien normal en
esta ciudad?
Conforme caminaba, por una calle de adoquín
exclusiva para peatones con negocios a ambos lados y cerca del punto de
encuentro de Ann, las nubes se tornaban grises y se arremolinaban sobre la
ciudad. Iba a llover y yo no llevaba un paraguas así que probablemente volvería
pronto a mi habitación.
Caminaba sin poner mucha atención a las
cosas, la ciudad era demasiado transitada y todos demasiado iguales, nada que
llamara mi atención y tenía cosas más importantes en mente.
De pronto, algo llamó mi atención: una chica
de estatura corta y vestida de una manera muy prestigiosa, un vestido negro con
detalles bordados en oro pasó junto a mí y sentí como si el tiempo se
detuviera.
—Esta vez llegas temprano —me susurró cuando
estuvimos alineados.
—¿Mande? —pregunté, girándome.
La chica solo me miró, parecía consternada y
su mirada reflejaba una profunda tristeza.
—Parece que no puedo deshacerme de ti al
final —comentó al aire— Te confundí, lo siento, sigamos nuestro camino.
No respondí, estaba extrañado y confundido
por tan raro personaje.
—Así es como debería de ser —volvió a decir
antes de seguir su camino.
Cuando llegué al punto de encuentro ya todos
estaban ahí: Ann, Oscar e Ivy.
—Isaías, momento perfecto, tenemos algo que
decirte —Ann sonrió al verme y alzó la mano para indicar que me acercara, Oscar
tenía cara de neutralidad e Ivy parecía disgustada. De alguna manera me parecía
apropiado para los tres, para lo poco que los conocía.
—¿Qué deseabas decirme? —pregunté mientras
tomaba asiento.
—¿Y si te dijera que las cosas no deberían
ser de esta manera? —meció con cierta elegancia, y de manera subconsciente, la
bebida en su vaso.
—Las cosas debieron de ser de otra manera
pero tu manipulaste para que sucedieran tal como sucedieron ¿no? Usando tu
cognición de otras posibilidades —comenté intuyendo a partir de lo que ya se me
había ocurrido de la nada anteriormente.
—No
lo recuerdas, pero lo sabes y eso me facilita las cosas —dejo su vaso sobre la
mesa y se inclinó— yo estoy opuesta a este tipo de intervenciones así que no
fui yo la causante, fue una amiga con capacidades similares y que ahora es
prisionera de su propia habilidad.
—Así que ella volvió a esta ciudad, una
ciudad sin crimen —analicé— cambiando todas las posibilidades que traerían
problemas, anulándolas. Eso también explica mis problemas de memoria —supuse
que estaba enterada de mi conversación de Ivy, no necesitaba dar más
explicaciones.
—Por lo tanto —complementó— más que
desaparecer esas posibilidades, solo no las vivimos pero a partir del día de
mañana desaparece esa capacidad de sus brazos, ella no es ningún demonio y por
lo tanto lo más que puede hacer es que este día se repita una y otra vez, eso
antes no estaba en sus capacidades y quiero saber quién le dio ese poder.
—¿Y esto a mí por qué me interesa?
—pregunté.
—En primera, porque eres una constante, en
cada posibilidad tú te relacionas mucho con ella. Podrías decir que su destino
está entrelazado —se bebió de un trago el líquido cristalino de su vaso.
—¿y qué más? —pregunté con seriedad.
—Eres el culpable de que ella esté haciendo
esto… —respondió de golpe pero fue interrumpida por el ruido de una silla
correrse violentamente e Ivy se puso de pie.
—Isaías no es ningún culpable, porque esto
no es malo ¿Qué tiene de malo un día eterno en donde nadie sufre? —Discutió,
contradiciéndose de lo que me había dicho en la mañana— No pienso participar en
desarmar por lo que ha sufrido tanto.
—ivy, espera —Oscar habló por primera vez—.
Al menos para mí, no te ves muy feliz en este mundo.
Ivy lo ignoró y se marchó con molestia.
—Ella puede ver todas las realidades
descartadas —comenzó a explicar Ann—, muchas veces has muerto intentando
cambiar las cosas, otras más te has asesinado tú mismo después de que tus
ideales de heroísmo se corrompieran y quedaran irreconocibles y unas más tú has
decidido destruir la realidad pero ¿Sigues creyendo que lo mejor es ser amable?
¿Entregar todo por los demás? ¿Ser un héroe?
—No seré nada de eso, soy un hombre
cualquiera —no entendí en qué momento se habían desviado a hablar de mi
filosofía y me molestaba, eso hablaba mucho de mi antes de que ocurriera lo que
me obligó a venir a esta ciudad.
—Y si pudieras cambiar el futuro ¿Qué clase
de futuro elegirías? —Ann también se levantó y comenzó a buscar en su bolsa— Y
si pudieras ver el futuro ¿Aceptarías llevarnos a una tragedia?
—Puede que nosotros estemos consientes de
algo más pero ¿y todas las personas que son felices? —Pregunté— asumiendo que
tuviera el poder que me dices ¿No sería egoísta el cambiar ese mundo solo por
unos pocos que nos toca sufrir?
—¿Entonces estás con Ivy? —Parecía algo
decepcionada— entonces se repetirán nuevamente las cosas. Adiós —sacó un
paraguas de su bolsa y lo abrió, Oscar se lo quitó rápidamente de las manos y
ambos avanzaron al tiempo que comenzó a llover.
—¿Por qué yo? —pregunté mientras se veían a
lo lejos— Por qué no te buscas a alguien más dispuesto o con más capacidad de
ayudar ¿Por qué me cargas toda la culpa a mí?
—Ya lo dije, eres el culpable —contestó Ann
con frialdad— pregunta luego a Ivy cuantos ciclos han ocurrido y te darás
cuenta de porque a ti.
También me puse en pie, molesto. Lo que me
pedían era una locura ¿Cómo iba a decidir yo el futuro de todos? ¿Cómo me iba a
codear con personas que cambiaban el tiempo a su beneficio? Y además, el que
todos fueran felices, por lo menos en una ciudad, no estaba nada mal. Esa idea
me agradaba, incluso si era de los que debían sufrir para lograrlo.
Aparentemente seguía siendo un mártir sin
causa, aparentemente era lo que describió Ann.
Ya estaba caminando nuevamente por la calle
de adoquines la lluvia parecía haber ahuyentado a toda la gente y cada vez me
sentía más desanimado ¿Por qué me había afectado tanto? No debería poner
atención a palabras de locos.
No supe cuándo pero deje de avanzar, me
quede parado con la lluvia mojándome por completo, con la mente en blanco y los
ánimos totalmente caídos.
Recuerdos vagos comenzaron a llegar a mi
mente, de un pasado en el que venía aquí por gusto y no por los sucesos que me
obligaran, dónde conocía a alguien y teníamos una relación feliz ¿Por qué
imaginaba eso ahora? ¿Esa era la clase de felicidad que otorgaba esta ciudad?
¿Sólo olvidar los problemas? Conseguir nuevos recuerdos ¿Quería esta felicidad?
Me repetí mentalmente el huracán que había
sido mi vida los últimos meses, no quería cambiar, eso me había cambiado y
quería quedarme así.
La lluvia dejo de caer sobre mí pero aún se
escuchaba ¿Qué pasaba? Alcé la mirada y vi a la chica de hace rato, mojándose
por sostener su paraguas encima de mí.
—Una vez cuando el mundo se me venía encima,
en este mismo instante me paré justo donde estás tú, en un día lluvioso del mes
de Julio y un muchacho, caballeroso y amable, se acercó y me dio su paraguas a
pesar de que él se mojaba —mencionó con voz melancólica— yo...eso cambió mi manera de ver las cosas,
ligeramente pero lo hizo y entonces no fui la misma. Eso me llevo hasta este
punto donde estoy haciendo lo mismo por ti.
No le respondí, no parecía esperar
respuesta.
—No eres el mismo que eras antes, también te
cambió a ti y no lo recuerdas pero eso no importa, ahora te devuelvo el favor
—me extendió la mano con el paraguas y lo recibí. Me sentí mal por ella y la
cubrí con él.
—Podemos permanecer los dos debajo, si no te
molesta estar algo cerca —le dije.
—Gracias, pero no podemos estar cerca, solo
uno de los dos puede sentirse protegido a la vez —ella me dio la espalda y se
fue— aunque parece que tenemos talento para encontrarnos miserables el uno al
otro.
—Como si nuestros destinos estuvieran
entrelazados —susurré, reflexionando en lo que había dicho Ann.
De pronto vi como las de lluvia gotas se
suspendían en su lugar por unos segundos y al siguiente ella, la culpable de la
ciudad sin crimen y los días infinitos, había desaparecido.
Se veía tan triste ¿Realmente era justa esta felicidad artificial a costa de
que ella pareciera que no conocía la felicidad? ¿Qué tanto había sacrificado
por darnos esto? ¿Qué tanto había influenciado yo en esa decisión?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¿Qué te pareció la historia?